"Ocho de la mañana" es un cuento escrito hace ya bastantes años. No es que me sienta especialmente orgulloso de él, pero a lo mejor le gusta a alguien. A mí en su momento me hizo exorcizar algunos demonios. La literatura tiene un poder purgador magnífico, para el que lee y para el que escribe. Catarsis lo llaman los que entienden.
En este cuento me propuse poder hablar de la noche y la oscuridad como el abrazo más íntimo del olvido y la muerte. En algunos débiles momentos de la vida parece que son el único consuelo. Luego resulta que hay tantos más, pero el poso se queda y uno no olvida así como así a quienes le cobijaron en los momentos peores.
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