Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

sábado, 26 de febrero de 2011

Un blog que cada día me gusta más: Cosas que hemos visto

Cosas que hemos visto es un blog al que llegué buscando una imagen para una reseña de una novela. Como tantos otros, recibió un instante de mi no-privilegiada atención (para qué creerse tan especial: hoy todos somos especiales, lo cual puede leerse de otras maneras) y con un "qué buena pinta" fue archivado sine die, o lo que es lo mismo, con la atención dispersa que tenemos hoy día, lo olvidé.

Unos pocos días después me llegó al correo electrónico un mensaje que decía "gracias por lo de "estupendo" te añado a amigos" como comentario a una entrada de mi blog. ¿Se habría equivocado alguien?

Ese alguien era Óscar Álvarez, redactor de Cosas que hemos visto. Con su habitual meticulosidad, había visto que su blog había sido aludido en otro sitio web y que su imagen había sido vinculada desde fuera.

Esto que narro, que parece una mínima anécdota, da a entender un poco la característica de su blog, y es que el cuidado con que está hecho, su presentación, sus imágenes, la selección de obras y autores de cine y de literatura, las frecuentes actualizaciones, el gran sentido crítico, la velocidad y placer con que contesta los comentarios son algo poco habitual en internet y en el mundo bloguero en concreto. Álvarez no es un tipo mezquino y falso como tantos otros que se convierta en tu súbito mejor amigo, tú que no lo conoces de nada y no eres más que un tipo que se ha pasado por su dominio haciendo clic en sus entradas. Sencillamente es educado y atento. Y le gusta escribir sobre Cine y sobre Literatura. Cosas sobre las que sabe. Y bastante.

Si os gustan estas dos artes y las relaciones que puedan surgir entre ambas, su blog es un sitio que visitar. Merece mucho la pena.



viernes, 25 de febrero de 2011

Edgar Allan Poe y su influencia en la música

No recuerdo si alguna vez he hablado de esta página. Me parece que sí, pero como no estoy muy seguro, prefiero repetirme a perder la referencia que, en este caso, es genial.

Se trata de una página en la que su/s creador/es restrean las influencias que el bueno de Edgar ha ido desparramando sobre el arte sonoro desde su siglo XIX hasta hoy día. La página se va actualizando según van encontrando más y más artistas. (A la hora de escribir esta entrada, la última actualización tiene fecha de enero de 2010, lo cual hace pensar en un posible abandono). La lista es verdaderamente rica, y es todo un ejercicio de literatura comparada, además de que es un auténtico placer ver cómo por fin el borrachuzo de Poe tiene un público para las locuras que se le ocurrían según recordaba las historias que le contaban los marineros llegados a Richmond.

¿La página? Esta: House of Usher.





jueves, 24 de febrero de 2011

Dedicado a los facebookeros




Qué sano oír algo así, aunque sea rap. Grande Tote King.

domingo, 20 de febrero de 2011

Olvidado Rey Gudú, de Ana María Matute

Reseñar un libro de más de ochocientas páginas no parece sencillo, y mucho menos cuando se trata de ochocientas páginas de literatura de calidad. Olvidado Rey Gudú, según los críticos de la literatura española de siglo XX, es la mejor novela de Ana María Matute. ¿Por qué? Pues ahora vamos a ver... (Aviso de que en el párrafo siguiente de esta reseña puedo desvelar materiales de la novela que estropearían la lectura de quien aún no la haya leído. Estos avisos, cuando escribes, son estúpidos y odiosos, y cuando lees, su ausencia es estúpida y odiosa.)





La historia que se nos cuenta en Olvidado Rey Gudú, a mi juicio, no es especialmente interesante: se trata de un enorme cuento de hadas en el que un rey salvaje (Olar) tuvo un hijo salvaje (Sikrosio) pero maldito con la intuición del paso del tiempo, que a su vez tuvo un hijo un poco menos salvaje (Volodioso) maldito con la curiosidad y la conquista, que fue doblegado por una niña presuntuosa y cerebral (Ardid) víctima de una de sus campañas militares, que pese a todo se enamoró de él pero fue despechada y acudió a la ayuda de sus amigos, un Trasgo y un Hechicero, para encantar el corazon de su hijo extirpándole la posibilidad de amar. El resto de la novela cuenta las aventuras de Gudú y de la niña-mujer-anciana Ardid -me parece a mí que es Ardid el personaje protagonista, por encima de Gudú- y de cómo múltiples personajes van estrellándose contra la falta de amor que el hechizo ha generado hasta un final entre lo borgiano y lo apocalíptico.

Otros aspectos, sin embargo, me parecen más interesantes, como por ejemplo la deslocalización del espacio y del tiempo. El tiempo es un tema importantísimo -diría que el principal en la novela- que, sin embargo, tiene manifestaciones muy particulares: el relato no está localizado en ningún calendario, de modo que sabemos que la historia transcurre en un mundo feudal, pero nada más. Sin embargo, el paso del tiempo es muy importante, y se nos va detallando con una atención casi obsesiva el transcurso de los años y la edad de los personajes. ¿Por que? Básicamente porque se trata de atender a la inevitable corrupción de la edad y a la pérdida de la inocencia de la infancia.

La infancia también tiene una importancia muy grande, como en todas las obras de Ana María Matute; tal vez en novelas como Paraíso inhabitado tenga más peso, porque sea el tema estrella, pero aquí tiene una presencia muy notable, como por ejemplo con la irrupción de los personajes "que serán" (la corte de la princesa Tontina), o sobre todo con la lengua Ningún, un lenguaje simbólico muy elaborado, melancólico y hermoso que no logran entender los adultos porque no es referencial.

El espacio también sufre la deslocalización de que hablábamos en el tiempo. Sabemos que en este mundo hay un sur cálido, en el que hay piratas berberiscos, placeres y sutileza, un norte agreste de hombres pelirrojos -es muy graciosa la fijación del narrador contra los pelirrojos, metáfora de todo lo brutal en el ser humano-, que existe Roma y el cristianismo, pero no se sabe en qué país -si es que lo hay- estamos ni en qué península. Se podría suponer que estamos en el centro-sur de la península ibérica, pero es todo conjetura, porque nada acompaña en esta idea.

En Olvidado Rey Gudú las metáforas y los símbolos son constantes. Su escritura dista mucho del realismo en el que se inició la autora, con obras como Los Abel o Los soldados lloran de noche. Al igual que en los cuentos, los objetos tienen un valor de utilidad narrativa y de recurrencias. Todo lo que se lee en Rey Gudú, regresará unas páginas después (cuando Ardid era niña, veía el mundo a través de una piedra azul horadada y afilada que se rompió en dos partes; ella se la regaló a su hijo adoptivo Predilecto; él se calló y se la clavó cuando vio a Tontina por vez primera, y se puso pálido y enfermó como consecuencia de la profunda herida... de amor; ésta piedra aún regresará). El salvajismo está en el cabello pelirrojo, y la pureza en los cabellos rubios de Almíbar o Predilecto. Las viñas del sur son la dulzura, frente a las nieves del norte.

Los nombres de personajes y lugares también son simbólicos: valga el ejemplo de Ardid para la niña lista, Predilecto para el niño con mejores cualidades y más querido, Tontina para la princesa niña adolescente, Once para el niño-cisne fuera del tiempo (este símbolo no lo entiendo muy bien, tal vez porque se plantó en once años), etc. Y también los seres mágicos (Hechicero-Maestro, Trasgo, Ondina, Bruja, etc.)

La novela, ciertamente, no tiene desperdicio. Su prosa es muy hermosa -si bien en mi edición hay algunos fallos de imprenta- y se hace muy inmersiva por infantil que pueda parecer la historia relatada. Digo parecer porque en Olvidado Rey Gudú se nos habla del ser humano, de la vida, de los hombres, de las mujeres, de la mirada al más allá desconocido, del amor, de la infancia, del paraíso perdido e irrecuperable, de los niños que fuimos y que vemos según dejan de serlo. Además, se hace con un escepticismo y un sentido del humor muy sutil pero que más de una sonrisa despierta. Es una novela muy bella y muy larga, y el efecto que causa su gran extensión no es tanto el verse abrumado por lo que queda como el verse reconfortado por lo que tardará en acabar.

Aquí podéis entrar en su página web, donde encontraréis un material bastante variado.




viernes, 18 de febrero de 2011

Kalpa imperial, de Angélica Gorodischer

En mi pasado cumpleaños, poco antes de recibir a mis amigos y de pasar a comer pulpo, patatas fritas y tarta de chocolate y beber cerveza y ron -ordenadamente y por pasos, se entiende- entre visita y visita a la cocina para traer platos, cucharas, servilletas y alguna vez también la fregona, tuve que guardar algunos libros que tenía sobre la mesa del comedor. Intento que esa mesa no tenga más cosas encima de las que debe, pero siempre la suele poblar el último juguete que me ha llamado la atención, y, en este caso, se trataba -habéis acertado, Sherlocks- del libro Kalpa Imperial de Angélica Gorodischer.




(Imagen tomada de
http://es.paperblog.com/ donde puede leerse otra reseña de este libro)

Mi amigo Pedro, de creeloquequieras.blogspot.com me lo había regalado con dedicatoria. Además, el libro, el objeto, me atraía: por su portada pulp, por sus colores, por la suavidad de su portada semirrígida, por su tamaño y tipo de letra. No sé por qué, pero estaba deseando echarle un vistazo. Así es que, acabado Gudú, lo empecé al día siguiente.

Kalpa imperial es un libro de cuentos de distinta extensión. Todos tienen en común el estar ambientados todos en un mismo espacio vasto galáctico: el Imperio Más Grande Jamás Conocido (o algo similar). Tienen todos esos cuentos, además, en común, la importante figura del cuentacuentos (jeje, por eso me lo regaló mi amigo) que los narra: en ocasiones es un personaje secundario y en ocasiones es una voz crítica y siempre con fuerte personalidad, autoconciencia y capacidad de opinión. Además, ese narrador-cuentacuentos usa un estilo oral -como no podía ser de otra manera- muy barroco, con un cierto gusto por las oraciones muy extensas en las que se enumeran las mismas informaciones o se reescriben una y otra vez. La palabra del cuentacuentos es, en realidad, lo más importante del libro, puesto que no todos los relatos son especialmente interesantes -o al menos a mí me lo han parecido- pero su voz sí que es muy bella de leer. Además, se puede leer una cantidad de palabras extraordinaria: Angélica Gorodischer tiene un gran vocabulario.

Si se busca en Kalpa Imperial un relato de Ciencia Ficción, lo más que podrá alcanzar un lector aficionado a este género -y yo no lo soy- será la mención de la palabra "planeta". No es un libro que se apoye en una imaginación tecnológica, sino muy al contrario en la imaginación de personajes y en el uso de mitos clásicos, por ejemplo el de las bacantes en "Y las calles vacías" o el de la fundación e historia de las ciudades (La Eneida), las parábolas, etc.

Además, los cuentos de Kalpa imperial tienen de meritorio el no tratarse de "novelas acortadas", es decir, que los personajes, como sucedía en la oralidad y en ocasiones en la escritura se pierde, están para cumplir con un cometido en el relato, y el narrador-cuentacuentos no se extiende excesivamente en descripciones que no tengan una utilidad narrativa: cuando los pinta, -normalmente sólo en unos pocos trazos hiperbólicos y muy originales- o lo hace o por placer verbal o porque cada palabra con que se refiera a ellos sea efectiva narrativamente hablando.

Mención aparte, desde mi punto de vista, merece por su estructura el relato "Las dos manos" en el que distintos narradores pertenecientes a distintas clases sociales y oficios, con distintos puntos de vista, van disputándose el control del relato, sembrando la cervantina sombra de la duda sobre la credibilidad de los demás.

Y poco más. Un libro interesante, sí.




martes, 15 de febrero de 2011

El collar (II)

El collar (II)

Por la forma del estuche en que venía, supe desde el primer momento que se trataba de un collar. Amaba verme desnuda en las sábanas limpias, oscuras o claras, vestida sólo con alguno de los que me regalaba, de plata, con un pequeño diamante, nunca de oro; a veces también con alguna ropa interior inútil salvo en plausibles cuantos de vida, o con unos Manolos que me hacían daño aunque costaran como más de dos de mis antiguos sueldos. El collar brillaba y vibraba en sintonía conmigo, éramos una música igual. Entonces terminábamos y caía rendida y dormía, pero antes de soñar me lo quitaba y lo dejaba en la mesilla, el collar.


(c) El cuentacuentos




El collar

El collar

El perro, lógicamente, no pensó en que el collar fuera necesario para evitar su huida, porque se huye de una prisión cuando se conoce el concepto de libertad y se intuía evolutivamente lastrado para esos menesteres. Sí pensó que le hacía juego con la ferocidad de sus dientes, con la rotunda musculatura que emergía de su brillante pelo recién cortado y con su gran altura de cruz, y pensó también que cuando fuera paseado por la urbanización sería la envidia de los demás perros y el anhelo de todas las perras, hasta las de razas pequeñas, a las que se podía permitir ignorar. En verdad, podía permitirselo con todas. A veces.


(c) El cuentacuentos




lunes, 14 de febrero de 2011

Las mujeres en el rock. Sexo (...) y rock and roll

Sexo (...) y rock and roll

Reflexionando sobre la conocida melodía de “sexo, drogas y rock and roll” se me ocurrió escribir un pequeño ensayo sobre este marbete tan conocido y tan usado. Como, por el momento, lo segundo no me interesa en exceso, centraré mi atención en el primer elemento de la tríada y en el tercero, ¡aunque no como se puede esperar!

Cuando intento reflexionar sobre algo, en ocasiones me muevo desde el abstracto hasta las experiencias sensibles, pero la verdad es que la mayor parte de las veces suelo hacerlo al contrario, es decir, como la mayoría de las personas. Pensaba en el rock and roll y en el sexo, y recordaba los momentos trastabillantes de mi adolescencia en que mi amigo N me dejaba una cinta mal copiada en la cual, cerca del final de la cara B, se escuchaba una canción llamada Shove (tiempo después, indagando por tiendas de discos, porque no estaba generalizado el uso de internet) firmada por unos tales L7. Unas tales L7. Era un grupo de rock duro en el que el cantante era una chica, lo cual dada ya mi escasa cultura musical era impactante.



L7. Shove



Algo me hizo crear en mi mente una relación directa entre la cantante y el resto del grupo, por la cuál la vocalista era metonimia de todos los demás músicos. (Para quien no lo sepa, una metonimia es un recurso literario de los que se usan para embellecer los textos que hace que se tome un elemento por otro por la razón de que coexisten en un contexto, como decir “empuñar el acero” y no “la espada”). Pues como decía, pensé inopinadamente que el grupo era entero de chicas. Y lo peor de todo es que acerté.

¿Por qué existen tan pocos grupos en los que participen mujeres? ¿Por qué su participación es tan singular y tan marcadamente significativa? ¿Por qué no hay un cincuenta por ciento de posibilidades de ver a una mujer como de ver a un hombre en cualquiera que sea el oficio musical al que se apunte? ¿Por qué no hay mujeres productoras ni mujeres técnicos de sonido? Todas estas preguntas me las formulaba en el coche, al regreso del trabajo, hará una semana, según escuchaba por la radio una canción de los Pixies, y disfrutaba de la voz de melocotón de Kim Deal.


The Amps, con Kim Deal. Pacer

Pues es extraño que el papel de la mujer en la música rock sea tan escaso en cantidad. Cualquiera de vosotros que se pase por unos locales de ensayo encontrará una proporción muy escasa de mujeres tocando por ejemplo la batería –porque es un instrumento muy físico-, la guitarra solista –porque tiene mucha responsabilidad-, comprando una etapa de potencia o un amplificador –porque es una decisión/elección muy comprometida- o cargando equipo para dar un bolo. Si hay chicas será como cantantes, como guitarristas secundarias, como bajistas de escaso protagonismo. Por supuesto, al escribir una generalidad estoy incurriendo en numerosísimos errores. Es muy posible, lo sé, que alguna persona que lea esto me quiera corregir llegados a este punto porque conoce a alguien o es hermano de alguien o tiene una cuñada que; yo se lo ahorro afirmando abiertamente que toda abstracción es una reducción. Pero independientemente de ello, regresando a que mi ensayo lo firmo yo, y por tanto es sólo una mera impresión bien alejada de la realidad, si es que esta existe, la impresión que estos lugares de creación de música en bruto me han dejado siempre ha sido que las chicas en el rock tienen pocos papeles y además secundarios.


Belly. Slow Dog

¿Y las cantantes? ¿Y las bajistas? ¿Y las grandes instrumentistas? Tal Wilkenfeld es una extraordinaria bajista, como Paz Lenchantins, Imelda May es una cantante de soul y de rock and roll extraordinaria –no estoy queriendo regresar a los grandes- y se puede rastrear el nombre de muchas otras instrumentistas (pianistas, guitarristas, bateristas, etc.) con un enorme talento. Aunque en proporción bastante inferior a los hombres –lo cual ya es significativo, porque no olvidemos que la mujer no es una minoría numérica, como cuando se la relaciona con sectores de población como los inmigrantes o como los menores- es cierto que algunos de los mejores instrumentistas y cantantes que conozco son mujeres.


Tal Wilkenfeld con Jeff Beck

El problema es precisamente ese: decimos que son mujeres. ¿Por qué hay que destacar el sexo? Si el músico es un hombre, es normal, sería redundante destacarlo; si es mujer, es distinto, es especial, no es normal (hombre) sino que es distinto, otro (mujer). Incluso la misma palabra, según la RAE, debe emplearse en masculino para denotar persona que se dedica a la música. Leemos en el Diccionario panhispánico de dudas:

Músico -ca. ‘Persona que se dedica a la música’. El femenino es música (→ género2, 3a): «La presencia de los jóvenes músicos y músicas de la Orquesta de Cámara Tupay» (Tiempos [Bol.] 11.12.96). No debe emplearse el masculino para referirse a una mujer: *la músico.


Así pues, “el músico”, en masculino, designa a un hombre que se dedica a este arte, “la música”, en femenino, designa a una mujer que hace lo propio. “El músico” en masculino designa a la persona de indiscriminado sexo que toca un instrumento o canta con su voz, y si nos referimos a un grupo mixto, también nos encontraremos con que la palabra en masculino designa a todo el grupo. El concepto lingüístico en el que se basa todo este extraño laberinto se llama “neutralización de oposiciones” y se debe a la fonología de Trubetzkoy aunque como vemos también se hace extensible al léxico. Viene a decir, muy grosso modo, que cuando una elección entre varias posibilidades excluyentes ya no es relevante, para representar al conjunto o suma de ambos elementos que debían ser seleccionados basta con tomar uno de los, y así el hablante no tiene que aprender una palabra más que designe a la suma; es el caso de las palabras “día” (tiempo con luz solar) / ”noche” (tiempo sin luz solar), superadas en su conjunto por la palabra “día” (tiempo completo que tarda la Tierra en girar completamente sobre su eje, comprendiendo una parte con luz solar y otra sin luz solar). Así pues, vemos que “músicos” incluye a “músicas”. Pero es que ya “ellos” comprendía a “ellas”.

Sí, la lengua es sexista. Y clasista. Y muchas otras cosas malas. (Y también algunas buenas.)

¿Toda mujer es sexo activo mientras que todo hombre puede apagar su sexo en la “normalidad”? ¿Son sólo las mujeres públicas, las que suben a escenarios –en concreto los que tienen una batería y unos amplificadores, que son los que nos interesan- quienes no pueden dejar de comunicar su sexo “alternativo” –ya que como hemos visto el sexo normal o no-sexo es el masculino- en todo momento? ¿Sucede lo mismo con los hombres? ¿Y con los hombres rockeros? Es una pregunta que me hago, y que para responder he tratado de buscar el concurso de mujeres o en general de personas a quienes atraigan los hombres. ¿Toda rock star de cualquier sexo es inevitablemente atractiva? ¿Todos los rockeros son bellos y sudan sexo por sus miradas? ¿Qué sucede entonces con la no-actitud o más bien con la actitud de la dejadez? ¿Es posible ésta en las mujeres?


The Cramps

Ante semejante marejada de preguntas, y sin la vana intención de contestarlas todas, confieso mi escasa capacidad para una respuesta general o al menos factible en un alto porcentaje de los casos. Vamos entonces a hacer un camino inverso, del paraíso al infierno, de lo más sencillo de contestar a las enormes e insalvables dudas –insalvables sin enfurruñamiento dogmático, se entiende-. Y empiezo por la no-actitud que es sólo una actitud más. En la no-actitud, claro, se intenta diluir el sexo al igual que cualquier otro rasgo distintivo. En algunos grupos de rock Indie se pueden ver actitudes de este tipo, aunque el rechazo a todo es un arma de doble filo, puesto que negar la “normalidad” y negar también la “anormalidad” no parecen dos posturas que puedan mantenerse a un tiempo.



Dover. The flame

El rockero trata de llamar la atención por todos los medios posibles: es el centro de las miradas, ¡incluso el baterista detrás de su muralla de platos, herrajes y timbales! Tiene algo que comunicar, y esto muchas veces es menos el contenido de sus poemas que comunicarse a si mismo, lo que se llama la “función sintomática del lenguaje”, que no es más que el hecho de que cuando uno habla o se comunica de cualquiera de las maneras, independientemente del contenido de sus palabras también dice algo de sí mismo, de sus opiniones profundas, de su modo de ser, de su estado físico y anímico, etc. Así es que el rockero es muy “sintomático” o, más bien, expresivo, puesto que independientemente de qué traten sus letras, lo que está comunicando es a si mismo.

¿Son bellos todos los rockeros? Bueno… Salvando a según quién, podemos afirmar a boca abierta que sí, incluso los más estrafalarios. Un invocador de Satán es bello tal vez porque sí, pero sobre todo y principalmente por el escenario que lo arropa y que lo eleva. En el teatro del rock, el músico hace un papel de mensajero o de avatar divino: es quien comunica a la persona normal con la Música o con Lo Bueno De Verdad, también conocido como Lo Sublime. Lo cual me lleva a la pregunta siguiente: ¿toda belleza humana es una belleza sexuada? O, lo que es lo mismo, la pregunta del millón: ¿todos los rockeros hombres están fuertemente connotados en su masculinidad? Incluso desde una perspectiva femenina, esta cuestión parece tener enquistada su respuesta, dado que en muchos casos las mujeres piensan, al igual que los hombres suelen hacerlo, que son ellas el elemento sexualmente marcado, es decir, que no son el sexo neutro.


The distillers. City of Angels (Directo)


The distillers. Drain the blood



(Pido una pausa para pedir disculpas por mis errores terminológicos y conceptuales. Mis únicas lecturas de Butler y Beauvoir no me hacen ir muy allá en el espacio teórico del feminismo. Y ahora, cojo aire y vuelvo a la inmersión.)

¿Toda mujer trata de destacar su “feminidad” –sin entrar en si esta es un invento o un instinto- en un escenario o es el escenario el que destaca lo femenino de la mujer ante la mirada culturalmente mediatizada del público masculino y femenino? De nuevo deberemos dejar de lado el sueño de lo universal y lo estable y conformarnos con que cada caso será individual. El aparato comercial del rock, eso sí, tenderá a que la artista mujer proporcione una imagen con un cierto atractivo sexual. La imagen atractiva implica ganancias económicas que, aunque poco tengan que ver con el arte, vienen muy bien a las grandes compañías, que no se preguntan tanto qué es lo que gusta a los oyentes de un grupo sino cuántos han sido los beneficios de ventas de tal artista.



El atractivo significa muchísimo en el rock. Es ridículo pensar en el número de veces que se alude al atractivo de una bajista o de una cantante. “Y encima canta de puta madre”, he oído infinidad de veces; “pero buena está un rato” es una muletilla que las protege de su falta de talento (falta inexcusable en un entorno, nunca lo olvidemos, básicamente artístico). Hasta, a veces, surge la necesidad de protegerse públicamente ante la admiración a una artista poco agraciada con un comentario al hilo como “es un penco, pero toca increíblemente”. Esto sucede también con cualquier mujer pública, con presencia en los medios de comunicación de masas: presentadoras, deportistas, políticas, banqueras. Hasta las ministras tienen presencia en las webs sexuales de hombres. ¿Pero sucede esto con los hombres? (¡Aparecer en las webs eróticas masculinas heterosexuales no, ni en las femeninas: reformulemos!) ¿Los hombres son considerados siempre en función de su atractivo conjuntamente con su competencia? Yo diría que no tanto o no, casi nada. Las mujeres en España empiezan –sobre todo entre mujeres- a expresarse con libertad después de muchos años de dictadura catolicista, pero hoy día siguen luchando contra ciertos tabúes y uno de ellos es el deseo femenino, y otro el atractivo masculino.


Tal Wilkenfeld haciendo un solo. La traducción de los estúpidos comentarios es "El bajo está hecho para acomodar a su seno derecho" y "¡Está cogiendo la virilidad de su hombre, jaja!"


Así pues, la casuística de rockeras es tan grande que no podríamos contemplarla en un ensayito sin pretensiones como este. Si la actitud está ligada al músico, y parece inevitable que lo esté, algunas mujeres en el escenario muestran conductas muy relacionadas con las diferentes tendencias y relaciones entre sexo, género y deseo. ¿Rockeras lésbicas o con actitud extravertida lésbica? Sí. ¿Rockeras hiperfemeninas o con una presencia y atributos visuales, gestuales y musicales muy vinculados a una idea tradicional de la sexualidad y género femeninos, como la sensibilidad, la delicadeza, la dulzura, la voluptuosidad? Sí, y muchas. ¿Rockeras andróginas? También. ¿Rockeras aguerridas, que se acercan a una idea típica de sexualidad y género masculinos? Claro, endureciendo la imagen e incluso llegando a registros vocales más fáciles de alcanzar para un hombre que para una mujer: quien no conozca hasta donde pueden llegar las mujeres debería oír alguna canción de Archenemy.



Arch enemy. My apocalypse



Boss Hog. Whiteout


Y tras esta larga palabrería, que se me ha ido de las teclas, voy a dejar que seáis quienes leéis este ensayo los que toméis conclusiones. Pero lo haré, como no podía ser de otra manera, con una pregunta. ¿Paridad en el senado? ¿Paridad en el congreso? ¿Paridad en los conciertos? Algún día. Sin cuotas.


(c) El cuentacuentos


PS. Añado algunos enlaces de otras páginas en las que se trata el tema, por si os puede interesar. Yo no comparto muchas de las opiniones, y en bastantes casos podéis ver cómo se mezclan la calidad musical con el atractivo físico:

Wixrocks

Equinoxio

Tercera información


viernes, 11 de febrero de 2011

¿Otro bulo?

Este fin de semana intentaré dar forma a una idea de ensayo que tengo llamado "Sexo, (...) y rock and roll". Espero que guste, aunque hasta que no esté publicado y leído, seguirá siendo sólo una ligera esperanza y nada mas.

Hasta pronto.