Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

lunes, 29 de julio de 2013

Intento de escapada, de Miguel Ángel Hernández

Cómo llegó este libro a mis manos es una de esas historias tontas y rocambolescas. Hace un tiempo vi en El Corte Inglés, mientras esperaba a alguien, una pila de libros iguales en la sección de novedades. Esto no es habitual, dado que en esas mesas de libros suele haber una competencia feroz entre las novedades. Eran libros de Anagrama, lo cual para mí es un atractivo añadido puesto que es una editorial cuyo catálogo me gusta bastante. Y el autor era un tal Miguel Ángel Hernández, al cual no conocía, como a tantísimos otros buenos y malos escritores. En algún sitio, la contraportada o el cartelito sobre la pila de libros, leí que era un autor murciano, como yo, como El Corte Inglés y la Gran Vía. Bueno o malo, era algo que podía tener en cuenta.

Volví a ver el libro, me crucé con él en otras librerías de la ciudad y en ese mismo gran almacén mientras el tiempo, como suele decirse, seguía pasando. Y un día, charlando con otros cuatro amigos amantes de las letras, salió el tema. Y uno me dijo que era familiar suyo. Y como yo le había llevado, para que disfrutara con la maquetación, la edición del vigésimo aniversario del juego de rol La llamada de Cthulhu, él tuvo a bien dejarme el libro del que hoy vamos a decir unas cosas. ¡Pero la historia no acaba aquí! Me llevé el libro de mi amigo a un torneo de juegos de cartas (Magic, the gathering, para el que entienda), para relajarme entre manga y manga. No era en absoluto el lugar idóneo para leerlo, y me di cuenta enseguida, entre la primera y la segunda partida. Pero tenerlo allí hizo que, de golpe y porrazo, uno de los participantes (y un torneo de este juego por lo general no reúne a demasiados intelectuales, y digo intelectuales, que no personas inteligentes), conocido mío de la tienda donde ambos jugábamos, me comentara que él conocía el libro y de hecho conocía al autor porque había trabajado codo con codo con él en la universidad. Acto seguido me desveló alguna hipótesis de lectura de la novela que aunque mal estaba empezando y me presentó otros textos del autor, recomendándome que buscara un título del que recuerdo la palabra "infraleve" (adjetivo que hallé en la propia Intento de escapada). Qué cosas. Ya no juego a Magic.






Intento de escapada es una novela que trata del mundo del arte. No es La conquista del aire, reseñada hace unos pocos días en el sentido de que el debate ideológico es más dulce, las ideas son expresadas menos vehementemente que en el libro de Belén Gopegui. Intento... Es una novela en la que el protagonista, recibe el encargo, por parte de su profesora de arte contemporáneo, de acompañar y ayudar a un artista de renombre internacional, lo cual le creará durísimos y difícilmente resolubles problemas personales y también en su idea del arte. Puesto que se trata de una novela construida con intriga, no quiero desvelar nada más de la historia, ni siquiera con un aviso en letras versales o mayúsculas.

Miguel Ángel Hernández, autor murciano. ¿Qué decir de la cacareada relación del autor y su novela con Murcia? Bien, todos, murcianos y no murcianos pero en general habitantes de provincias que no albergan grandes metrópolis conocemos nuestros handicaps. El acceso a la información-formación es uno de ellos, de ahí que siempre parezcamos, con respecto a los capitalinos, atrasados en las tendencias, en las modas. Poco actualizados. Otra de las desventajas que tiene vivir en la provincia de la capital es la de la falta de acceso a las grandes novedades. En fin, podríamos seguir con una versión contemporánea del menosprecio de corte y alabanza de aldea y/o viceversa, modificada por la llegada de internet, pero este no es lugar. Baste con decir que esta gran novela se puede leer en Murcia y fuera de Murcia, con referencias y guiños y sin ellos. Gocemos de la novela y dejémonos de localismos.





Nunca me ha gustado decir que un lugar es un protagonista. Si no recuerdo mal, no se pone nombre a la ciudad, pero es pequeña, de provincias, un poco atrasada, etc. Yo la he identificado como Murcia, un poco como la Vetusta de Clarín. De la ciudad, quizá Murcia, se habla mucho en Intento de escapada: a ningún lector murciano un poco atento se le escaparán referencias como el barrio inmigrante de San Andrés, la gasolinera de El Rollo, a la que llega la furgoneta a recoger inmigrantes, etc. A lo mejor me equivoco, pero yo a estos lugares desarraigados les he puesto imagen en estos enclaves de mi ciudad. Se me ocurre también el Centro Cultural Párraga, donde se llevan a cabo actuaciones artísticas más arriesgadas e innovadoras que en otros lugares de la ciudad. De ese modo, también pude ponerle cara a los personajes, acento a sus voces, color a sus calles, etc. Y sin embargo, todo esto es fruto de una interpretación, no podemos decir que se trate de un enmascaramiento inequívoco. ¡Bendita literatura inagotable!

El género, como viene siendo habitual en las últimas novelas, también está ligeramente en juego. No es que Intento de escapada deje de ser una novela, muy claramente, que lo es: se trata de un relato con personajes, espacios, acciones, tiempos, una diferencia clara entre los sucesos y su presentación manipulada, un narrador (en una preciosa primera persona), un punto de vista, etc. En ese sentido no nos podemos equivocar. Pero, ¿qué sucede cuando el autor, el narrador y el personaje se mezclan con ambiguëdad? Intento de escapada es un título que puede leerse de manera polisémica: ¿qué significa? ¿De qué intenta escapar quién? ¿El modelo, en la ficción, se escapa de la obra? ¿El personaje, en la ficción, se escapa de su yo aborrecido? ¿El personaje, en la ficción, se escapa de su espacio? ¿El personaje, en la ficción, se escapa de sus creencias? ¿El personaje se escapa de la categoría de personaje y se convierte en narrador-falseador? ¿El personaje se convierte en narrador y se escapa de la mediocridad de los demás personajes? ¿El personaje se escapa de su categoría de narrador y se convierte además en escritor, expresando sus dudas acerca del acercamiento a la materia, qué género escoger, cómo adaptarlo a lo que quiere comunicar? ¿El personaje se convierte no ya solo en escritor sino en crítico de su novela? Por la foto de la contraportada sabemos que Miguel Ángel Hernández no es el joven obeso que protagoniza la novela, pero poco más. ¿Cuánto hay de él en el personaje-narrador? ¡Si ni siquiera la cita inicial de la novela es de una persona real, sino de un personaje de la propia novela! Realmente, estos saltos mortales de la narración son una maravilla vernatina con los que he gozado como un niño, sobre todo acercándose ya el final de la novela. Otros aspectos de la novela me han dejado más frío, como el acercamiento a la inmigración o las partes más costumbristas de la vida estudiantil.

Los personajes más importantes de la novela están realmente bien trazados, tanto el héroe como el antihéroe, y los paralelismos entre ellos, su falibilidad, sus miserias, son magníficos. Algunos de los secundarios, salvo el más importante de todos ellos, Helena, la profesora, son, a mi parecer, un poquito tópicos. No recuerdo si esta pequeña crítica, que en poco ensombrece el resultado -una novela bastante buena- entra también en la autocrítica del narrador: sí, el narrador hace autocrítica de su propio relato. No quiero entrar en más detalles para no estropear lecturas que, como he dicho, exigen leer más y más, pero me muerdo la lengua. Sólo diré que se me vienen dos palabras a la cabeza: seudoficción y autoficción. Este libro "engancha". Vaya que sí. Cuidado si lo empezáis y no tenéis tiempo porque a las malas se lo buscaréis.




Un tema interesante de la novela es el problema de la semiosis del arte, el arte como un proceso de comunicación en el que el autor tiene una intención y una idea, la plasma en una obra (para cuya lectura, sin embargo, no hay un código), la obra como mensaje llega a un receptor que (sin código, parcialmente a ciegas, basándose solo en su intuición y su conocimiento histórico del mundo y del arte) entonces trata de interpretarla, es decir, se plantea hipótesis de qué es lo que ha querido decir el autor y con qué fin ha querido comunicarse, para qué. (Algo parecido a lo que me expresó mi amigo en el torneo de cartas.) El antagonista, ensoberbecido, desprecia a sus mediadores y a sus receptores, incluidas sus interpretaciones. Desprecia incluso el mensaje, la obra en sí. Sólo valora la intención de la obra y el momento de su creación. Además, hay otros temas interesantes como pueda ser el de la esterilidad, la negación del artista a crear, etc.

Antes de acabar me gustaría nombrar alguna lectura que me ha recordado esta novela. Es un juego de referencias al que no concedo ningún valor, pero admitamos que a todos, con un café o una cerveza delante, nos gusta ese "me ha recordado a...". Pues a mí me ha recordado El mapa y el territorio pero también Las partículas elementales de Michel Houellebecq, me ha recordado Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato y también, aunque lejanamente, las vueltas que se traían con la ficción Luigi Pirandello y Miguel de Unamuno. Como se ve, a mí lo que me traído a la cabeza son esas obras que plantean un mundo trágico, un mundo sin interpretaciones subversivas, sin perspectivas variadas, un mundo donde la verdad y el mal existen, aunque ya pocos crean en ellos.




domingo, 28 de julio de 2013

La conquista del aire, de Belén Gopegui

Después de leer El padre de Blancanieves, posiblemente uno de los títulos de novela que menos me atraía de todos los títulos consultados aquella tarde en la biblioteca, unido a una la contraportada que más me hechizó de todas, unos meses despúes, me dije de leer otra de la Gopegui. Con lo leído en El padre... Me daba a mí que lo bueno -y lo malo- de aquella novela no era santo de una misa. Y acerté, al menos en mi lectura de La conquista del aire.

La novela empieza a tres mil quinientas revoluciones -para quien conduzca un gasolina, a cuatro mil quinientas- siempre y cuando en la lectura de una novela agrade leer también una reflexión sobre esta. A mí me encanta, y por ello su prólogo me resultó fascinante. Es de un valor extraordinario. Hoy día, en que la novela es en un porcentaje muy elevado -incluso fuera del mercado del bestseller- un artefacto de creación de placer o bien de contenido (por las historias asombrosas o al menos diferentes que cuente) o bien de forma (por las innovaciones estilísticas que plantee), la autora reivindica una lectura diferente: la lectura como campo de experimentación y demostración de teorías psicológicas y sociales. Parece nuevo, y, paradójicamente, podemos decir que lo es. Y escribo la palabra paradójicamente porque cuando algo, un objeto, una tendencia, una idea, ha quedado muy arrumbada en el recuerdo por cánones nuevos, resucitar esa idea, si se hace de manera inteligente, aunque no sea crear algo de la nada sí es convertir ese vejestorio, esa antigualla en algo diferente, nuevo, recontextualizado. ¿Qué inventa y/o resucita la Gopegui? La novela de tesis.





(Imagen de Wikipedia.org)



Una novela de tesis se basa en una estructura argumentativa, que no es más que (ni menos que) una serie de relaciones lógicas. De un acuerdo inicial o premisa se pasa a unos argumentos (o datos) que relacionados entre ellos y con la premisa de ciertas maneras habilidosas nos llevan de modo lógico a la conclusión final (a la que llamamos idea o tesis). La premisa puede quedar oculta o ser explícita, y los argumentos pueden anticipar, rodear o continuar a la tesis. La conquista del aire muestra públicamente las premisas y la tesis en el prólogo. Su demostración será ni más ni menos que la novela, el relato que continúa y que demuestra cómo la tesis del escritor era la correcta. Personalmente, la novela de tesis para mí no es más que un juego intelectual, ni más ni menos que una novela detectivesca. Enseguida conozco el principio y el final, pero la habilidad del escritor es llevarme del uno al otro. Disfrutar el camino. Un relato inventado, de ficción, por verosímil, cercano y bien construido que resulte, no es la prueba infalible de nada. Ana Ozores es tan real como la Dama Galadriel. Y, además, en la edad dorada de la novela de tesis (la mitad del siglo XIX), sobre el mismo problema se hacían novelas de tesis opuestas para demostrar cómo de una misma premisa se acababa llegando por diferentes argumentaciones-relatos a diferentes resultados-tesis.

¿Y cuál es la tesis de la novela? Bien, merece la pena leerla, desde luego. Yo he disfrutado la inmensa mayoría de sus páginas. Según recuerdo, es la primacía (y la prelación) de lo económico sobre lo moral, es decir, que una actitud política de compromiso moral sólo se puede alcanzar con unas condiciones básicas. Y no hay que perder de vista que Belén Gopegui es una intelectual de izquierdas, pero su capacidad autocrítica es laudable. Para ello, para comprobar que solo sin problemas se puede aspirar a una lucha social, y admito que estoy simplificando demasiado la cuestión, la autora se mete en su laboratorio y coge a sus personajes, tres amigos, intelectuales de clase media con intereses políticos de izquierdas y condiciones económicas burguesas, y sacude sus vidas con un suceso tan inesperado como un préstamo. Uno de los tres, principal accionista de una empresa en mal estado económico, le pide un préstamo a los otros dos, comprometiendo su amistad y sacudiendo sus vidas. El problema es que ellos, intelectuales, no van a dejar de analizar sus respectivas vidas y van a darse cuenta del viejo estribillo "del dicho al hecho..." Aunque reducir toda la novela a un teatro de hipocresías no sería justo, porque tiene una densidad considerable de personajes secundarios con interesantes problemáticas. Además, se podría decir que la novela es una crítica a la izquierda intelectual burguesa, meditativa, contemplativa e inactiva.

Pero volvamos con la novela de Belén Gopegui. Esta novela lo que rebosa es fuerza. Tal y como adelanta su maravilloso prólogo, el interés de la autora no está en la forma, en el primor de las palabras. La Gopegui hace pocas concesiones, no le hace excesivas concesiones al oído del lector. Lo cual no significa que nos caigamos al otro extremo: no es una novela mal escrita, con un lenguaje vulgar u ordinario, o aburrido. Algunas páginas tienen una muy buena prosa, y, por qué negarlo, algunos momentos de intenso lirismo. Simplemente, en general, no es tan brillante, no es un lenguaje con la idea de llamar la atención sobre si mismo, como el de otras novelas. Es extraño abrir la novela por una página cualquiera y quedarte arrebatado, no es una novela de García Márquez o de Julio Llamazares.



 (Entrevista a Belén Gopegui)



La construcción de la novela, sin embargo, sí está muy cuidada. Tiene una cierta circularidad (comienza de manera similar a como acaba, aunque haya cambios importantes que no quiero desvelar), breves capítulos, partes, paralelismos...

Los personajes de esta novela son interesantes, aunque cuesta meterse en la piel de ellos porque el narrador no los describe sensorialmente en profundidad, si bien sobre su historia y sobre su carácter sabemos mucho, ya sea a través de ellos mismos o a través de lo que otros dicen sobre ellos o incluso sobre cómo los desenmascaran, como hacían los dramaturgos naturalistas de principios del siglo XX. (En este sentido a mí me trajo al recuerdo a Strindberg, a O´Neil, a Chejov, a Ibsen... No en su totalidad, pero sí es una novela bastante dialogada). Los personajes, he llegado a pensar, adolecen de falta de credibilidad, pero al término de la novela no voy tan lejos, y me planteo si la idea de la autora en este sentido ha sido un poco la de Brecht, gran dramaturgo y pensador de izquierdas que inventa una manera de hacer teatro basada en la no identificación, en la distancia crítica de análisis. A lo mejor por eso Gopegui no quiere que amemos a Carlos u odiemos a Santiago, es una posibilidad. Leer, hablando sin deseo de análisis totalitario, no es más que lanzar hipótesis de interpretación probables, sin ánimo de agotar todas las demás. Los personajes, en general, a mí me han dado la idea de marionetas, dicho esto para bien. No parece que a la autora se le escapen de las manos ni que cobren una vida secreta al margen de su función. Es una novela bastante coral, en la que ninguno de los tres personajes principales cobra un protagonismo especial por encima de los demás (salvo, tal vez, Carlos, el empresario).

Otra idea me ronda la cabeza tras la lectura de esta novela, y es su caducidad. La conquista del aire está situada en unos años cercanos que han pasado. Leemos y escribimos relatos en los que el tetrabrik de leche cuesta 0,75€ (de media). Pero, ¿qué pasará cuando lo que escribimos hoy, dentro de veinte años, esté caduco? Si es un detalle como el precio de la leche, tal vez, con una pequeña nota al pie de página se evite la sonrisa irónica del lector, pero si de lo que se habla es de un modo de vida coetáneo del momento de escritura, de principios de siglo XXI, ¿qué sucederá con la lectura de La conquista del aire después de la crisis económica de los años 2007-20...? Esa es una duda importante que me queda: la vida de muchas personas ha cambiado demasiado como para ajustarla con un pequeño factor de corrección del IPC, tanto cuantitativa como sobre todo cualitativamente. Espero una novela de esta autora sobre la crisis. Me gustaría mucho leerla.

Poco más voy a decir. Me ha gustado, ciertamente. Y me ha hecho pensar, que es lo que creo la autora trataba de lograr. Así que me alegro de haber cogido este título de la editorial Debolsillo, donde tiene publicados a buen precio otros tantos. Una buena lectura.



Para cerrar, dejo dos enlaces. El primero es muy interesante.