Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

domingo, 28 de julio de 2013

La conquista del aire, de Belén Gopegui

Después de leer El padre de Blancanieves, posiblemente uno de los títulos de novela que menos me atraía de todos los títulos consultados aquella tarde en la biblioteca, unido a una la contraportada que más me hechizó de todas, unos meses despúes, me dije de leer otra de la Gopegui. Con lo leído en El padre... Me daba a mí que lo bueno -y lo malo- de aquella novela no era santo de una misa. Y acerté, al menos en mi lectura de La conquista del aire.

La novela empieza a tres mil quinientas revoluciones -para quien conduzca un gasolina, a cuatro mil quinientas- siempre y cuando en la lectura de una novela agrade leer también una reflexión sobre esta. A mí me encanta, y por ello su prólogo me resultó fascinante. Es de un valor extraordinario. Hoy día, en que la novela es en un porcentaje muy elevado -incluso fuera del mercado del bestseller- un artefacto de creación de placer o bien de contenido (por las historias asombrosas o al menos diferentes que cuente) o bien de forma (por las innovaciones estilísticas que plantee), la autora reivindica una lectura diferente: la lectura como campo de experimentación y demostración de teorías psicológicas y sociales. Parece nuevo, y, paradójicamente, podemos decir que lo es. Y escribo la palabra paradójicamente porque cuando algo, un objeto, una tendencia, una idea, ha quedado muy arrumbada en el recuerdo por cánones nuevos, resucitar esa idea, si se hace de manera inteligente, aunque no sea crear algo de la nada sí es convertir ese vejestorio, esa antigualla en algo diferente, nuevo, recontextualizado. ¿Qué inventa y/o resucita la Gopegui? La novela de tesis.





(Imagen de Wikipedia.org)



Una novela de tesis se basa en una estructura argumentativa, que no es más que (ni menos que) una serie de relaciones lógicas. De un acuerdo inicial o premisa se pasa a unos argumentos (o datos) que relacionados entre ellos y con la premisa de ciertas maneras habilidosas nos llevan de modo lógico a la conclusión final (a la que llamamos idea o tesis). La premisa puede quedar oculta o ser explícita, y los argumentos pueden anticipar, rodear o continuar a la tesis. La conquista del aire muestra públicamente las premisas y la tesis en el prólogo. Su demostración será ni más ni menos que la novela, el relato que continúa y que demuestra cómo la tesis del escritor era la correcta. Personalmente, la novela de tesis para mí no es más que un juego intelectual, ni más ni menos que una novela detectivesca. Enseguida conozco el principio y el final, pero la habilidad del escritor es llevarme del uno al otro. Disfrutar el camino. Un relato inventado, de ficción, por verosímil, cercano y bien construido que resulte, no es la prueba infalible de nada. Ana Ozores es tan real como la Dama Galadriel. Y, además, en la edad dorada de la novela de tesis (la mitad del siglo XIX), sobre el mismo problema se hacían novelas de tesis opuestas para demostrar cómo de una misma premisa se acababa llegando por diferentes argumentaciones-relatos a diferentes resultados-tesis.

¿Y cuál es la tesis de la novela? Bien, merece la pena leerla, desde luego. Yo he disfrutado la inmensa mayoría de sus páginas. Según recuerdo, es la primacía (y la prelación) de lo económico sobre lo moral, es decir, que una actitud política de compromiso moral sólo se puede alcanzar con unas condiciones básicas. Y no hay que perder de vista que Belén Gopegui es una intelectual de izquierdas, pero su capacidad autocrítica es laudable. Para ello, para comprobar que solo sin problemas se puede aspirar a una lucha social, y admito que estoy simplificando demasiado la cuestión, la autora se mete en su laboratorio y coge a sus personajes, tres amigos, intelectuales de clase media con intereses políticos de izquierdas y condiciones económicas burguesas, y sacude sus vidas con un suceso tan inesperado como un préstamo. Uno de los tres, principal accionista de una empresa en mal estado económico, le pide un préstamo a los otros dos, comprometiendo su amistad y sacudiendo sus vidas. El problema es que ellos, intelectuales, no van a dejar de analizar sus respectivas vidas y van a darse cuenta del viejo estribillo "del dicho al hecho..." Aunque reducir toda la novela a un teatro de hipocresías no sería justo, porque tiene una densidad considerable de personajes secundarios con interesantes problemáticas. Además, se podría decir que la novela es una crítica a la izquierda intelectual burguesa, meditativa, contemplativa e inactiva.

Pero volvamos con la novela de Belén Gopegui. Esta novela lo que rebosa es fuerza. Tal y como adelanta su maravilloso prólogo, el interés de la autora no está en la forma, en el primor de las palabras. La Gopegui hace pocas concesiones, no le hace excesivas concesiones al oído del lector. Lo cual no significa que nos caigamos al otro extremo: no es una novela mal escrita, con un lenguaje vulgar u ordinario, o aburrido. Algunas páginas tienen una muy buena prosa, y, por qué negarlo, algunos momentos de intenso lirismo. Simplemente, en general, no es tan brillante, no es un lenguaje con la idea de llamar la atención sobre si mismo, como el de otras novelas. Es extraño abrir la novela por una página cualquiera y quedarte arrebatado, no es una novela de García Márquez o de Julio Llamazares.



 (Entrevista a Belén Gopegui)



La construcción de la novela, sin embargo, sí está muy cuidada. Tiene una cierta circularidad (comienza de manera similar a como acaba, aunque haya cambios importantes que no quiero desvelar), breves capítulos, partes, paralelismos...

Los personajes de esta novela son interesantes, aunque cuesta meterse en la piel de ellos porque el narrador no los describe sensorialmente en profundidad, si bien sobre su historia y sobre su carácter sabemos mucho, ya sea a través de ellos mismos o a través de lo que otros dicen sobre ellos o incluso sobre cómo los desenmascaran, como hacían los dramaturgos naturalistas de principios del siglo XX. (En este sentido a mí me trajo al recuerdo a Strindberg, a O´Neil, a Chejov, a Ibsen... No en su totalidad, pero sí es una novela bastante dialogada). Los personajes, he llegado a pensar, adolecen de falta de credibilidad, pero al término de la novela no voy tan lejos, y me planteo si la idea de la autora en este sentido ha sido un poco la de Brecht, gran dramaturgo y pensador de izquierdas que inventa una manera de hacer teatro basada en la no identificación, en la distancia crítica de análisis. A lo mejor por eso Gopegui no quiere que amemos a Carlos u odiemos a Santiago, es una posibilidad. Leer, hablando sin deseo de análisis totalitario, no es más que lanzar hipótesis de interpretación probables, sin ánimo de agotar todas las demás. Los personajes, en general, a mí me han dado la idea de marionetas, dicho esto para bien. No parece que a la autora se le escapen de las manos ni que cobren una vida secreta al margen de su función. Es una novela bastante coral, en la que ninguno de los tres personajes principales cobra un protagonismo especial por encima de los demás (salvo, tal vez, Carlos, el empresario).

Otra idea me ronda la cabeza tras la lectura de esta novela, y es su caducidad. La conquista del aire está situada en unos años cercanos que han pasado. Leemos y escribimos relatos en los que el tetrabrik de leche cuesta 0,75€ (de media). Pero, ¿qué pasará cuando lo que escribimos hoy, dentro de veinte años, esté caduco? Si es un detalle como el precio de la leche, tal vez, con una pequeña nota al pie de página se evite la sonrisa irónica del lector, pero si de lo que se habla es de un modo de vida coetáneo del momento de escritura, de principios de siglo XXI, ¿qué sucederá con la lectura de La conquista del aire después de la crisis económica de los años 2007-20...? Esa es una duda importante que me queda: la vida de muchas personas ha cambiado demasiado como para ajustarla con un pequeño factor de corrección del IPC, tanto cuantitativa como sobre todo cualitativamente. Espero una novela de esta autora sobre la crisis. Me gustaría mucho leerla.

Poco más voy a decir. Me ha gustado, ciertamente. Y me ha hecho pensar, que es lo que creo la autora trataba de lograr. Así que me alegro de haber cogido este título de la editorial Debolsillo, donde tiene publicados a buen precio otros tantos. Una buena lectura.



Para cerrar, dejo dos enlaces. El primero es muy interesante.





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