El collar
El perro, lógicamente, no pensó en que el collar fuera necesario para evitar su huida, porque se huye de una prisión cuando se conoce el concepto de libertad y se intuía evolutivamente lastrado para esos menesteres. Sí pensó que le hacía juego con la ferocidad de sus dientes, con la rotunda musculatura que emergía de su brillante pelo recién cortado y con su gran altura de cruz, y pensó también que cuando fuera paseado por la urbanización sería la envidia de los demás perros y el anhelo de todas las perras, hasta las de razas pequeñas, a las que se podía permitir ignorar. En verdad, podía permitirselo con todas. A veces.
(c) El cuentacuentos
El perro, lógicamente, no pensó en que el collar fuera necesario para evitar su huida, porque se huye de una prisión cuando se conoce el concepto de libertad y se intuía evolutivamente lastrado para esos menesteres. Sí pensó que le hacía juego con la ferocidad de sus dientes, con la rotunda musculatura que emergía de su brillante pelo recién cortado y con su gran altura de cruz, y pensó también que cuando fuera paseado por la urbanización sería la envidia de los demás perros y el anhelo de todas las perras, hasta las de razas pequeñas, a las que se podía permitir ignorar. En verdad, podía permitirselo con todas. A veces.
(c) El cuentacuentos
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