Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

lunes, 9 de noviembre de 2009

Envejecer

Envejecer


Como si se tratara de una pared disimulada en tenista, cada pelota que propulsamos hacia la oscuridad nos viene con una energía redoblada. El caso que me propongo analizar es el de ver a alguien muy debilitado por los años, y observar atónitos que ese alguien, mirado con atención, no es sino Edipo: uno mismo.

Quien considere que la maldad del envejecimiento es la cercanía de la muerte, se equivoca neciamente. Adulto, maduro o senil no es quien tiene mayor probabilidad de morir. Hoy en día, sólo uno de cada diez es nacido (qué se le va a hacer, me gusta la perspectiva de este anglicismo) en un lugar del mundo pacífico, sin explosiones cerca de sí; vivir cerca de las antenas, las computadoras, las redes electromagnéticas, la venenosa alimentación industrial en nuestro interior aceleran la proliferación de enfermedades épicas... Los ejemplos son varios, pero la idea es una: morir es sencillo, no está tan lejos, no noes es ajeno. Los niños mueren como los ancianos. Ser adulto es tener la perpleja conciencia de la posibilidad de morir.

Empecé a saber que estaba haciéndome mayor (o que lo era) cuando, una mañana de invierno, comprendí que ya no volvería a ser invulnerable. Recuerdo cuando era pequeño y cada error podía reintentarse, no más que una divertida anécodta; entonces, sin darme cuenta, el tiempo comenzó a correr a mis espaldas, como en aquel juego de niños, el escondite, el mundo oscuro, el palito inglés... Pero esa mañana soleada de invierno en que me advirtieron que mi flirteo con el patinaje había acabado en una fractura múltiple del malar y del pómulo, seguramente algo cambió. Era casi primavera. marzo saliente, y yo debí firmar un pacto solemne y tácito con la muerte, por el cual me hacía cargo de mi vida. Sólo perdí la sensibilidad en la mitad de mi cara.

Dos consecuencias se pueden extraer de esta certeza. La primera es que el paso social de la infancia a la madurez no es sino una mascarada, un cambio de atuendos y de juegos con nuevas compañeras y compañeros, nuevos caramelos, nuevos patios. La segunda es que... Bueno, que debo irme al trabajo y que concluiré este artículo en cuanto me sea posible. A fin de cuentas, esto es un blog solitario y no creo que nadie se ofenda mucho por este final de entrada. Si lo hizo porque le gustó, puede esperar a que la concluya esta noche o mañana.


(c) El Cuentacuentos


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