Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

martes, 13 de abril de 2010

Vaya un crápula... Heinrich Heine

Estos días estoy leyendo Alemania. Un cuento de invierno, de Heinrich Heine. Es... Digamos que tiene una base narrativa a lo cual se suma que está escrito en verso y que es poesía porque es muy rítmico, etc.

¡Pero qué animal que es! Hacía tiempo que no me echaba unas carcajadas con un libro, y es que Heine, el Heine de las leyendas que le gustaban tanto a Rosalía y a Bécquer, es un pedazo de animal. De lo que he podido leer, en Alemania se cultivó una faceta del Romanticismo que en España se conoce poco, que es la narrativa (a veces en contacto con el ensayo) de tipo irónico y sarcástico; es un libro anticlerical, antirreligioso, antinobiliario, antiburgués, anticonservador -dentro de que es un libro romántico-, etc. Habla constantemente de comer, de emborracharse, de ser libre, de no someterse a los siseñores del mundo. Atentos a la jugada: se trata de un poemario de intención lentamente nacionalista en el que el autor viaja de ciudad en ciudad a su regreso del exilio en París, y escribe cosas como:

(La traducción es de Jesús Munárriz para Hiperión; como siempre, si a los propietarios les disgusta que su texto aparezca por aquí, se borrara)



Salí de Colonia a las ocho
menos cuarto de la mañana;
llegamos a Hagen a eso de las tres,
allí es donde se come.

(...)

¡Castañas estofadas con berza!
¡Así las comía en casa de mi madre! (alem. "Mutter")
¡Bacalaos hogareños, recibid mis saludos!
¡Qué bien nadáis en mantequilla! (alem. "Butter")


Ahí se ve que un tipo que rima madre con mantequilla no va a respetar a nada ni a nadie... Aunque quien sabe... Tal vez, poner a una madre a la altura de la mantequilla es decir cosas muy buenas de ella. Pero no entremos ahí...

Otra: en un sueño, el antiquísimo emperador alemán se aparece en sueños a Heine, y éste le lleva morosamente a hablarle de lo siguiente:

De pronto se paró el emperador,
me miró con gran fijeza
y dijo: "Por amor de Dios, cuéntame
qué es eso de guillotinar."

"Guillotinar -le expliqué-
es un nuevo método
con que se lleva de la vida a la muerte
a las gentes de esa clase. (...)
"

¡El rey y la reina!
¡Tirados! ¡En un tablón!
¡Esto va contra todo respeto
y toda etiqueta!
"

O, por último, riéndose de los tópicos que no se cuestionan del nacionalismo:

"¡Este es el aire de mi patria!
¡La mejilla ardiente lo nota!
¡Y este lodo del camino real
es el fango de mi patria!

Los caballos meneaban las colas
tan familiarmente como viejos conocidos
y sus boñigas me parecían tan hermosas
como las manzanas de Atalanta."


El libro merece la pena. La traducción es muy buena, porque respeta todo el tono de taberna salvo cuando el autor se despega de él. Leído entero es aún mejor, tiene unos juegos con la Odisea muy curiosos: cuando regresa a Hamburgo, su ciudad, todo ha cambiado y la diosa Hammonia, algo distinta de la típica enamorada frágil romántica:

"Y cuando llegué a la Drehbahn
vi en ella a la luz de la luna
a una hembra sublime, a una moza
de maravillosa espetera.

Su rostro era redondo y sanote,
ojos azules cual turquesas,
mejillas como rosas, la boca de cereza,
también algo bermeja la nariz." (¿De estar borrachuza?)



Pues eso, recomendado. Otro día hablo de las Opiniones del gato Murr, de E. T. A. Hoffmann.






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