Al salir de la cripta encontré a uno de los porteadores babeando sangre y con una flecha atravesando su muslo. Era uno de los tres que habían intentado estafarnos llevándose el botín y abandonandonos a nuestra suerte entre todos esos enormes escarabajos, serpientes y demás seres horribles. Lo cogí por el hombro y lo llevé a un claro. Lo curé, lo acompañé hasta que se restableció. Se llama Shamik. Ahora es mi marido.
Pues como nadie dijo que no, asumo que sí. ¡Podemos hablar de música!
Empezaremos con un recuerdo a un grupo que me gusta mucho. Son la energía y el recuerdo, el pastiche y la revolución en guateque. Son la hostia y unos horteras. Los Ramones en el museo de los recuerdos. Karl Marx en la era Internet. La Posmodernidad más petarda con las riffs más puros.
We are all cultural prostitutes!
¡Ahí van! Con vosotros, The (International) Noise Conspiracy.
Debido a mi escaso tiempo libre, me resulta difícil encontrar un ratito para escribir algo que no sea un microrrelato. Por exigencias del trabajo, oigo una hora de música al día, en ocasiones dos.
Esto me hace preguntarme: ¿gustaría que hablara también un poco de música? Como la anciana está sorda como una tapia -excepto para oír lo que le interesa, ella no opina. Pero, ¿qué os parece a los demás, mis seis confesos seguidores? ¿Abrimos la espita también a la música?
Ahora estoy inmerso en un trabajo, de hecho, que se llama "La música y el Romanticismo alemán". Sin embargo, creo que escribiría más sobre la música que más escucho: rock and roll. Si estáis de acuerdo, decid que sí. Si no, negaos en redondo y hackead Blogger. Si no decís nada, haré lo que me dé la gana y la anciana me deje.
En este mundo traidor nada es verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira.
De Monsieur Campoamor. Malo para perros.
(No me hagáis mucho caso: Llevo una hora escribiendo y la alianza cachonda de Blogger+Internet Explorer se ha cargado mi texto. Pero pese a todo es flojo...)
Anónimo Moomin de Utrera, de sexo femenino, afición por el cine carcelario y agudos -y ocurrentes- comentarios, ha venido dándonos a gotas contadas algunos datos de su identidad. Tambén nos ha proporcionado una crónica -la única, vaya, del blog- sobre su experiencia solipsista del visionado de Celda 211. La anciana dice de ella que "es una cría muy graciosa". La anciana es un poco impresentable y bastante mema, como todos los que pasáis de vez en cuando por aquí sabéis, pero en ocasiones tiene intuiciones muy certeras. Y en este caso hay que darle la razón. Sí, Anónimo Moomin de Utrera es un fichaje como la copa de un pino.
Así es que, ya sabéis... Si Anónimo Moomin de Utrera ha caído, todos caeréis. ¡Salid del armario bloguero! ¡Visitantes esporádicos, dejad vuestro nombre como seguidores! ¡Propagad la fe murmullera! ¡Haceos fans -como dice el Sr. Salvador/Jesús/Suto, el hombre de los tres nombres- del más grande blog jamás concebido -que no realizado- del espacio virtual!
Por una acera medianamente ancha de Utrera, 4 jóvenes, tal vez aún no mayores de edad, hablan animadamente, a voces, de su fin de semana. Su aspecto es tan expresivo como sus gestos y sus palabras: sus piernas son largas, sus faldas, cortas, sus cabellos, trabajados, y sus rostros, largamente maquillados.
Mi mujer y yo caminamos en sentido contrario a las jóvenes.
Hay un tercer elemento. Es una anciana en bata, seguramente huelga decir la calidad de la bata, con una bolsa de basura en su mano.
No cabemos los tres grupos. Las jóvenes no se percatan de que haya nadie más en la calle y no se mueven. La anciana nos deja pasar a nosotros, quedándose rezagada, mientras las mira a ellas.
A los pocos segundos en silencio, mi mujer y yo empezamos a comentarlo. Queremos ser novelistas en la mente de la anciana e imaginar un entonces, pero nuestros discursos son estúpidos y cambiamos de tema. De toda la acera, lo único real es la basura.
Pues una pequeña decepción, esta Alicia de Tim Burton. Muy bien los efectos especiales y la fotografía tan útil para una sala 3D, pero no me aportó nada, en realidad. Johnny Depp hace lo que quiere delante de una cámara, como siempre -en ese sentido ya es una actor como De Niro o Al Pacino- y Tim Burton lo que quiere detrás. Me gustó mucho La novia cadaver, que era una defensa del amor y de la libertad sobre todo, y Charlie y la fábrica de chocolate me divirtió también bastante -aunque hay que echarle un ojo a esa estética tal vez fascista que le está dando a los personajes autoritarios que aparecen en sus películas, como Willy Wonka o la Reina Roja de esta última película. Qué leches, me gusta casi todo -no todo- lo que ha hecho Tim Burton. He visto un montón de películas de él. Y o se está agotando en repetir su fórmula o simplemente es que no se puede ser magnífico siempre...
El comienzo de la película es muy ligero -la caracterización de los personajes, los planos, etc., y me gustó mucho. La entrada a la madriguera del conejo, el juego de los tamaños y las primeras secuencias, hasta ver al Sombrerero loco me gustaron. Parecía que Tim Burton estaba jugando a la épica desquiciada...
La caracterización de los personajes es magnífica, y la adolescente que hace de Alicia -no recuerdo su nombre- tampoco creo que lo haga mal.
Pero es que no es una película cruel -Sweeney Todd- ni una película gótica -Sleepy hollow- o macabra -Beetlejuice- ni una pesadilla infantil -Pesadilla antes de Navidad- ni una película de aventuras -Batman- ni una película de humor -Mars attacks-. Parece que tiene algo de cada una y nada en concreto. Es una película de Disney. Eso es lo que es. Literalmente.
Por eso me dejó un poco frío. Aunque la primera media hora, desde luego que te mete en la película. Con todo, diré que merece la pena verla. Las películas que sirven para comentarlas con una cerveza en la mano siempre tienen algo. Y ésta da unos minutos de charla, lo cual ya no es poco.
En Utrera, en un bar de hombres, entra una mujer de unos cuarenta años y pregunta: "¿La máquina de tabaco no funciona?" "Pues no, señora... O señorita", le contesta con sorna un parroquiano con su cigarro pegado a los labios, sin asomo de invitarla a fumar.
Ella se marcha. Ninguna mujer volverá a pisar el bar, que cerrará dos meses después por una discusión de juego que hace que los asiduos se disgreguen. Algunas amistades no volverán a reunirse. En su lugar, al año, se abrirá un bar de copas. En los lavabos se encontrarán preservativos usados cada domingo por la mañana.
Quizá alguna pareja sea portada de los diarios: "Mata a su novia y después se..."
Como mi navegador tiene protección contra ventanas emergentes, no sabía que el contador estuviera poniendo una página de citas... No sé si estoy haciendo desdichado a alguien, como una amigo en una ocasión en que, al comienzo de la telefonía móvil, cuando las llamadas fallaban con frecuencia, recibió un mensaje de procedencia desconocida que decía "Por favor, no me dejes así, dame la última oportunidad; si tú no quieres ya no te molestaré más" y que, despectivamente borró diciendo: "Bah, se han equivocado".
Como no creo que sea el caso -sólo me hace reír en secreto cada vez que lo recuerdo, y cualquiera es una buena excusa para contarlo-, pues lo borro. Y quien se esté dejando el futuro de su corazón, que busque citaxcita.com en Google.
aún veo tu camiseta de Woodstock colgar de la percha en la manilla de la puerta que abriste cruzaste cerraste tras de ti
y te imagino dentro de ella como si no te hubieses marchado (tanta tierra entre tú y yo) no maldigo la carretera algún día su asfalto te traerá de vuelta a mí pero sí las máscaras que nos incrusta la distancia y que embellecen y afean hasta el horror hasta ser otros ya ni Woodstock ni seguramente yo
Pues es que, después de hablar de Heine y de lo burro que es, no me resisto a no pegar aquí la Fábula del cangrejo, que es un poema... Madre mía, qué burro. Y lo mejor es que esto lo escribió Hurtado de Mendoza, un caballero cortesano del tipo de Garcilaso de la Vega, un hombre del Renacimiento español que escribía imitando a Petrarca de día, y de noche escribía esto...
Estos días estoy leyendo Alemania. Un cuento de invierno, de Heinrich Heine. Es... Digamos que tiene una base narrativa a lo cual se suma que está escrito en verso y que es poesía porque es muy rítmico, etc.
¡Pero qué animal que es! Hacía tiempo que no me echaba unas carcajadas con un libro, y es que Heine, el Heine de las leyendas que le gustaban tanto a Rosalía y a Bécquer, es un pedazo de animal. De lo que he podido leer, en Alemania se cultivó una faceta del Romanticismo que en España se conoce poco, que es la narrativa (a veces en contacto con el ensayo) de tipo irónico y sarcástico; es un libro anticlerical, antirreligioso, antinobiliario, antiburgués, anticonservador -dentro de que es un libro romántico-, etc. Habla constantemente de comer, de emborracharse, de ser libre, de no someterse a los siseñores del mundo. Atentos a la jugada: se trata de un poemario de intención lentamente nacionalista en el que el autor viaja de ciudad en ciudad a su regreso del exilio en París, y escribe cosas como:
(La traducción es de Jesús Munárriz para Hiperión; como siempre, si a los propietarios les disgusta que su texto aparezca por aquí, se borrara)
Salí de Colonia a las ocho
menos cuarto de la mañana;
llegamos a Hagen a eso de las tres,
allí es donde se come.
(...)
¡Castañas estofadas con berza!
¡Así las comía en casa de mi madre! (alem. "Mutter")
¡Bacalaos hogareños, recibid mis saludos!
¡Qué bien nadáis en mantequilla! (alem. "Butter")
Ahí se ve que un tipo que rima madre con mantequilla no va a respetar a nada ni a nadie... Aunque quien sabe... Tal vez, poner a una madre a la altura de la mantequilla es decir cosas muy buenas de ella. Pero no entremos ahí...
Otra: en un sueño, el antiquísimo emperador alemán se aparece en sueños a Heine, y éste le lleva morosamente a hablarle de lo siguiente:
De pronto se paró el emperador,
me miró con gran fijeza
y dijo: "Por amor de Dios, cuéntame
qué es eso de guillotinar."
"Guillotinar -le expliqué-
es un nuevo método
con que se lleva de la vida a la muerte
a las gentes de esa clase. (...)"
¡El rey y la reina!
¡Tirados! ¡En un tablón!
¡Esto va contra todo respeto
y toda etiqueta!"
O, por último, riéndose de los tópicos que no se cuestionan del nacionalismo:
"¡Este es el aire de mi patria!
¡La mejilla ardiente lo nota!
¡Y este lodo del camino real
es el fango de mi patria!
Los caballos meneaban las colas
tan familiarmente como viejos conocidos
y sus boñigas me parecían tan hermosas
como las manzanas de Atalanta."
El libro merece la pena. La traducción es muy buena, porque respeta todo el tono de taberna salvo cuando el autor se despega de él. Leído entero es aún mejor, tiene unos juegos con la Odisea muy curiosos: cuando regresa a Hamburgo, su ciudad, todo ha cambiado y la diosa Hammonia, algo distinta de la típica enamorada frágil romántica:
"Y cuando llegué a la Drehbahn
vi en ella a la luz de la luna
a una hembra sublime, a una moza
de maravillosa espetera.
Su rostro era redondo y sanote,
ojos azules cual turquesas,
mejillas como rosas, la boca de cereza,
también algo bermeja la nariz." (¿De estar borrachuza?)
Pues eso, recomendado. Otro día hablo de las Opiniones del gato Murr, de E. T. A. Hoffmann.
Ayer vi la película. Muy buena. Extraordinarias actuaciones; los actores que hacen de Vania y de Astrov, magníficos, Julianne Moore como Elena, bastante bien, y la que hace de Sonia, también muy bien. Pero es una filmación de teatro, que quede claro, con un mínimo de movimiento de cámara al hombro.
Merece la pena ver la adaptación de David Mamet, cómo quita algunas frases y pone otras, buscando que se entienda mejor su visión del texto. No sé si es cosa suya o de Louis Malle la gran cantidad de sarcasmo en la obra; al principio le descoloca a uno, y no sabe si es que se están tomando a cachondeo la obra, pero en cuanto entras en el juego resulta demoledor ese reír por no llorar.
Aquí subo un pequeño ejemplo de cómo los que rechazan los cómics porque son infantiles y son un arte menor se equivocan de parte a parte. Pueden ser un arte menor porque es cierto que a lo mejor aún no se ha escrito/dibujado un Quijote o una Montaña Mágica en cómic -quiero decir, obras tan enormes como estas, de tanta calidad y con tanto impacto-. Vale -a regañadientes- que sea un arte menor por sus resultados, pero no es un lenguaje menor porque es verdaderamente potente... Y he aquí un ejemplo.
(La imagen del cómic de Conan la tomo del blog Clueless Insider)
Hay cuatro escenas. Se leen de izquierda a derecha. Tres son viñetas "casi-cerradas" (la de la izquierda arriba, la de la izquierda debajo y la de la derecha debajo). Una es una viñeta abierta, sin bordes (no sé si debería, entonces, llamarlo viñeta; por el momento lo dejaremos así). Lo magistral de esta narración es que una viñeta "cerrada" da sensación de temporalidad, pero una abierta no: es un instante eterno, un instante detenido en el tiempo. Por eso, la primera imagen, encuadrada y "seudoenviñetada" por la pared en que se apoya Conan y la línea de horizonte, la tercera y la cuarta sugieren los momentos que morosa y lentamente van avanzando, pero la imagen segunda, el instante detenido del abrazo, se queda sin recuadros, porque es el momento especial. Las demás imágenes son previas a ese momento especial o intensificaciones del momento especial (en la primera imagen, una mirada y/o un reproche; en la tercera, el gesto del deseo; en la cuarta, el "todo por la parte" -metonimia, en lenguaje técnico- que representa el deseo).
La primera viñeta es un plano general pequeño, la segunda y más importante es un plano americano hasta las rodillas, la tercera es un primer plano de la cara de la chica y la cuarta es un plano detalle a sus dedos y uñas clavándose en la espalda musculosa de Conan. Un zoom de cámara que sugiere, además de un avance en el espacio, una progresión en el tiempo. (¿De la distancia hasta el acto sexual? Una viñeta más nos permitiría saberlo.)
Además, el pequeño caos visual que generan los diferentes planos y la mezcla de imágenes recuadradas con imágenes no recuadradas refuerza la idea de la llegada alborotada, caótica y arrolladora del sentimiento amoroso.
¿A que es bueno el lenguaje visual? Pues un día habrá que buscar una buena página con texto también...
(Y a quien piense que el contenido de la narración es penosamente machista, pues... Pues lleva razón)
Se llama La donna è mobile (qual piuma al vento, que acabo yo) y es una auténtica preciosidad. Tiene mucha sensibilidad, es divertido... Y está escrito con tanto encanto que no sabes distinguir la ficción de la realidad, por lo menos en algunas entradas.
Hace unos pocos días empecé un pequeño texto sobre Anton Chejov, un monstruo ruso capaz de escribir unos cuentos que te vas de la cabeza, como dice un amigo mío (aunque no precisamente referido a libros). Como los caminos de Google son inescrutables, aparece fechado y ubicado antes del saludo que le dedicamos a nuestro último compañero (cuando uso la palabra "seguidor" me da por pensar en Stalin o en Mussolini), aunque hasta hace unas horas no lo haya publicado.
En fin, el sinsentido, ya se sabe. No tiene suficiente uno en su voda como para que la informática le dé más... (¿Votos para llamarlos "des-ordenadores"?). Dejaos de PCs y echadle un ojo a Chejov, que los que no lo conozcáis os va a gustar. Aquí está.
Debo reconocer que los celos me recomían cuando vi que en creeloquequieras.blogspot.com, el blog de mi amigo Piotr (toda publicidad es poca... Ya me devolverá usted el favor con laudatorios comentarios) aparecía un gran amigo de ambos de toda la vida como seguidor. Debo decir que me puse verde de envidia, y que la anciana no dejaba de hablarme de él, de lo infeliz que iba a ser hasta que lograra que este buen camarada hiciera dos clics en extraños vínculos de este diario de necedades literarias. La anciana llegó a echarme en cara lo penoso que era que la Señora Cuentacuentos no fuera seguidora del blog, y yo tuve que agachar la cabeza ante eso, y decir "amén". Pero Jesús/Salvador/Suto, el hombre que tenía tres nombres, no se me iba a escapar: la vida ya era suficientemente injusta como para que su iconito (bastante feo, todo hay que decirlo) no apareciese en esa morbosa sección del blog llamada "Seguidores".
Así es que desde hoy, día 7 de abril de 2010, la anciana ya se quedará tranquila. Y nosotros, con ella.
PD. Señor Suto, después de toda esta basura panegirista, lisonjera y complaciente, le aviso de que tiene usted trabajo pendiente: 3 artículos, algunos comentarios, 1 crónica, 3 ensayos, 19 microrrelatos, 4 poemas, 6 relatos algo más extensos (cuentos los llamaban en la facultad), 1 proyecto fallido de primer capítulo de novela irónico-fantástica y unos cuantos vídeos esperan su opinión. Y dos encuestas, una de las cuales pronto se cerrará. Ah, y bienvenido.
Es la segunda vez que leo El Tío Vania, de Chejov. Supongo que es una pérdida de tiempo deciros quién es Chejov, porque quien más quien menos todo el mundo lo conoce. Por si os interesa, ahí van unas palabras.
Chejov es un tipo que se propuso ser el Maupassant de Rusia. Maupassant era... (¡uf, nos hemos metido en el laberinto infinito del diccionario, hay que salir!) un genial escritor de cuentos del realismo-naturalismo francés del siglo XIX, aunque sus cuentos a veces sean de terror o puedan parecernos menos realistas; para quien no la conozca, recomendaré Bola de sebo, un cuento largo o novela corta que dicen que es el origen de las road movies.
Vuelvo a Chejov. Nuestro querido Anton Chejov trató de ser el gran cuentista de su época, y vaya si lo consiguió el amigo... Al principio, en los periódicos, escribía cuentos humorísticos muy ácidos, atacando a la ignorancia y la estupidez de la sociedad rusa de la época, que sólo buscaba los bailes y las bebidas alcohólicas -¿esto es un deja vu?-, pero poco a poco empieza a regresar de la sociedad y a meterse en el hombre...
Los cuentos de Chejov son una maravillosa entrada en la mente humana. Esto así dicho suena a topicazo de contraportada, ya sabéis, esos peligrosísimos lugares en los que se nos destripan las novelas o se nos vende humo o se nos habla de otro libro totalmente distinto del que tenemos en las manos. En concreto, Chejov de lo que mejor sabe escribir es de los personajes que dudan y de los personajes que tienen alguna especie de vacío en su vida. Los personajes de Chejov dicen una cosa y anhelan otra, y muchas veces nadie es testigo de las cosas que hacen porque sólo las hacen en su imaginación. Los personajes de Chiejov son el mejor quiero y no puedo de la Historia de la Literatura, o al menos de la que he leído yo -que no es toda la Historia de la Literatura, jajaja, vaya petardo de frase- en estos años.
Pero es que además, Chejov sabe describir a pinceladas. No es de los que hacen las descripciones de izquierda a derecha y de arriba abajo, sino que en las propias descripciones ya desliza un adjetivo o un verbo que tienen que ver con la mirada del personaje observador.
Hay muchos cuentos de Chejov que son extraordinariamente buenos, como La dama del perrito. Hay varias ediciones en castellano; la que no aconsejo es la que leí yo, la de Ediciones B, que tiene una traducción que no me gusta nada. Está en Alianza, en Porrúa, en Alba, etc.
(Pinchando arriba, sobre "La dama del perrito", tenéis otro enlace con el texto de la novela corta de Chejov. ¡Espero que no os volváis vagos con esto de que hoy os pongo los enlaces de los textos! Aviso, igualmente, de que no he leído la traducción de la web, así es que espero que sea buena.)
Y llegamos al teatro, que es de lo que en principio íbamos a hablar. En el siglo XIX lo que daba dinero no eran los cuentos -aunque publicar en los periódicos siempre ayudaba a sacar el mes adelante- y mucho menos la poesía. Para hacerse rico con la poesía hay que ser (y escribir como) Antonio Gala. En el XIX lo que daba el éxito con mayúsculas era el teatro. La clave es que muchos autores que se sienten cómodos y dominan su género, como es el caso del periodista Mariano José de Larra, intentan triunfar en un género que desconocen y fracasan. La gloria literaria dependía del gusto de los burgueses orondos y acomodados a los que no gustaba que les criticaran como clase social, así es que toda crítica -y la buena literatura siempre casi siempre lo es-, más o menos severa, tenía que ser sutil y superar la censura que el espectador que pagaba las entradas le oponía.
Y Anton Chejov tuvo que probar fortuna allí.
El tío Vania es una obra de teatro magnífica. Tuve un profesor en la facultad que -creo que es una gran frase- decía que "en una buena obra de teatro no falta ni sobra una coma", y que prácticamente el director no quita nada del texto original; no así sucede en las dramaturgias de mesa camilla, en los autores que no dirigen actores ni pierden dinero con una mala entrada, que andan un poco en la parra, como suele decirse en mi tierra. Es magnífica porque todas las intervenciones crean conflictos y están metidas de lleno en la tensión entre las ideas opuestas que defienden o simbolizan los personajes.
El argumento (aviso: no estoy estropeando ninguna lectura, todo lo que voy a decir se sabe en las primeras dos páginas) es el siguiente problema: el gran catedrático jubilado Serebriakov, al que no le llega el dinero para vivir en la gran ciudad, marcha con su bella e inactiva segunda esposa Elena Andréievna a vivir a la hacienda que su primera esposa le dejó en herencia, y quien la cuida es el hermano de la primera esposa...
No se puede decir que los diálogos sean "creíbles" porque cuando los diálogos son creíbles no hay teatro. (Al buen teatro siempre se le ve un poco el engranaje.) Pero sí que se puede decir que son tremendamente sentidos y sinceros. Los personajes afirman cosas que se les ve que no desean afirmar, por ejemplo. Se ve que tienen muchísima vida interior, y que el conflicto va por dentro.
He aquí un par de vídeos de la película que hizo Louis Malle sobre un montaje de David Mamet.
Atención al vídeo, que sí destripa el final...
Eso de que el conflicto va por dentro, en un cuento o una novela se puede hacer sin mucha dificultad (hacerlo bien es otra cosa) porque existe un narrador que puede meterse en el pensamiento de los personajes, pero, ¿cómo se hace en el teatro, donde no suele haber narrador, y el espectador no llega a la cabeza del personaje sino en lo que éste expresa?
Pues como colofón, después de toda esta horrenda parrafada, os recomiendo que os olvidéis de lo que he dicho y... os leáis El tío Vania. En este mismo enlace.