Así pues, ¡doy paso a la crónica inesperada de la Sra. Anónimo Moomin utrerana!
Acabo de llegar de ver Celda 211. Una película sobre la que tenía grandes expectativas (y todo el mundo sabe que cuando uno llega en esas condiciones al cine, suele tener más problemas para que algo le guste) y no me ha defraudado. Tiene buen ritmo, giros inesperados, actuaciones de calidad (sin caer en la sobreactuación, aunque me han convencido los presos pero no tanto los funcionarios de prisiones). Tal vez un poco de “deus ex machina” en algunos detalles, pero verosímil en conjunto.
Estas reflexiones las hacia mientras intercalaba pensamientos sobre mi propia situación. La semana pasada me acerqué al cine de Utrera. No pensemos que es un cine de pueblo, tipo teatro habilitado para todo. Se trata de uno sin solera ni estilo, englobado en un centro comercial (el primero que se hizo en Utrera, ahora desbancado por uno más grande en las afueras, pero que no tiene cines) con sus 8 salas. Pues como decía, me presenté en las taquillas (no siempre es fidedigno lo que te transmiten en las páginas web e incluso los periódicos) y pregunté por la película en cuestión, pero ya la habían quitado de la cartelera. Sin embargo, supongo que debido a que ha recibido 8 Goyas y no a que fui interesándome por ella, la han vuelto a poner esta semana. Así que, como he comprobado que si me doy premios al final del estudio aprovecho mejor el tiempo, me he propuesto ir al cine. Debido a que lleva mucho tiempo en cartelera, ya sabía que me había quedado sin posibilidad de compañía.
Cuando he llegado a la taquilla (en la que no había nadie) iba pensando si me daría tiempo a comprar unas palomitas antes de entrar, porque aunque vivo a 3 minutos del cine, siempre me las arreglo para llegar justa de tiempo (o tarde, para que mentir) a la mayoría de sitios. La taquillera ni me ha preguntado que asiento quería, me ha dado el 1 de la fila 9 (bastante alto para una sala pequeña como en la que se proyectaba). Con una sonrisa en la boca, he subido a la planta primera donde están las salas. Al llegar al pasillo, me he encontrado con la dependienta de las palomitas y el acomodador tranquilamente sentados en un banco. He saludado y gastado una broma respecto a la afluencia de público: “Ahora os metéis conmigo en la sala, ¿no?”. Creo que nunca he tenido tan poco éxito. La dependienta ha servido las palomitas y un botellín de agua de mala gana y ella misma me ha cogido la entrada. Es comprensible esta reacción, si resulta que esperas terminar tu trabajo a las 22.15 y llega una persona y te obliga a estar 2 horas más. Y es que en mi sala estaba yo sola, pero también lo estaba en el resto del cine. Esto no ha influido en absoluto en mi predisposición a ver la película. Al contrario, ha hecho que las circunstancias que rodeaban la primera vez que me iba sola al cine fueran todavía más particulares. He hecho caso omiso a las indicaciones de mi entrada y me he sentado en medio de la sala ocupando tres sillones, que en el último cuarto de la proyección se han quedado en dos porque la falta de calor humano ha hecho necesario el uso del abrigo.
1 comentario:
Siempre está bien desear plasmar algo en papel (o en pc), y si además lo haces, ya es especial y de interés.
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