Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

miércoles, 6 de junio de 2012

El jardín colgante, de Javier Calvo


Hace unos días rompí el silencio bloguero con un pequeño y a mi juicio algo torpe comentario sobre una novela de Zarraluki por la que se había llevado, sin embargo, un premio importante. Un día de estos, si no lo he hecho ya –ahora no puedo consultar, porque a la redacción de estas líneas no tengo conexión a Internet; ya subiré la reseña en otro momento-, debería escribir algo sobre los premios literarios, pero esta tarde (estoy hablando de un 3 de junio) no lo haré.

Nota: continúo la redacción de esta reseña después de la fecha mencionada.

Aunque no escribiera en el blog, he seguido leyendo, eso sí, aunque a menor ritmo. Y como resultado de esto, me encuentro con algunos comentarios que aún tengo que redactar. Hoy voy a echarle un ojo a una novela que tiene mucho en común con este blog: literatura y rock and roll. Con todos ustedes, ¡El jardín colgante, de Javier Calvo!

(Imagen tomada de renfeblog.com)



El jardín colgante ha sido una novela que el impagable Juan Antonio recomendó para leer en un club de lectura como los que se comentan en el artículo de la entrada de arriba. Por tanto me puedo permitir hacer una reseña menos individual y más colectiva. Esconderé nombres y sexos, eso sí. Al fin y al cabo, de espías se trata, ¿no?

El señor gato opinaba que era una novela interesante, en lo formal y en el contenido. La comparó con otras novelas leídas en el mismo club de lectura y destacó sobre todo su estilo. El señor gato es un lector veloz acostumbrado a desayunar Bolaños y cenar Cortázares, así es que si le gustó la novela, ya es algo que hay que destacar.

El señor canario por su parte no mostró disfrutar con la lectura de El jardín colgante. A su gusto los personajes femeninos sólo tenían dimensión erótica. La visión histórica, según él, no es correcta. Pese a todo, afirma haberse reído en la escena en que Arístides Lao empieza a hilvanar ideas mientras su señora madre espera que le fría dos huevos para la merienda. El resto de señores animales también se lo pasó bien en la lectura de esa escena, y debo decir que todos -incluido yo, otro lector animal- se rieron bastante recordándola. Es una farsa estupenda, es divertidísima. Pero como todo lo que tiene que ver con Arístides Lao, resulta escalofriante. El señor canario, además, comentó mucha información conocida de primera mano sobre los años setenta y sobre la financiación de los grupúsculos terroristas asociados a la parte de la izquierda que se mostró contraria a las concesiones de Carrillo y el PCE.

El señor cacatúa se quedó un poco en el aire. La construcción de personajes le parecía interesante, pero no tanto el asunto que se trataba. Le dejó un poco frío, y se notó en que no intervino con pasión en el debate.

El señor mandril se llevó una muy grata impresión de la novela. Decía que podía leerse como si fuera una película de los Cohen, con violencia y crueldad yuxtapuestas a humor y/o delicadeza. Al señor mandril le llamaron también la atención las metáforas musicales y el paso desde el protopunk (Patti Smith, Iggy Pop)  al punk nihilista (Sex pistols) como metáfora del final de todo (también el final de la era de Sirio, que como sabemos es el nombre en clave del espía Arístides Lao). En España también acaba todo (un régimen dictatorial vetusto) y empieza algo totalmente nuevo (la democracia transicionista).

El señor pelícano no había podido terminar la novela, pero de todos modos acudió al club y comentó sus impresiones en general positivas sobre los primeros capítulos. Aunque se le desvelaron algunos hechos que iba a leer despúes (¡haber acabado la novela a tiempo!) participó como todos los demás en el debate, y avisó de que ya intuía que el poder (odioso) no iba a dejar de practicar una connivencia (odiosa) con el mal terrorista (odioso). De hecho, fue el señor pelícano quien nos previno de que el título de la novela era una canción de The Cure.

El señor caniche se quedó muy fuertemente impresionado con las escenas de violaciones y de torturas. Pero las comparó con las de La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa y éstas segundas le parecieron aún más desagradables. Destacó las descripciones. La descripción obsesiva y esperpéntico-expresionista de Arístides Lao ante todo, aunque las descripciones de su compañero Melitón Muria no le fueran a la zaga.

El señor salamanquesa destacó cómo estaba construida la novela (con capítulos breves, saltos espaciales y elipsis temporales) y nos contó a todos que el bar Texas (en el que Sara Arta y Teo Barbosa siguen charlando a la salida del envuentro sindical) existe. También destacó su carácter algo paródico de las novelas de espías, para empezar con los nombres de los personajes (Melitón Muria, el mismo Lao, Ponce Oms, tanto los espías gubernamentales como los terroristas cuyo nombre en clave es el de personajes de los cuentos infantiles)




Esto, por supuesto, es un resumen del que se excluyen las bromas, los chistes sobre compañeros de trabajo, los comentarios políticos que engarzan el libro con el presente -y que fueron largos, apasionados y fecundos como Dios manda (los adjetivos, no los comentarios políticos)-. Debo decir que todo el zoológico se lo pasó estupendamente, y una reunión de amiguetes-compañeros que en principio no iba a durar más de una hora se prolongó durante más de dos. Los camareros nos odiaban.


Me han comentado que Calvo es un melómano rockero, y que es un hombre al parecer dispuesto a disparar nombres de bandas sin límite de las cuales uno no suponía siquiera su existencia. Yo de esto la verdad es que no tengo constancia, aunque en su blog sí se ven enlaces y participaciones con largos artículos profesionales sobre grupos "raros" como The killing joke. Hace bastantes años, entre el final del instituto y los primeros dos o tres años de carrera, yo también era así, un consumidor de la Spiral, la Mondo Sonoro, la Rock de Luxe, la Ruta 66 e incluso, cuando me la dejaban (porque me gustaba menos), la Kerrang, que podía oír músicas inauditas para los demás. Qué coño, hoy sigo disfrutando con algunos solos de distorsión –y cuando digo distorsión, no digo de melodía con distorsión, sino ruido crudo- de los discos de Sonic Youth. Pero está claro que a otro ritmo; estoy más tranquilo. La melomanía de Calvo en esta novela, como decían los señores mandril y salamanquesa, es fundamental. Y por eso os enlazo con el blog del autor y con la revista electrónica en la que escribe.





No me cambiará la vida, pero afirmo rotundamente que he pasado muy buenos momentos -de risa, de tensión, de emoción- leyendo esta novela (de acuerdo, no soy el señor canario), y que he tenido algunas experiencias estéticas bastante interesantes. Así es que, por qué no, echadle un rato que no os arrepentiréis.

2 comentarios:

Juan Antonio López dijo...

Cosas que me encantan de esta entrada:
1) Coño, Andrés, qué memorión.
2) Algo se te ha pegado de J. Calvo y su tono paródico de las novelas y películas de espías, porque no he podido evitar acordarme de Reservoir Dogs cuando he leído tu cuasi acta del club de lectura con nombres en clave. Por cierto, me encanta mi nombre en clave.
Mentiras de esta entrada:
1) Que Juan Antonio sea "impagable": todo el mundo sabe que en realidad es muy fácil pagarle algo.

El cuentacuentos dijo...

Eso es, Reservoir dogs, jajaja. Mira que Tarantino no es santo de mi devoción, pero cuando me puse a escribir la entrada, se me ocurrió que sería divertido tarantinear un poco...

¡Me alegro de que te guste tu nombre! ¿Y el mío, te gusta el mío?