Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

domingo, 24 de junio de 2012

Should I stay or should I go, de The Clash, por Mick Jones



¡Venerable Mick Jones! ¿Cuántos años tenía en el 77, unos veinte? Madre mía, qué bien. Bendito Mick. Y sobre todo, bendito Joe: por ti, creería en el cielo. Un día subiré algunas canciones tuyas que ya todo el mundo conoce.



sábado, 23 de junio de 2012

Mamá, de Joyce Carol Oates

Mamá, un bonito nombre para una novela. Incluso para regalársela a la propia madre. Pero, ¿qué esconde tras sus tapas, incluso si son tapas blandas de una edición barata con letra minúscula, como ha sido el caso?

(Imagen tomada de alfaguara.com)



Lo primero que esconde ese sucinto título es un argumento que no se podría prever. Ni siquiera leyendo la contraportada del libro. (Las contraportadas son como una droga de probadas consecuencias nefastas: sabes que es malo leerlas pero sigues haciéndolo.) Empecé a leer Mamá porque pensé que era un título que ahondaba y afinaba en las emociones de la relación maternofilial. Es más, que lo haría, como diría Petrarca, in vita e in morte. (Para quien no lo sepa, una parte de los poemas del Cancionero del poeta toscano del Renacimiento Francesco Petrarca -uno de los peces gordos, vaya- está escrita mientras la amada está viva y la otra después de su muerte; algo parecido sucede en la novela de Oates. Pero tranquilos por esta información, y que nadie afile sus cuchillos: ¡es la primera frase de la novela!)
Pues como veis, la novela trata sobre cómo Nicole Eaton, protagonista presente de la novela, ajusta y afina sus relaciones con todas las personas que tuvieron relación con su madre recién fallecida, Gwen Eaton anteriormente Gwen Kovach (preciso: me parece fuertemente machista que en los países anglosajones la mujer adquiera el apellido de su marido), que es la protagonista ausente. Con sus amigos y amigas, con sus familiares cercanos y lejanos, en las pequeñas cosas de su vida diaria, con sus relaciones sentimentales anteriores al matrimonio, con sus secretos, cómo fue de verdad la vida con su marido Jon Eaton... Son esos claroscuros, esa investigación edípica sobre las propias raíces, lo que centra el interés de la narradora, que es la propia Nicole Nikki Eaton.

El abismo que se abre ante los pies con la muerte del padre o madre es un tema literario que ya tiene bastantes antecedentes. De hecho, no es nada original, pero sí es muy sugerente. Cuando mueren los padres y de ellos apenas sí quedan unos pocos recuerdos, se alza ante el individuo la pregunta de siempre, la problemática: ¿quién soy yo? Y con ella también las demás: ¿de dónde vengo? ¿Adónde voy? Y adónde voy, además, solo. La soledad, la orfandad, el abandono, el silencio de Dios... Existencialismo puro: Heidegger, Camus, Sastre, (a veces) Beauvoir), etc. Una novela que si no habéis leído y queréis hacerlo, que además os recomiendo porque no sólo está muy bien escrita sino que además tiene una densidad de ideas apabullante es El extranjero, de Albert Camus. A mí Sartre, como creador de ficciones, me gusta menos.

La novela está dividida en cinco partes, creo recordar. Cada una de ellas está separada en capítulos no numerados pero sí titulados, que mantienen una cierta linealidad temporal. La fragmentación y los pequeños saltos temporales son frecuentes, incluso dentro de capítulos, y en ocasiones nos encontramos con fragmentos que se relacionan con otros casi únicamente por asociación de ideas. Casi se puede decir que es una novela detectivesca.

Los personajes están muy bella y morosamente dibujados: la narradora, una periodista, se toma mucho tiempo en darnos todos los detalles sobre ellos. Así, la descripción, que suele ser estática e inamovible, se convierte en algo temporal e incluso narrativo. Es una idea un poco compleja, a ver si me explico: en ocasiones los lectores, sobre todo los más impacientes, los que quieren consumirse sucesos, al toparse con algo que parece una descripción sin lugar a dudas saltan páginas por un motivo: piensan que se aburrirán. Una descripción es una foto, un momento parado en el tiempo, en el que el cambio, la alteración, el suceso, están descartados. Pero si a lo largo de un libro, como hace Joyce Carol Oates, la descripción queda abierta (por ejemplo, la descripción del padre de la protagonista y narradora, Jonathan Eaton), los sucesivos aspectos descritos y los sucesivos matices que se nos dan van trazando una relación entre sí y nos van dando una información no escrita que nosotros los lectores podemos interpretar y darle aún más sentido a la obra. Explico el ejemplo -aunque con algunos datos de la novela, quien quiera leerla sin ninguna intromisión, que se salte el resto de este párrafo-: en el caso de la descripción del padre, los primeros aspectos que se describen de él son su capacidad de trabajo y su integridad. Luego se habla de sus aficiones, entre ellas las lecturas históricas. Más tarde, de su prestigio dentro de la familia. A continuación, la protagonista le regala a su amante uno de los libros de historia del despacho de su padre, cuyas páginas ni siquiera estaban cortadas -seña inequívoca de que no se había leído- y poco después se nos relata que en los días en que hubo un simposio sobre historia americana en su ciudad (comento de memoria), el tal Jon Eaton adujo para no acudir que no tenía tiempo que perder allí. Por último, sabemos de él que desprecia a la familia de Gwen Kovach, su mujer, que considera a estos familiares como personas de baja condición social y que no le gusta que ellos vayan a casa, cortando así las relaciones con las raíces de ella. Además, sabemos que él sí pero ella no se casa totalmente enamorada, y que Gwen Kovach nunca tiró sus cartas de amor con su primer novio del que tuvo un aborto.

El estilo de Oates, incluso traducida, es bastante bello. Regresa con ella el placer por las frases sin verbo, contemplativas. Los adjetivos son de una rara adecuación, prácticamente en cada página. Y sobre todo, las palabras que me acuden a los dedos son "espontaneidad" y "frecura". Lo cual no quita que posiblemente esta novela tenga lecturas y relecturas -y escrituras y rescrituras- por parte de su escritora, pero lo que es el acabado da la impresión de una frescura espectacular. Es una novela que en su escritura no aburre al lector para nada, sino al contrario, que lo sorprende y sacude.

Qué decir... Me lo he pasado bastante bien leyéndola, la verdad. Me gusta encontrarme con libros así, sabiendo tan poco de ellos.



jueves, 21 de junio de 2012

Me llaman Calle, de Manu Chao

Después de poner un tema de Eugene Hütz y sus muchachos del Burdel Gogol, hoy toca volver al (pequeño) maestro. Este vídeo es precioso.







miércoles, 20 de junio de 2012

Estupor y temblores, de Amélie Nothomb

Segunda reseña que le hago a la francesa. Veamos qué hay por aquí...

Ante todo, voy a confesar que mi lectura de esta novela está terciada por el fastidio de no encontrarla en bolsillo. Bastantes de los que leemos solemos acudir a la biblioteca (algunos lo hacen a internet, pero de eso no hablo porque es ilegal, tanto como las personas en las fronteras pueden ser ilegales) o a otros medios para conseguir esos libros que, sin levantarte mucha expectación, tienes que leer o debes leer o por algún motivo sabes que van a desnudarse ante tu vista. Eso me sucedió con Estupor y temblores, pero no hubo modo, y menos en las fechas agitadas del final de curso, de modo que tuve que recurrir al último remedio: adquirir el libro original de ciento cincuenta páginas a tipo doce por quince euros. Una buena -como lo son todas- edición de Anagrama, lo cual no significa que dejase de ser cara, que también lo es.


(Imagen tomada del blog Angels of the night)




Pues así fue que cogí el libro un poco receloso. Pero al empezar a leerlo me cambió el humor. Ante todo, debo decir que Estupor y temblores es un libro divertido. Más de sonrisa socarrona que de carcajada, pero divertido. ¿Qué hace reír en este libro? Bien, muchas cosas, entre ellas su argumento inverosímil, su laconismo, su ironía 

Vale, pero, ¿de qué va? ¡Ansias! Bueno, hablando sobre libros hay que tener siempre un poco de cuidado. La letra escrita, pase lo que pase, nunca pierde su cierto carácter arcano, peligroso. La literatura es el arte de la palabra, y, con el tiempo, de la escritura. La escritura vence al tiempo. Y el tiempo es aquél que mata más que la bomba atómica. Así que, bien mirada, la escritura es algo que, aunque no se frecuente, se respeta. Y los que son capaces de jugar con la escritura son seres de otras galaxias. Digo todo esto porque siendo tan malos los estereotipos populares, los tópicos de la élite cultural no son menos nocivos. Y aquí llego al origen: uno de los primeros credos que se topa uno cuando empieza sus estudios literarios es el esnobismo de decir que los argumentos no importan. ¿Cómo que no importan? ¡Pues será a usted, señor pagado de si mismo a quien no importan, porque a mí sí! Así pues, al grano: ¿de qué va Estupor y temblores? De una escritora francesa que trabaja en una empresa nipona a la cual van degradando progresivamente sus cuatro jefes, cuatro personajes para echarles de comer -sobre todo al señor Omochi- aparte, hasta que acaba su año de contrato. Eso es, ni más ni menos.


Además se me ocurre otra idea, que igual servirá para ir desgranando esta novela de Estupor y temblores: ¿Amélie Nothomb es una escritora de método? Sólo he leído dos novelas suyas -Ácido sulfúrico está reseñada también en este blog-, pero los parecidos entre ambas son tan grandes que no termino de atreverme a usar la palabra "estilo". (Otro día hablaremos del estilo, de las idiosincrasias y de Platón, vaya mamarrachada eso del estilo...). Veamos:

Ambas novelas son cortas.
Ambas novelas hacen poco hincapié en lo descriptivo -un poco más Estupor y temblores.
Ambas novelas aborrecen la digresión.
Ambas novelas concentran la acción en muy pocos personajes. Estos están definidos por muy pocos trazos que se hacen recurrentes
Ambas novelas tienen un elevado sentido de la moral -aunque el humor de Estupor y temblores rebaje este sentido trágico de la existencia.
Ambas novelas parece que exponen sin tapujos la personalidad de su escritora, disipando un poco la categoría ficticia del narrador -si bien en Ácido sulfúrico, una distopía, esto es menos patente que en Estupor y temblores, una pseudobiografía.

Amélie Nothomb arrasa con la idea del honor, lleva al absurdo la idea de la existencia contemporánea japonesa (vivir para trabajar en la empresa, no trabajar en la empresa para vivir), se mofa del revisionismo histórico y del racismo-chauvinismo japonés con buenas dosis de cinismo. Se ríe de ella misma como personaje de auto-ficción (en el tramo final del libro coge mucha fuerza este motivo). E incluso se postula, de nuevo a sí misma -sí, es muy egocéntrica, está claro- como cordero masoquista que sacrificar a la belleza de su compañera-jefa Fubuki Mori.

(Muy divertido el capítulo del cuarto de baño masculino.)

Es una novela bastante interesante. Me gustó algo más Ácido sulfúrico por mis gustos personales -prefiero lo trágico a lo cómico-, pero pienso que esta novela es más interesante desde un punto de vista general. Se la recomendaría a cualquiera que la encontrara en una biblioteca (la señora Nothomb publica a ritmo de libro por año: si no encuentra una, encontrará otra) pública. Por quince euros...


PD. ¡Ay! ¡Buscando una imagen para esta entrada lo he decubierto en bolsillo, en Quinteto!




miércoles, 13 de junio de 2012

Masaje

Masaje


-No, Laura. Esta tarde no. Tengo fisio.
-...
-Las cervicales. Es el que me aconsejó Leo. Estoy fatal. A veces me dan mareos y casi me caigo al suelo.
-...
-De verdad, esta tarde es que tengo la cita. Búscate a otro. María José creo yo que podrá; es más joven, no tendrá tantos rollos.
-...
-Tengo que ir. No me quiero pedir la baja. Y ya sé que no hay ningún problema, pero yo prefiero no pedírmela.
-...
-Y si vas muy apurada me puedes pedir el favor más adelante cuando quieras.
-...
-Pues ahí me has pillado. No sé qué hacer con ellos, por ahora, porque es que son muy pequeños.
-...
-No, mis padres murieron.
-...
-No pasa nada.
-...
-No, tampoco. Trabajan hasta tarde; todo el edificio es de gente que trabaja todo el día. Hay un chico nuevo, pero no lo conozco como para dejárselos.
-...
-Tuve malas experiencias.
-...
-Nada, una chica con la mano un poco larga y amistad por lo ajeno.
-...
-La verdad es que sí. Es una locura. Por ahora no sé qué hacer con ellos. Y... Espérate que piense... ¡Esa noche tengo junta de vecinos!
-...
-Ya, si no voy casi nunca, pero es que hay un vecino que no paga y la cosa está un poco tensa. Manuel no puede ir, vuelve más tarde a casa.
-...
-Madre mía, la junta de vecinos, no había caído, qué olvido.
-...
-Déjalo. Voy yo. Ya se me pasará solo.


(c) El cuentacuentos




lunes, 11 de junio de 2012

Sun is on my side, de Gogol Bordello




Me encantan Bad Religion, pero me irrita demasiado la razón por la que he enlazado su vídeo. Aquí va algo para olvidar a esos canallas (¡no me refiero a Bad Religion, no!), y empezar a ver la vida con otros colores. Bellísima.



Operation Rescue, de Bad Religion






Dedicada a los mentirosos.




domingo, 10 de junio de 2012

Un millón de luces, de Clara Sánchez

Tras escribir sobre Calvo y su Jardín Colgante, llega el turno de la segunda lectura que elegimos para el club de lectura. Que se trata de una autora a la que tenía ganas después de haber visto pululando por mi ambiente otra novela de su misma autora, Clara Sánchez, en este caso Lo que esconde tu nombre.

Pero la que elegimos para el club fue Un millón de luces. En parte, porque en el club nos nutrimos de los libros que la maravillosa Biblioteca Regional de Murcia (yo sólo he tenido buenas relaciones con ellos, ya pasados los años vago-rebeldes en que me buscaba unas penalizaciones de diez meses por tardanza en la devolución), y en el catálogo de la BRMU la que tenían era Un millón... De modo que alguien la pidió, alguien la recogió en una maletita y al día siguiente se empezó.

No me ha gustado Un millón de luces. Pero bueno, me voy convenciendo ya de que la palabra de admiración es tan natural como la de desagrado. Esto se aprende casi más en un club de lectura que en cualquier otro lugar. De cada uno de los aspectos que allí hablamos, en la reunión sobre el libro de Javier Calvo, siempre hubo alguien a quien le había gustado y alguien a quien no. De donde, en un medio tan democrático como un pequeño blog literario de reseñas, no me parece que esté haciendo real esa aseveración de Bacon ("El conocimiento es poder") puesto que, aunque tenga una acreditada formación filológica, no me encuentro en situación de hacer crítica analítica, científica, sino entretenida crítica impresionista. Por eso digo que (mi) conocimiento no llega a ser poder.







No me ha gustado por varias razones. No me gusta el tema. No creo que dé ya demasiado de sí, después de Shakespeare y de los otros grandes. La búsqueda del poder y la controversia sobre los medios para alcanzarlo pienso que sólo llegan a ser un tema potente en un entorno trágico y/o en un tono diferente, tal vez mágico, tal vez intimista.

Pero antes de que siga adelante, diré de qué trata la novela: una narradora en primera persona, novelista en ciernes (ufff, las parabiografías, qué horror, el quiero y no puedo cobarde) con una relación sentimental recién cerrada entra a trabajar en una gran empresa recomendada por esta expareja como recepcionista. Pronto ascenderá dentro de la empresa e irá conociendo a muchos personajes de la misma o relacionados con la misma cuyas vidas conocerá y contará, anteriores o simultáneas a su paso por la empresa.

El tono de esta novela es bastante superficial. La idea de narrar en presente, con verbos en presente, es interesante y se adapta muy bien a la idea propia de la obra, lo cual me permite formularme la siguiente pregunta: si esta es una novela banal que trata sobre un mundo -el de los negocios- banal también, ¿No es incluso posible que la autora lo haya planeado así? La respuesta es, como advertí al comienzo, simplemente opinatoria. No sé si lo ha querido hacer así o no; sencillamente, no me gusta lo que resulta.


En esta novela hay algunos tópicos y algunas ideas interesantes; desde un punto de vista sociológico, el personaje del ejecutivo está bastante bien caracterizado en el contraste entre las anteriores generaciones y las modernas (la comparación entre los amoyores como Emilio Ríos y los jóvenes como los hermanos Alexandro y Jano o Conrado Trena, el hijo de Sebastián Trena y lo que es más importantepeliagudo: lo que pese a todo tienen en común). Los tópicos, sin embargo -la relación de la mujer del jefe con el chófer apuesto, las charlas en los servicios- están bastante manidos. Los personajes masculinos son más interesantes o al menos más dignos, pero los femeninos, salvo por momentos, resultan más caricaturescos. Y en cuestión sexual, siempre me gusta más la escritura feminista que la que no es feminista o la que es antifeminista o machista.

Un millón de luces resulta así desde su título un panóptico de historias de seres humanos entrampados en una fraudulenta y alienante vía hacia la felicidad, que es la gran empresa. Pero cuando yo pienso en bonitos panópticos humanos se me vienen a la cabeza las películas Smoke o Noche en la tierra; espero que no se me aparezca nunca esta novela en el imaginario. Un panóptico cae en lo inaprehensible si las historias observadas no mantienen relación semántica ninguna. De haberla, yo no la he visto. Veinte páginas contando la vida de un personaje que no va a reaparecer ni a tener importancia ninguna en la trama principal (de la cual aún tengo dudas sobre su estatuto de trama principal) resultan muy caras en la atención del lector, o al menos en la mía.

Sin embargo, leer Un millón de luces no es tampoco triturar el tiempo como sería ver Casi 300 u oír a Alejandro Sanz desgañitarse creyéndose flamenco. En esta novela hay algo de cervantismo, como por ejemplo el placer voyeurista de las miradas a las historias ajenas, el amor a la narración o la duda sobre la veracidad del narrador. Además de que -no en todas- en algunas páginas la prosa llega a ser notablemente bella, con algunas frases a modo de conclusión que a uno lo dejan quitándose el sombrero. Porque, a ver, prevenidos estamos, la protagonista es o quiere ser novelista. ¿No hay un sinónimo más grande de mentiroso? Pues no nos mienta con novelas como esta, doña Clara, y escriba la gran novela de la que da muestras de lo que usted sería capaz.



sábado, 9 de junio de 2012

Vídeos caseros. Sail, por Awolnation

Primero, el original.





Luego, el impagable (y mucho mejor) casero.



¡Juzguen ustedes!

jueves, 7 de junio de 2012

Never come back to me, por The joykiller

He aquí un grupo que no le gustaba prácticamente a ninguno de mis amigos (y mira que todos mojamos en el punk melódico de los vástagos de Epitaph), pero que a mí me volvía loco, con ese sonido de guitarras tan especial, ¡una auténtica fuzz-box!




Dejo, además, una web desde la cual podéis seguir todos sus vídeos en youtube.com.



Espero que os guste un poco ese sonido crudo, un poco a la manera de un Jack White acelerado.




miércoles, 6 de junio de 2012

Despedida

Hasta mañana, Ray.




El jardín colgante, de Javier Calvo


Hace unos días rompí el silencio bloguero con un pequeño y a mi juicio algo torpe comentario sobre una novela de Zarraluki por la que se había llevado, sin embargo, un premio importante. Un día de estos, si no lo he hecho ya –ahora no puedo consultar, porque a la redacción de estas líneas no tengo conexión a Internet; ya subiré la reseña en otro momento-, debería escribir algo sobre los premios literarios, pero esta tarde (estoy hablando de un 3 de junio) no lo haré.

Nota: continúo la redacción de esta reseña después de la fecha mencionada.

Aunque no escribiera en el blog, he seguido leyendo, eso sí, aunque a menor ritmo. Y como resultado de esto, me encuentro con algunos comentarios que aún tengo que redactar. Hoy voy a echarle un ojo a una novela que tiene mucho en común con este blog: literatura y rock and roll. Con todos ustedes, ¡El jardín colgante, de Javier Calvo!

(Imagen tomada de renfeblog.com)



El jardín colgante ha sido una novela que el impagable Juan Antonio recomendó para leer en un club de lectura como los que se comentan en el artículo de la entrada de arriba. Por tanto me puedo permitir hacer una reseña menos individual y más colectiva. Esconderé nombres y sexos, eso sí. Al fin y al cabo, de espías se trata, ¿no?

El señor gato opinaba que era una novela interesante, en lo formal y en el contenido. La comparó con otras novelas leídas en el mismo club de lectura y destacó sobre todo su estilo. El señor gato es un lector veloz acostumbrado a desayunar Bolaños y cenar Cortázares, así es que si le gustó la novela, ya es algo que hay que destacar.

El señor canario por su parte no mostró disfrutar con la lectura de El jardín colgante. A su gusto los personajes femeninos sólo tenían dimensión erótica. La visión histórica, según él, no es correcta. Pese a todo, afirma haberse reído en la escena en que Arístides Lao empieza a hilvanar ideas mientras su señora madre espera que le fría dos huevos para la merienda. El resto de señores animales también se lo pasó bien en la lectura de esa escena, y debo decir que todos -incluido yo, otro lector animal- se rieron bastante recordándola. Es una farsa estupenda, es divertidísima. Pero como todo lo que tiene que ver con Arístides Lao, resulta escalofriante. El señor canario, además, comentó mucha información conocida de primera mano sobre los años setenta y sobre la financiación de los grupúsculos terroristas asociados a la parte de la izquierda que se mostró contraria a las concesiones de Carrillo y el PCE.

El señor cacatúa se quedó un poco en el aire. La construcción de personajes le parecía interesante, pero no tanto el asunto que se trataba. Le dejó un poco frío, y se notó en que no intervino con pasión en el debate.

El señor mandril se llevó una muy grata impresión de la novela. Decía que podía leerse como si fuera una película de los Cohen, con violencia y crueldad yuxtapuestas a humor y/o delicadeza. Al señor mandril le llamaron también la atención las metáforas musicales y el paso desde el protopunk (Patti Smith, Iggy Pop)  al punk nihilista (Sex pistols) como metáfora del final de todo (también el final de la era de Sirio, que como sabemos es el nombre en clave del espía Arístides Lao). En España también acaba todo (un régimen dictatorial vetusto) y empieza algo totalmente nuevo (la democracia transicionista).

El señor pelícano no había podido terminar la novela, pero de todos modos acudió al club y comentó sus impresiones en general positivas sobre los primeros capítulos. Aunque se le desvelaron algunos hechos que iba a leer despúes (¡haber acabado la novela a tiempo!) participó como todos los demás en el debate, y avisó de que ya intuía que el poder (odioso) no iba a dejar de practicar una connivencia (odiosa) con el mal terrorista (odioso). De hecho, fue el señor pelícano quien nos previno de que el título de la novela era una canción de The Cure.

El señor caniche se quedó muy fuertemente impresionado con las escenas de violaciones y de torturas. Pero las comparó con las de La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa y éstas segundas le parecieron aún más desagradables. Destacó las descripciones. La descripción obsesiva y esperpéntico-expresionista de Arístides Lao ante todo, aunque las descripciones de su compañero Melitón Muria no le fueran a la zaga.

El señor salamanquesa destacó cómo estaba construida la novela (con capítulos breves, saltos espaciales y elipsis temporales) y nos contó a todos que el bar Texas (en el que Sara Arta y Teo Barbosa siguen charlando a la salida del envuentro sindical) existe. También destacó su carácter algo paródico de las novelas de espías, para empezar con los nombres de los personajes (Melitón Muria, el mismo Lao, Ponce Oms, tanto los espías gubernamentales como los terroristas cuyo nombre en clave es el de personajes de los cuentos infantiles)




Esto, por supuesto, es un resumen del que se excluyen las bromas, los chistes sobre compañeros de trabajo, los comentarios políticos que engarzan el libro con el presente -y que fueron largos, apasionados y fecundos como Dios manda (los adjetivos, no los comentarios políticos)-. Debo decir que todo el zoológico se lo pasó estupendamente, y una reunión de amiguetes-compañeros que en principio no iba a durar más de una hora se prolongó durante más de dos. Los camareros nos odiaban.


Me han comentado que Calvo es un melómano rockero, y que es un hombre al parecer dispuesto a disparar nombres de bandas sin límite de las cuales uno no suponía siquiera su existencia. Yo de esto la verdad es que no tengo constancia, aunque en su blog sí se ven enlaces y participaciones con largos artículos profesionales sobre grupos "raros" como The killing joke. Hace bastantes años, entre el final del instituto y los primeros dos o tres años de carrera, yo también era así, un consumidor de la Spiral, la Mondo Sonoro, la Rock de Luxe, la Ruta 66 e incluso, cuando me la dejaban (porque me gustaba menos), la Kerrang, que podía oír músicas inauditas para los demás. Qué coño, hoy sigo disfrutando con algunos solos de distorsión –y cuando digo distorsión, no digo de melodía con distorsión, sino ruido crudo- de los discos de Sonic Youth. Pero está claro que a otro ritmo; estoy más tranquilo. La melomanía de Calvo en esta novela, como decían los señores mandril y salamanquesa, es fundamental. Y por eso os enlazo con el blog del autor y con la revista electrónica en la que escribe.





No me cambiará la vida, pero afirmo rotundamente que he pasado muy buenos momentos -de risa, de tensión, de emoción- leyendo esta novela (de acuerdo, no soy el señor canario), y que he tenido algunas experiencias estéticas bastante interesantes. Así es que, por qué no, echadle un rato que no os arrepentiréis.

lunes, 4 de junio de 2012

Cómo organizar un club de lectura


Un grupo de lectura o club de lectura, ¿qué es? ¿Vives cerca de una biblioteca y te has detenido en alguna ocasión delante de un cartel que reclamara tu presencia en él, como los de reclutamiento yanki? ¿Qué se hace en esos clubes o clubs? ¿Se junta la gente para leer? ¿No es eso un poco lento? ¿Se juntan para escribir? ¿Se juntan? ¿Qué? ¿Qué?

Nota: Estas preguntas son una cretinez: en este blog hay veinte seguidores aproximadamente que son buenos lectores y que no necesitan que nadie les diga que en las bibliotecas no se degüellan ovejas vírgenes y quizá algún que otro lector intermitente. Los demás suelen entrar a pescar información seleccionada desde los buscadores y nunca leerán esta entrada.

Un club de lectura es un grupo de gente que se pone de acuerdo para leer. Igual que un club de pesca es un grupo de gente que se junta porque quieren pescar.

Pues bien, para quien no lo sepa, un club de lectura funciona de una manera muy sencilla. Por si a alguien le interesara montar uno en lugar de participar en uno ya consolidado, os digo cómo hacerlo en pocos pasos.

0. Elegid un grupo de lectores. El grupo sale mejor si los lectores tienen algo en común, salvo que lo convoque una institución como puede ser una biblioteca pública, que no es el caso. Tened paciencia: la gente se apuntará más desde la segunda o la tercera reunión.

1. Elegid el primer libro. El que más interés tenga por que se haga el club, que elija un título que pueda gustarle a casi todo el mundo. Es decir, narrativa contemporánea.

2. Elegid lugar y fecha para la primera reunión. Puede ser un sitio público, muy formal, como un aula o una sala de un centro de barrio, o bien algo más lúdico. Como se supone que un club de lectura es algo que la gente hace para divertirse y aparcar el mundo por unos instantes, yo recomiendo el bar. El bar es invencible. Y en el bar, pedid platos y tapas al centro, nada de un cubierto individual que eso fomenta el autismo.

Pongamos un ejemplo… Así pues, tenemos el inicio: X piensa que sería estupendo montar un grupo de lectura, así es que le manda un correo a sus amiguetes Y y Z y les sugiere empezar por el libro A. Pero Z ya se lo ha leído, así es que cambian al libro B. Quedan para dentro de tres semanas –tal día, cual hora- en el bar M a mediodía o por la noche. Y allí que van para tomarse unos pinchos y hablar del libro. X, para que la reunión no se estanque en un “a mí sí que me ha gustado” (que lo dirá Y, que es un entusiasta) vs “a mí no me ha gustado nada” (intervención de Z, que es un cenizo) se prepara un mínimo guión con unos diez aspectos del libro sobre los que le gustaría hablar o que se hablara. Pueden ser cosas como el léxico, los personajes –en conjunto o en general-, las partes del libro, las ideas que el autor trata de transmitir, si ha querido ser irónico en algún fragmento, etc.

Los clubes de lectura tienen muchas variantes, es decir, que se pueden configurar de muchas maneras. ¿Un club más democrático? Desde la segunda reunión se aceptan propuestas y al final de la reunión, antes de irse, se vota el libro siguiente. ¿Un club más aventurero? Cada lector propone, por turnos, una lectura. ¿Un club más ordenado? El jefe del club hace una planificación de todas las lecturas. ¿Un club más popular? Sólo se eligen las lecturas entre libros de narrativa contemporánea en edición de bolsillo. ¿Un club más sesudo? Se aceptan poesía y ensayo.

En mi experiencia personal, debo decir que he participado en tres clubes de lectura con anterioridad, en Murcia primero, en un centro de día, después en Extremadura, más tarde en la Biblioteca regional en Murcia, y actualmente estoy en otro, en mi centro de trabajo. Y de veras que así las cervezas tienen mejor sabor. Y los libros mejor color.




viernes, 1 de junio de 2012

Un encargo difícil, de Pedro Zarraluki

Cuando vi Indiana Jones y la calavera de cristal no salí contento de la sala. Fue una auténtica lástima. Y además, una pequeña y rabiosa rebelión contra mí mismo. No sabía si debía estar muy cabreado o simplemente molesto. Pero el problema fue que no resultó sublime. Las dos veces que fui a ver Indiana Jones y la última cruzada salí del cine divertido, excitado, arenalinizado -perdón por la invención-, enamorado de Elsa -recuerdo aún ese inaudito bocado al labio del aventurero, poco antes de descubrirse que va a ser la traidora femme fatale-, odiando a los nazis y queriendo que mi padre fuera el doctor Henry Jones, si bien un poco ya se le parecía.

Eso fue con esa tercera entrega de las aventuras del arqueólogo. La pregunta, claro, es: ¿y qué tiene que ver el doctor Jones con la guerra civil española, con Pedro Zarraluki y con los encargos difíciles? Yo diría que ojalá el doctor Jones (hijo) nos hubiera ayudado a contener el golpe de estado, pero vista la película, la otra, la que no fue soberbia, Indiana Jones y los marcianos de ojos de almendra (también llamada por algunos Indiana Jones y la calavera de cristal con ojos de almendra), tal vez me daría miedo anticipar que el aventurero se habría aliado con los militares. Indiana Jones saludando a Franco, con un cierto humor, pero decididamente en su bando. Quien, en la guerra fría, antes de ser ejecutado -ejecución de pacotilla: esa escena se produce en el minuto veinte, aproximadamente, por convenciones cinematográficas no tiene viso ninguno de ser exitosa- grita "Viva Eisenhower" es un fanático estúpido, no el maravilloso personaje héroe de mis años de infancia.

La relación, claro está, no es esa. La relación es más simple, y es una pequeña obsesión mía que toma cuerpo conforme pasan los años y me doy cuenta de que, como dice mi amigo Juan Antonio, no leeré todos los libros, ni veré todas las películas: el libro -la película- debería ser sublime, pero ¡sólo es bueno, nada más! El puñetero horizonte de expectativas de Jauss e Ingarden. ¿Queréis saber qué es eso del horizonte de expectativas? No oigo las voces del respetable, pero como el blog es mío, o de la anciana, entenderé que sí y lo explicaré como buenamente pueda, porque no es una idea fácil. Los lectores somos personas que nos comunicamos con otras personas-lectores y demás medios que nos proporcionan información sobre los textos antes de leerlos (y enfrentarnos a ellos, y proporcionarles sentido a sus numerosos vacíos de significado) por nuestra propia cuenta. Además, hemos efectuado anteriormente numerosas lecturas que nos proporcionan conocimientos que presuponemos pueden sernos válidos. Ambos factores, sumados (información pre y para-textual y bagaje lector), hacen que nunca cojamos una lectura de la nada sino con una serie de expectativas, previsiones y/o deseos que pueden cumplirse o no.

Aquí es donde radica el problema y donde se puede por fin hacer que el doctor Jones (junior) estreche la mano de Markus (pese a ser filonazi) y de Benito (pese a ser un asesino y un ex-anarquista). Cuando comenté a mis amigos que La historia del silencio me había gustado pero que, por desgracia, me había dejado la sensación de poder ser más, estos lo entendieron. José Oscar registró en los comentarios de aquella entrada su cercanía y su gusto por aquella novela, que, además, curiosamente, es una de las entradas más transitadas de este blog, a lo mejor por las búsquedas selectivas que suponen la mayor parte de su tráfico. La segunda parte, cuyo resultado fue de mayor extrañeza, era el comentario de que iba a comenzar una novela que pesqué en casa de mis padres: Un encargo difícil, de nuevo de Zarraluki. "Si no te ha encantado la primera, no pierdas el tiempo" era el comentario más escuchado. De nuevo el tempus fugit y el consumo cultural.

Pues empecé a leer Un encargo difícil. En pocas palabras, su argumento es el de unos personajes exiliados en un islote miserable -al menos en ese momento, desconozco si hoy algún edil ha decidido embolsarse algunos millones construyendo allí el Pajera Ressort o el Caraja Hills- del archipiélago balear a final de la Guerra Civil Española. En la islilla de Cabrera es donde confluyen varias vidas: la de estos dos personajes, la de un extremeño que lidera un misérrimo cuartel militar, la de dos refugiadas-exiliadas políticas, madre e hija republicanas, la de un pescador que pierde la memoria en tierra, etc.





 (Imagen tomada del blog del escritor Pablo Martín Carvajal)




Para mí, esta novela se estropea en su último tramo. El final de Una historia difícil parece resolverse con un -amargo, no voy a desvelar aquí por qué- deus ex macchina, y deja un poso de comedia barroca en la que los graciosos se casaran entre ellos y los segundos galanes y damas también, por no hacer feo. La isla entera, por no decir la novela entera, rebosa una amabilidad que a mí no me ha gustado, si bien es cierto que la novela soporta una revisión histórico crítica a la perfección, y lo mismo pasaría si se analizara la verosimilitud de los sucesos que en ella se cuentan. (Ahora bien, la verosimilitud de los sucesos de una novela histórica reciente está sometida, inevitablemente, a una perspectiva política.). Un personaje, la cantinera, filosofa, pero desde su sanchopancismo y con el contrapeso de un marido que le pega; esa violencia queda en el aire: ¿el narrador la olvida, el escritor la acepta o la soslaya, o simplemente la testifica? Los asesinos tienen escrúpulos, y los mandos franquistas militares (los pequeños) son prácticos y humanos más que dictatoriales y necios. En la novela no hay peso sin contrapeso. Y eso es precisamente lo que a mí no me convence. En la novela, y esto es una apreciación totalmente personal, el escritor se da en cuanto ofrece un libro. Qué escribe tiene sentido, y qué no escribe también tiene sentido.

Se me ocurre lo siguiente: al leer esta novela he pensado en una película que he visto varias veces y que siempre me ha gustado bastante, que es Mediterráneo, de Gabriele Salvatores. Pero Mediterráneo es la claudicación de los soldados en pos de la cultura mediterránea, mientras que en Un encargo difícil, por rizar un poco el rizo y volverme un poco pedante, a mí me parece que la cultura mediterránea claudica en pos de una pacificación o sedación. En España, el problema de la sedación, ahora que Garzón ha sido retirado de la judicatura y de que no hay más que 90 casos de fraude fiscal en todo el país, es el de la poca fe. Desde ese punto de vista, a algunos nos escuece especialmente encontrarnos con -aunque sea poco- el maldito buenismo. La justicia es la justicia, y mirar para otro lado es sólo pecar de cortoplacismo dejando nuestras responsabilidades para los que vengan después. Cuando vivo, lo hago políticamente, así como cuando leo y cuando hago muchas otras actividades en mi vida. La política, sea la que sea, es un posicionamiento vital. Personalmente no busco una novela de la revancha, pero tampoco una de la tabula rasa, y para mí (y repito, sigue este siendo un juicio totalmente personal) esta novela lo es. Y lástima que me da decirlo, porque algunos pasajes son auténticamente poéticos. (Otros, melodramáticos, otros sólo funcionales) y, como en La historia del silencio, el narrador tiene talento y también lo tiene el prosista.

¿Se le nota la costura a esta novela? Su estructuración de breves fragmentos está bastante bien llevada a cabo (no tan bien como en Bariloche, de Andrés Neuman pero también bastante bien), pero hacia el final... Bueno, un poco sí se le nota que es un constructo hacia el final. Este, el que quiera que sea -nada de desvelarlo-  es previsible. Los giros de los personajes también, aunque su identificación con símbolos les dé mucha más carga poética...

En fin, yo creo que es una novela razonablemente buena, bien escrita, pero éticamente me ha repelido un poco su visión del mundo; a lo mejor no la he entendido. Pero mientras tanto, dejo a Zarraluki en el aire y me dedico a terminar Las uvas de la ira, que aún le faltan trescientas páginas.