Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

lunes, 6 de febrero de 2012

La tela de araña, de Joseph Roth

- ¡Ay, sí, yo sí que he leído algo de ese, a mí me gusta mucho, uno inglés...!
- No, ese es Philip Roth. Es de Estados Unidos.

Esta charla se ha repetido más de una vez en mi entorno. También se ha repetido otra, cervezas mediantes o no:
- ¡Joseph Roth es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!

Y una tercera más, de mi pareja hacia mí:
- En tu blog todo lo que reseñas es bueno, todo es la mejor novela que uno podría haber leído la última semana antes de morirse. Todo te gusta.
- Es que escribo precavido.

En honor al primer diálogo y al segundo me decidí a leer una novela que había comprado, de Acantilado (ay, cuántos libros me gustan en las portadas de la editorial Acantilado), de un escritor al que conocí en La noche mil dos, de Anagrama, y en cuya obra profundicé después de que Pedro López (creeloquequieras.blogspot.com) me dejase La leyenda del santo bebedor. He leído una tercera que sé que no tengo en casa y de cuyo título en estos momentos no me acuerdo, pero que también me gustó bastante, sobre un asesino, muy psicologista.







(Imagen tomada del blog The arty-semite)


Pues el caso es que me habría gustado que me gustase esta novela de Joseph Roth, que es la hostia, pero no lo ha hecho. O no como novela. Reconozco que tiene fragmentos verdaderamente brillantes. La descripción de la masa de las manifestaciones obreras es espeluznante: a uno le pone el vello de punta. Pocas veces he leído un texto en el que la dignidad quede más asegurada que en los capítulos finales de la novela, y en el que precisamente esa palabra ("dignidad") o sinónimos suyos aparezcan menos. Theodor Lohse, el personaje principal, abocetado en numerosos trazos sueltos, un poco como los impresionistas hacían en sus cuadros, también tiene una riqueza de matices enorme: sus limitaciones, su radical estupidez, su fuerza de voluntad... Vislumbro que la estupidez, después de haber leído varias veces (y perdido, quien la tenga, si lee esto, que me la devuelva, que tenía citas) La noche mil dos, es un concepto en el que al escritor le place investigar. Supongo que da bastante más juego que un racionalismo aburrido y europeizante.

Antieuropeista es otro de los personajes de la novela, el judío Lenz. En el paralelismo de Lenz con Glasser, el personaje de la niñez, el número uno de la clase, de natural inteligent, con el conspirador Lenz, más inteligente que Lohse -el número dos, constante por temeroso-se ve un amago de estructura. La novela parece que es el crecimiento y caída de un arribista (como ya hemos leído tantas, por ejemplo El rojo y el negro) que se ve atrapado por una tela de araña de conspiraciones, mentiras y fantasmas personales, pero asimismo la tela de araña podría aludir a la serie de conspiraciones que se ciernen sobre Alemania y Europa. Y es aquí precisamente donde veo la debilidad o de la novela o de esta edición: el texto contiene algunas referencias históricas, de nombres propios o de costumbres del momento que se explican con dificultad si uno no posee un dominio del momento de entreguerras en el que se sitúa la novela. Con algunas notas habría estado mejor, la verdad.
Y también es cierto que el tono resulta irregular, que en ocasiones es elevado, que en ocasiones es bellamente lírico, pero es que en otras ocasiones me ha parecido un tanto plano. A lo mejor es la traducción, pero a día de hoy es raro que en dos oraciones consecutivas, en la traducción, se lea dos veces la misma palabra si en el original no está. Aunque quién sabe...

En conclusión, una novela que al no ser larga se puede extraer de ella lo que tiene de muy bueno sin que el resultado general, a mi gusto un poco cojo, lo estropee.

¡Pero esto no ensombrece al resto de Roth! (Ni, tampoco, a Philip Roth, que también es la hostia.)




2 comentarios:

Las cosas que hemos visto... dijo...

Hola, anciana, supongo que la novela de Roth que no recuerdas es Confesion de un asesino (Anagrama).
Saludos.

El cuentacuentos dijo...

¡Justo! Qué grande eres, compañero.