Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

miércoles, 22 de febrero de 2012

Ball and chain, de Social distortion, con Eddie Vedder y Mike McCready

¡De nuevo Mr. Eddie Vedder!


A mi amigo J. Sé que le encantará.





 La letra, de regalo.

Well it's been ten years and a thousand tears
And look at the mess I'm in
A broken nose and a broken heart,
An empty bottle of gin
Well I sit and I pray
In my broken down Chevrolet
While I'm singin' to myself
There's got to be another way

[Chorus:]

Take away, take away
Take away this ball and chain
Well I'm lonely and I'm tired
And I can't take any more pain
Take away, take away
Never to return again
Take away, take away
Take away
Take away this ball and chain

Well I've searched and I've searched

To find the perfect life
A brand new car and a brand new suit
I even got me a little wife
But wherever I have gone
I was sure to find myself there
You can run all your life
But not go anywhere

[Chorus:]

Take away, take away
Take away this ball and chain
Well I'm sick and I'm tired
And I can't take any more pain
Take away, take away
Never to return again
Take away, take away
Take away
Take away this ball and chain

Well I'll pass the bar on the way

To my dingy hotel room
I spent all my money
I've been drinkin' since half past noon
Well I'll wake there in the mornin'
Or maybe in the county jail
Times are hard getting harder
I'm born to lose and destined to fail

[Chorus:]

Take away, take away
Take away this ball and chain
Well I'm lonely and I'm tired
And I can't take any more pain
Take away, take away
Never to return again
Take away, take away
Take away
Take away this ball and chain

lunes, 20 de febrero de 2012

La taza de oro, de John Steinbeck

Ahora creo. La Santa Roja es mi nuevo icono, y por qué no, mi nueva musa, o mi nuevo amor, o mi nueva ilusión.

Ayer terminé de leer una novela que me había hecho requiebros desde hacía muchos años. Un día en mi adolescencia leía un juego de rol que se llamaba Piratas!!! (un gran juego de rol, detallado y entretenido, aunque su diseñador gráfico no tuviera mucho tino con los signos de admiración). Y en él siempre se remitía una y otra vez a una novela que se llamaba La taza de oro. A esa altura yo ya tenía una modesta inquietud por los libros, pero no salía de mi asombro en que existieran más clásicos de piratas que no fueran La isla del tesoro o los versos de Espronceda. Y nótese que digo clásicos por una razón: ¿cómo podía un mocoso que todo lo que quería en la vida era ligar con la niña de dos pupitres más allá saber que La taza de oro era un clásico? Muy fácil, hombre. Por el apellido de su autor. Steinbeck. Steinbeck. John Steinbeck. Con ese nombre sólo se puede ser un clásico. ¡Steinbeck! ¡Steinbeck y los clásicos!

(Imagen tomada de la web Biografías cortas)


Pues como se me acabaron los compromisos y esos piratas nunca se me habían marchado del todo de la cabeza, un mes de noviembre de un año -¿hace cuatro, seis?- lo compré en una feria del libro, de segunda mano posiblemente (al menos debería tener la dignidad de la segunda mano, dado su estado de manoseo) y hace una semana decidí leerlo.

Qué maravilla.

Qué bien me lo he pasado con este clásico. Ahora sí que puedo decir que esta novela sea un clásico, y repetirlo cincuenta veces como antes repetía el nombre de su autor. Qué maravilla.


(Thom Steinbeck habla sobre su padre John Steinbeck, primera parte)


El título de La taza de oro hace referencia a la metáfora por la que tenían a la rica ciudad española de Panamá. Ciudad que Henry Morgan tomó con los bucaneros. Henry Morgan es el protagonista absoluto de esta novela. Henry Morgan y el hambre del espíritu de su juventud. Morgan crece, desarrolla su deseo de navegar y llegar más allá hasta el saco de Panamá. Y entonces regresa a Inglaterra a retirarse. Una taza dorada también es una metáfora de algo aún más preciado.

La novela es una pequeña joya. Los capítulos son muy poéticos, puesto que las palabras son pura metáfora y no le sobra ni le falta una coma. El texto yo lo he leído en la edición que publicó el diario El País y debo decir que la traducción -que ahora no recuerdo de quién es- me ha parecido bastante buena (sin el original inglés, al menos debo decir que es muy fluida y tremendamente rítmica).

La novela se divide en libros y en capítulos. Los libros marcan etapas en la vida de Henry Morgan y los capítulos son divisiones más breves, de unas poquitas páginas. El reclamo de los capítulos breves, como todo trato con un pirata, resulta un regalo envenenado, porque nunca puedes leer solo un capítulo. He leído esta novela comiendo, cenando, mientras mis alumnos escribían sus exámenes, mientras mi perra jugaba en el parque, etc. No podía parar. ¿Puede crear hambre de leer una novela de poca intriga? Bueno, si la Santa Roja quiere intriga, intriga va a tener: a una mujer que monta a caballo a horcajadas no se le puede llevar la contraria.


(Thom Steinbeck habla sobre su padre John Steinbeck, segunda parte)


La Santa Roja es un Santo Grial vivo, una mujer de leyenda con el que los bucaneros sueñan y por el que viven y mueren, por el que merecería la pena arrasar la ciudad de Panamá. Es una búsqueda medieval maravillosa. Los capítulos en los que se menciona a este personaje, un poco como la Rebeca de Hitchcock, son de los más intensos que he leído en años. Aunque los capítulos de la infancia de Henry no se quedan cortos. Podía estar en las highlands (aunque no sea Escocia, yo me lo imaginaba allí: ¡es mi lectura!) leyendo a Steinbeck.

Henry Morgan también es un personaje muy bien dibujado. Sus sueños e ideas, sus palabras que dicen de él incluso más que las descripciones con que lo pinta el narrador, su falta de moral, etc. Podría ser una metáfora de cualquier otro gran siervo del poder del siglo XX, aunque a decir verdad no me apetece entrar en el juego del quién es quién, lo que en estudios literarios se llama roman à clef. Elizabeth como el horizonte y los padres como Ítaca también son realmente interesantes, aunque descritos mucho más ligeramente. La madre es una joya, y eso que no habrá más de quince páginas en las que aparezca en toda la novela.

Una pregunta me ronda por la cabeza: ¿es esta novela la historia de una vida o la vida de una historia? Juega al engaño, es documental, pero ficticia, tiene algunos fragmentos que se escapan de la numeración en capítulos del relato de Henry. Tiene la duración de una vida y podría ser una amarga novela de formación. (Las novelas de formación a mí normalmente me dejan un poso desagradable en lo bajo del estómago y de la consciencia). Y sin embargo también tiene un importantísimo hilo conductor en una sola intriga, la intriga de Elizabeth-Ysobel.

La prosa de esta novela en la que hay biografía, hay intimismo, hay psicología ya dije que merecía mucho la pena. Es concisa pero nunca deja al lector solo. Deposita rápidamente de un lugar a otro, pero nunca te deja caer. Nunca te desorientas en esta novela de marineros.

Y además tiene un atractivo adicional: entre los capítulos de ficción hay unas poquitas páginas documentales, al comienzo de cada libro, en las que se cuenta la historia de las Antillas.


Nada más, ni nada menos. Es una joya. Y con la joya en la mano, ahora creo. Creo en la Santa Roja.



domingo, 19 de febrero de 2012

For What it´s worth, de Buffalo Springfield

Una magnífica canción para oír mirando a otra parte. ¿O quizá quise decir para huir mirando hacia otra parte? Suena tan parecido...


miércoles, 15 de febrero de 2012

Anatomía de un instante, de Javier Cercas

Otra más que le debo a Juan Antonio. "¿Te gustó Soldados de Salamina? Pues tienes que leer por la que le dieron el Nacional de narrativa." Esto me comentaba poco antes de empezar el mes de marzo del año pasado. Cuando me contó su contenido, esa misma mañana fui a la librería a comprarlo. Pero me acordé de un amigo que cumplía años, al que le gusta la política española y la lectura y pensé que ya habría tiempo. Y lo hubo. En vacaciones, en un largo trasbordo de Dubrovnik a Llanes (la parada fue en Barcelona), pasé por un supermercado de los que abren casi todo el día, y amarillento, ahí estaba. Así es que lo compré.

Lo empecé al instante. Leí doscientas páginas incluso con mi pareja y mis amigos en una casa alquilada en ese precioso pueblo asturiano que he comentado. Pero en cierto momento las distracciones fueron demasiadas y lo dejé.

Por esa razón escribí la entrada anterior. Releo el comienzo y continúo con el final. Y vuelve a ser una maravillosa lectura. ¡Empieza a ser preocupante!



(Imagen tomada de la web de Canalsur.es)


¿Qué es Anatomía de un instante? Querría decir que es una novela, o que es una crónica periodística o un ensayo o un poema en prosa. Querría decir muchas cosas, pero es que es un libro tan único que cada vez que intento empezar un camino me topo con una barrera. Luego intentaré la aventura de la clasificación, pero por el momento empezaré por qué sí es.

Anatomía de un instante es un libro que trata sobre el golpe de estado que hubo en España el 23 de febrero del año 1981, contra el gobierno de Adolfo Suárez. En ese libro hay una detallada investigación sobre las causas del golpe y una no menor interpretación de todo aquello que, dentro o fuera del propio golpe tuviera que ver con él. Su título hace referencia a dos términos: "anatomía" como estudio médico de la estructura y partes de un cuerpo, de donde se entiende que el golpe de estado se formó como un cuerpo con diferentes partes y con diversas funciones cada una de ellas; e "instante", que hace referencia al momento que va a condensar toda la significación del momento clave del golpe de estado: ese instante en que Adolfo Suárez se queda en su escaño en lugar de tirarse al suelo bajo el silbido de las balas de los guardias civiles sublevados.

Como ya he empezado con el sí, ahora voy a contestar al no. Anatomía de un instante no es un poema, pero tiene mucho de ello. Aunque pueda parecer un texto periodístico, la prosa que utiliza Cercas no es ni llana ni directa mientras Cercas no quiere que sea llana o directa. Domina el uso del castellano: es un autor con gran vocabulario y con gran variedad de registros. En ocasiones toma metáforas para explicar sucesos o causas y luego las mantiene durante cientos de páginas, quedando la realidad ya cristalizada en su metáfora. El leit-motiv también resulta en sus manos apasionante, y cuando uno relee -y se hace muy a menudo- palabras que ya leyó antes por primera vez, desautomatizadas, se identifica uno con el libro como el río con el mar.


El libro de Javier Cercas no es una novela. Él mismo se encarga de no dejar ninguna duda al respecto en su prólogo-epílogo y su epílogo-prólogo. Sin embargo, el manejo de la perspectiva y el del tiempo, dos categorías clásicamente propias de la narrativa, son extraordinarios. Cercas mira el mismo suceso desde una, dos, tres perspectivas, hace creer que la interpretará de un modo y entonces el mago da el más difícil todavía. La lectura puramente narrativa de esta novela es, ¿cómo decirlo? Es completa. Uno lee Anatomía de un instante como si fuera una novela de intriga, con ganas de llegar al final. Y mira que se sabe cómo acabó (en una transición mediocre, desde mi punto de vista). Los personajes son increíblemente detallados.


¿Qué otra cosa no es? Pues no es un ensayo. Y lo parece, realmente. Un ensayo variado o varios ensayos: ensayo sociológico (por ejemplo, sobre los tipos mediocres del final del franquismo, sobre la cobardía del pueblo español ante el golpe de estado, sobre los militares, etc.), ensayo político (sobre los fines legítimos y los medios ilegítimos de los partidos y la corona) y filosófico-literario (sobre el héroe de la retirada, sobre la ética del gobernante, etc.). Cercas comenta -tangencialmente- numerosos textos filosóficos, literarios, películas, etc. de autores como Weber, Rossellini, Enzsenberger. La reflexión sobre la naturaleza de la ficción de los primeros capítulos es simplemente fascinante, casi lo mejor de un libro ya de por sí muy bueno.
Tampoco es un texto periodístico porque formalmente se evade de los cauces ten cerrados del periodismo, la noticia, el reportaje, la crónica. Aunque a pesar de todo algo de crónica tiene: cada capítulo se centra en uno de los personajes o factores del golpe, y dentro de cada capítulo hay siete u ocho subcapítulos. El último de cada uno de ellos es una crónica del asalto al congreso.

Anatomía de un instante merece la pena si te gusta leer novela bien escrita, intrigante y apasionante. Si te gusta la novela histórica, por supuesto, novela conspirativa también. Si te gusta leer textos cargados de ideas que te puedas llevar a tu vida diaria, también puedes leerlo; si quieres disfrutar con buena prosa y bien escrita, también es un buen libro que coger. Pero sobre todo puede ser un libro sorprendente si, como me pasaba a mí, el tema no te llama mucho la atención, el género periodístico tampoco. Entonces es cuando este libro se ríe de la cara de bobo que te ha dejado cuando abre sus páginas como una bailarina de cancán.



jueves, 9 de febrero de 2012

Releer libros inconclusos

¿Alguien tiene el fetiche de los libros que se comienzan dos veces?

Yo lo tengo. Me pasó con La montaña mágica y con Anatomía de un instante, me pasará con Los detectives salvajes, con Margarita y el maestro, con Los versos satánicos y con el Retrato de un artista adolescente, libros que se perdieron y que volverán como el rey Arturo cuando se les necesite.

Me sucede que cada obra que empiezo a leer y que, por desgana, porque otro libro me seduzca poderosamente y abandone infiel al primero o porque viaje y lo olvide, o porque lo preste sin haberlo acabado o por cualquier otra de un millón de razones, digo, me sucede que si empiezo a leer un libro y no lo acabo, cuando lo cojo por segunda vez -y religiosamente lo recomienzo desde la página uno- y abro una segunda era de mi lectura, suelo tener una conexión intimísima con ese libro, y lo suelo leer con enorme placer. A lo mejor se trata de que ya conozco el estilo, o puede ser que los personajes ya no necesiten explicarse o ser explicados para ser; podría darse el caso de que conozco y recuerdo algunas oraciones o algunas acciones, si es novela, o algunos versos si se trata de un poemario. Quizá la razón sea un poco más sibilina, y radique en que tiene el encanto de una segunda lectura y a su vez el de la primera, lo ingenuo y lo sabio, lo tierno y lo maduro. Un híbrido extraño, como hacerle el amor a Mrs. Robinson y a su hija a la vez.

A lo mejor es eso.





miércoles, 8 de febrero de 2012

Kick out the jams, de MC5, por Rage Against The Machine

Toma rareza...


Jajaja, el bueno de Zack de la Rocha lo hace fatal: el de Motor City Five un estilo muy diferente al suyo. Pero el bajista Tim Commerford y el guitarrista Tom Morello merecen mención especial, y no sólo por técnica sino porque comunican pura pasión.

lunes, 6 de febrero de 2012

La tela de araña, de Joseph Roth

- ¡Ay, sí, yo sí que he leído algo de ese, a mí me gusta mucho, uno inglés...!
- No, ese es Philip Roth. Es de Estados Unidos.

Esta charla se ha repetido más de una vez en mi entorno. También se ha repetido otra, cervezas mediantes o no:
- ¡Joseph Roth es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!
- ¡Sí, es la hostia!

Y una tercera más, de mi pareja hacia mí:
- En tu blog todo lo que reseñas es bueno, todo es la mejor novela que uno podría haber leído la última semana antes de morirse. Todo te gusta.
- Es que escribo precavido.

En honor al primer diálogo y al segundo me decidí a leer una novela que había comprado, de Acantilado (ay, cuántos libros me gustan en las portadas de la editorial Acantilado), de un escritor al que conocí en La noche mil dos, de Anagrama, y en cuya obra profundicé después de que Pedro López (creeloquequieras.blogspot.com) me dejase La leyenda del santo bebedor. He leído una tercera que sé que no tengo en casa y de cuyo título en estos momentos no me acuerdo, pero que también me gustó bastante, sobre un asesino, muy psicologista.







(Imagen tomada del blog The arty-semite)


Pues el caso es que me habría gustado que me gustase esta novela de Joseph Roth, que es la hostia, pero no lo ha hecho. O no como novela. Reconozco que tiene fragmentos verdaderamente brillantes. La descripción de la masa de las manifestaciones obreras es espeluznante: a uno le pone el vello de punta. Pocas veces he leído un texto en el que la dignidad quede más asegurada que en los capítulos finales de la novela, y en el que precisamente esa palabra ("dignidad") o sinónimos suyos aparezcan menos. Theodor Lohse, el personaje principal, abocetado en numerosos trazos sueltos, un poco como los impresionistas hacían en sus cuadros, también tiene una riqueza de matices enorme: sus limitaciones, su radical estupidez, su fuerza de voluntad... Vislumbro que la estupidez, después de haber leído varias veces (y perdido, quien la tenga, si lee esto, que me la devuelva, que tenía citas) La noche mil dos, es un concepto en el que al escritor le place investigar. Supongo que da bastante más juego que un racionalismo aburrido y europeizante.

Antieuropeista es otro de los personajes de la novela, el judío Lenz. En el paralelismo de Lenz con Glasser, el personaje de la niñez, el número uno de la clase, de natural inteligent, con el conspirador Lenz, más inteligente que Lohse -el número dos, constante por temeroso-se ve un amago de estructura. La novela parece que es el crecimiento y caída de un arribista (como ya hemos leído tantas, por ejemplo El rojo y el negro) que se ve atrapado por una tela de araña de conspiraciones, mentiras y fantasmas personales, pero asimismo la tela de araña podría aludir a la serie de conspiraciones que se ciernen sobre Alemania y Europa. Y es aquí precisamente donde veo la debilidad o de la novela o de esta edición: el texto contiene algunas referencias históricas, de nombres propios o de costumbres del momento que se explican con dificultad si uno no posee un dominio del momento de entreguerras en el que se sitúa la novela. Con algunas notas habría estado mejor, la verdad.
Y también es cierto que el tono resulta irregular, que en ocasiones es elevado, que en ocasiones es bellamente lírico, pero es que en otras ocasiones me ha parecido un tanto plano. A lo mejor es la traducción, pero a día de hoy es raro que en dos oraciones consecutivas, en la traducción, se lea dos veces la misma palabra si en el original no está. Aunque quién sabe...

En conclusión, una novela que al no ser larga se puede extraer de ella lo que tiene de muy bueno sin que el resultado general, a mi gusto un poco cojo, lo estropee.

¡Pero esto no ensombrece al resto de Roth! (Ni, tampoco, a Philip Roth, que también es la hostia.)




miércoles, 1 de febrero de 2012

La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera

Escrita en el 84 y publicada en el 85, La insoportable levedad del ser es uno de esos libros que, caso de tener que elegir unos pocos, no te llevarías a una isla desierta. ¿Y por qué no? En primer lugar, porque a una isla me llevaría o el conjunto formado por una nevera con cervezas, mi galga, unas bolsas de patatas y unos bocadillos con pan del día -no cuento a mi pareja porque ella sería seguramente quien me diera el empujón para llegar a la dicha isla, y si estamos allí los dos juntos, como me ponga a leer me la acabaré cargando- o bien no me habría podido llevar nada porque sería el superviviente de una catástrofe marina. Situaciones intermedias me parecen tremendamente tontas y muy amaneradas, así es que no pierdo el tiempo con ellas.

Pero sí que me he llevado el libro de Kundera a lugares hostiles a la lectura como un claustro de profesores, la casa de los padres -que prefieren hablar conmigo a verme ensimismado leyendo-, la casa de los suegros, la casa del exilio de mi pareja, etc. Y de verdad que allí lo he leído. Además, como me sucedió leyendo a Lobo Antunes, he vuelto a contar las páginas, pero no tanto por el compromiso de no abandonar el capítulo a medias -son verdaderamente cortitos, de no más de dos páginas- como por el de pensar cuándo y cómo querría acabarlo. Una especie de eutanasia literaria.

Me gusta pensar que elijo cuándo y dónde matar una lectura hermana. Fue en la cocina, cenando, con una copa de vino, que podía haber sido mejor pero que para ser joven no era malo. Kundera no me deba más de quince páginas, o eso creía. Pero el mago hizo lo que mejor sabe hacer, que es magia, y de repente lo que acababa se hizo infinito.

La insoportable levedad del ser, leí hace no mucho, es un libro que suscita el problema de la exquisitez artística. Es un libro ciertamente exquisito, contiene bastantes citas como para no resultar de una lectura muy sencilla -no si se quiere empezar un buen diálogo con él-: de hecho, el comienzo del libro poco tiene que ver con la ficción, pues se trata de un comentario al concepto nietzscheano del eterno retorno. La gravedad, el peso, la importancia, viene conferida por la eterna repetición en el tiempo de ciertos sucesos y arquetipos; la vida del ser humano nunca puede ser grave sino que acaba siendo insustancial por el hecho de que lo vivido nunca se puede repetir, que todo se hará siempre por primera vez. De ahí la idea de levedad, la imposibilidad incluso del ensayo y error. Esto es el capítulo primero de la primera parte; los personajes y la ficción no llegarán hasta unas páginas más adelante. Como puede verse, a primera vista, ¡es un libro exquisito! Y sin embargo se puso de moda y vendió muchos miles de ejemplares. La edición que tengo es la número veintinueve, y no cuento las de bolsillo, etc.

Pero el problema de la exquisitez artística continúa. Las páginas del libro hablan sobre el problema de la exquisitez artística y el del abandono del gusto y el sentido crítico: el kitsch. Una parte importante del libro está dedicada a esta idea.



(Tráiler de la película protagonizada por Juliette Binoche y Daniel Day Lewis. No la he visto, pero creo que puede perder toda la parte filosófica...)




La insoportable levedad del ser es una novela. Entonces debe desarrollarse entre diferentes espacios, en distintos tiempos y contener algunas acciones emprendidas por algunos personajes. Es decir, debe tener algún grado de ficción... En sus páginas nos encontraremos con unos pocos (muy pocos) personajes algunos muy buenos, otros inolvidables (en este orden, para mí, Sabina, Franz, Tomás y Teresa). Destaco a los cuatro principales, los protagonistas de las historias cruzadas de Tomás y Teresa y de Sabina y Franz. Con el amor de Teresa al perro Karenin y las ideas de Franz sobre Europa y La Gran Marcha me he llegado a emocionar. Este personaje se mueve intentando hacer algo por un dios que dejó de ser carne y que ya es inexistente (una persona que nos importó mucho según el placer de la cual seguimos actuando, en su caso Sabina) es una idea brillante, casi como la Maga de Cortázar.

Escribo mucho sobre ideas, pero aseguro que la ficción merece -y mucho- la pena. La novela del checo no es un ensayo, aunque tenga bastante de éste. No es como Todo fluye, la novela de Grossmann que reseñé aquí hace unas semanas que casi sólo era ensayo. El problema que tengo es que es una historia supuestamente simple y delicada, y no quiero desvelar nada de ella. La novela tiene intriga, la crea en cada capítulo; cada capítulo pide por favor no detenerse.

La novela es a la vez una ficción y un experimento. A la vez que se crea la novela el escritor muestra la tramoya, cómo está construida y sobre todo qué razones le llevan a mover a tal personaje a tal situación, o incluso a crearlo. Es un poco unamuniana en ese sentido. Sin embargo, el autor no le resta entidad ni dignidad a sus creaciones, llegando a un auténtico diálogo con ellas, sorprendiéndose por sus actuaciones y aplicándoles el microscopio. La novela en muchos casos es análisis (acción-comentario/análisis-acción) de tal o cual situación o suceso, histórico -de la realidad europea empírica-, intrahistórico -de la realidad europea empírica del día a día de las personas- y ficticio -de cómo han actuado los personajes, o qué son o qué pretendía el autor con ellos. La construcción de los sucesos también tiene que ver con esa idea magnífica del eterno retorno, de la levedad y de la gravedad, porque muchas -muchísimas- ideas, acciones y personajes se repiten. Para mí que está un poco bajo el hechizo -muy parcial, claro- de García Márquez. Al igual que el colombiano, Kundera es capaz de algunas definiciones alternativas de nuestra realidad que son para quedarse una hora o una vida meditándolas.

También resulta un experimento, muy acertado, en algunas de las novedades estilísticas que tiene. A uno le resulta increíble estar leyendo una novela-diccionario. Si alguien que lee esta pequeña reseña sobre el libro también ha leído recientemente La insoportable levedad..., por favor que diga que no me estoy volviendo loco si afirmo que ¡hay un capítulo que se narra como si fuera un diccionario!

En fin, es un libro maravilloso. A mí me ha encantado. Agradezco a quien me lo regaló haber oído mis quejas de que no había entendido nada de Los testamentos traicionados y haber hecho que perseverara en la lectura de Kundera. Qué bien. Qué bien.