Impolítico comentario el que se me ocurre, puesto que mis seres queridos me dejan con bastante frecuencia libros y cómics. Espero que se sonrían un par de veces pensando en que cuando yo les dejo libros a veces también ellos se miran entre sí y suspiran discretamente.
Hace unos días se me ocurrió pensar que un libro, además de un texto, una historia, un mundo imaginado y medianamente real en sí, era un proyecto personal. Por lo tanto, también es una elección personal. Cuando elijo un libro me encanta pensar en las razones que en ese momento me mueven a leer esas palabras concretas y no abrir otro lomo. Pero, ay amigo, ¿qué pasa cuando alguien se te acerca por detrás, con malas intenciones, una sonrisa perversa y un taco de casi mil páginas con letras muy comprimida?
-Toma, Andrés. ¿Te acuerdas que el otro día estuvimos hablando de XXXXX?
-Pues...
-Je, je, qué memoria. Sí, hombre, casi diez minutos, y me dijiste que estaría muy bien saber algo más de ese autor y sobre todo leer algunas páginas suyas.
-Sí, claro, claro.
-Pues bien, aquí te he traído este libro que es el mejor que ha escrito hasta este momento. Es genial, es una obra maestra. Yo cuando me lo acabé, yo no sabía qué hacer, anduve toda esa tarde como perdido...
-Ah, muy bien, lo que pasa es que últimamente...
-No, tranquilo, sin prisas. En tres semanas me lo devuelves, no lo necesito por el momento.
-¡!
Cuando uno elige un libro lo hace por razones muy variadas. Y una de ellas es la morosidad que puede emplear para leérselo, o la rebeldía en sentido inverso, la velocidad inusitada. Cuando leía Los detectives salvajes... ¡Coño, aquello parecía que estuviese leyendo a los detectives de Agatha Christie, no podía parar!
-Pero no, no lo estás leyendo bien, tiene muchísimas referencias que te tienes que estar perdiendo si vas tan rápido.
-Lo sé, ¡pero es que no puedo parar!
Otra, claro, son los autores de los libros. Mi amigo Pedro-creeloquequieras.blogspot.com, cuando cata uno de Joseph Roth no se lo deja arrancar de las manos ni con violencia. Igual puedo decir de Juan Antonio con Orejudo o de Suto con algún volumen de Canción de hielo y fuego o de aquella saga cyberpunk que leíamos de adolescentes, Cuando falla la gravedad.
-No lo entiendes. Es que es muy bueno.
-Ya, pero no me gusta.
-No te puede no gustar, si es bueno te tiene que gustar. Si no, ¿para qué has estudiado tanta literatura?
¿Y los lomos, las páginas, los colores de las portadas, los dibujos, las maquetaciones? Los libros de Anagrama bolsillo me atraen hasta que los abro. Entonces me encuentro con esos escaneos de calidad malísima y vuelvo a dudar de mi elección.
-¿Quince euros por esto? Debes de estar de broma.
-Pues haz una desiderata a la biblioteca. Con lo que ahorres puedes dar la entrada de la hipoteca.
Pero no nos dispersemos. Llega tu madre y te da un libro, te lo pone en la mano, recién sacado de algún recóndito estante. Te mira y sonríe. Sabes que su corazón espera respuesta. Ella lo ha leído y le ha gustado, o incluso le ha apasionado. Si te apasiona, estarás más cerca de ella, la querrás más. Pero tú sabes que ese libro no te gustará, conoces a ese autor y sabes que emplea una retórica oral que está muy alejada de tu gusto por los libros formales, asentados, decimonónicos. O simplemente, la portada es fea.
-Me encantó. Te gustará.
-(Glup).
Llega tu alumno especial y te trae a clase el libro que leyó en vacaciones y que cambió su vida: Vampiras y amigas:
-Me leí la Carta a una desconocida, y luego me leí este. Me gustó mucho, es mejor que el que tú me dijiste, y te lo he traído por si te gusta y lo quieres poner de lectura para otros cursos. ¿Lo quieres leer?
-Pueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeessssssssssssssssssssssssssssssssss...
A veces te lo estás buscando. Porque los que las dan las toman. ¿No te has sentido entendido, comprendido, oído, escuchado, al hablar de libros, te has crecido, has querido más a ese compañero del trabajo y... le has llevado un libro? Pues el que a hierro mata, a hierro muere. Y además, a veces, si no quieres caldo, tomarás dos tazas.
-No era necesario, si ya me dejaste tú uno...
-Ya, pero como empezaste tú con Los cuadernos de don Rigoberto y después de que yo te dejara La fiesta del chivo tú me trajiste Manual de inquisidores, que me encantó, pues ahora te he traído éste, que a mí me ha gustado mucho...
-Rabos de lagartija... No, no he leído nada de Marsé.
Marsé me está gustando un disparate. Pero es que en la misma semana me llevé a casa del orden de seiscientas páginas con compromiso de lectura. Lo cual sumado a las páginas que tengo que leer por trabajo y las que tengo que leer por formación académica -y las que quiero leer por mi cuenta- acaban con mi tiempo de todas todas.
¿Y los préstamos a destiempo? ¿Qué opináis de dejarle el Barrabás de Pär Lagerkvist a un niño de ocho años? Qué cosas tiene mi tío...
-Buenísimo. Si te gusta leer...
-Sí, me gusta mucho.
-Si te gusta leer, tienes que leer libros buenos.
Son las encantadoras anécdotas de los préstamos de libros. Se me ocurren muchas más, pero no acabaría de escribir nunca, y desgraciadamente siempre tenemos más cosas que hacer y menos tiempo para ello. La solución, quizá, pasaría por no perderlo escribiendo palabras tontas como estas. Al fin y al cabo, el que te deja un libro te deja un pedacito de sí porque ya lo ha hecho suyo. Y por eso, a las malas, es mejor leerse un par de capítulos y devolverlo a hacerlo dejándolo virgen.
4 comentarios:
A cuento de esto, tengo una saga de quinientas páginas el volumen que te va a encantar. Esta semana te dejo los tres primeros. El protagonista es en medioelfo que tiene barba y también... bueno, que tiene barba, ¡ya verás lo que te gusta!
Andrés, una de las entradas más divertidas de tu blog. Y además, con verdades como puños.
Por cierto, ya te comenté el criterio de elección que he seguido con mi última lectura: leí tu blog y me picaste la curiosidad con la literatura italiana, así que he empezado con Moravia. Y de momento, me está gustando mucho.
Por cierto, tengo una recomendación si te gusta el ensayo: NUNCA FUE TAN HERMOSA LA BASURA, de José Luis Pardo. Ahora mismo estoy escribiendo una reseña sobre él. Es una recopilación de artículos y ensayos muy interesante.
Y no te agobies, no te voy a poner fecha para que lo leas, jejeje. Un abrazo.
El medioelfo tiene barba, sí, pero, ¿qué más podrías decirme de ese personaje? ¿Cuál es su condición psicológica? ¿Qué función cumple en el relato? Antes de ver a mi mujer, yo también suelo llevar barba: ¿me sentiré identificado con él?
Pues después de todo lo que he escrito, me merezco que me sigáis dejando libros. Y cuando acabes de trabajar con el ensayo, me gustaría que me lo pasaras -o también algún libro que me has comentado de Isaac Rosa- porque el título desde luego promete.
Juan Antonio, yo creo que un "Solsticio", o un "Equinoccio", o un "Adolescencia vampírica" sería mejor que escribir tanta tontería universitaria... Me parece que ella llevaba más razón que un santo cuando te lo decía. A lo mejor a cuatro manos acabamos antes, y los beneficios aún nos darían para alguna chuchería, alguna vuelta al mundo...
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