A las cuatro de la mañana como son, no sé si esta entrada hará justicia a una novela de la calidad de la que he leído los últimos días. Juan Antonio me mortificará por usarlo, pero me reitero en el criterio de elección que sigo necesitando tras mis fatigas intelectuales por asuntos que no vienen al caso en este blog... Así es que seguí desoyendo la llamada de mis siete novelas a medias y empecé una novela llamada así, El consejo de Egipto. A su autor lo conocía, lo oí nombrar en la carrera y fuera de ella. Las perlas de la literatura italiana nos llegan con demasiada racanería. Me encantaría leer libro italiano sí y libro italiano también, pero la verdad es que no sé qué leer de la literatura del país del adriático. ¿Qué se escribe en Italia? ¿La soledad de los números primos? Vamos, no puede acabar sólo en eso. ¿Seda, el remake de la Iliada? Bien, Baricco es un gran narrador y tan loco, estrafalario y valiente como los grandes italianos; y hasta el comienzo de los Números primos es terriblemente prometedor (yo lo habría dejado en el primer capítulo, el resto de la novela le fui perdiendo el interés). Pero no conozco más. Y eso me apena, la verdad.
Tal vez por ello era el momento de dejar de saber de oídas y empezar a leer de nuevas. En el mundo de las humanidades hay demasiadas referencias y demasiada poca lectura (lo cual es un juicio-prejuicio gratuito que yo regalo con la sola base de ciertas experiencias personales). Es vomitiva la cantidad de veces que se cita sin leer. Y por eso me dije que ya era hora de dejar de saber por referencias de la obra de Sciascia. Y me puse manos a la obra.
Lo primero fue recuperar El contexto, mal regalada con anterioridad. Pero con El contexto en la mano, me dije que mejor sería comenzar por El consejo... ¿Qué es El consejo...? Pues una espléndida novela en menos de doscientas páginas, editada en Tusquets. Se trata de una breve novela situada en la Sicilia de finales de siglo XVIII (de las luces y la razón) en el que un comienzo milyunanochero lleva al protagonista a ser traductor improvisado de un diplomático norafricano. Y en el momento, como ni unos (cristianos sicilianos) ni otros (islamistas árabes) pueden desmentirle, decide hacer una traducción falsa, inventada, con el fin de mejorar su modus vivendi, en ella se inventa todo lo que le da la gana. Y así, con toda la falsedad del mundo, se arroga el derecho de crear el pasado, un pasado que justificará el presente como argumentación para unos privilegios estamentales o para una usurpación de tierras por parte de la corona. Y en ese ajedrez cobrarán especial relevancia la mentira histórica del abate Vella y la verdad republicana del abogado Di Blasi.
La novela tiene una estructura en tres partes. La primera es más ligera y tal vez más cómica que la tercera, más densa y simbólica -creo yo-, mientras que la segunda es una bisagra entre ambas. Cada capítulo no ocupa mucho más de cuatro páginas.
El estilo de la novela está tremendamente depurado. La traducción no hace aguas y se puede leer bien. En ocasiones, Sciascia juega con sus conocimientos de cultura española y de literatura castellana, y en otras hace lo propia con la latina eclesiástica, y los lectores salen ganando con un diálogo entre ellas muy valioso. El estilo de Sciascia no es muy proclive a descripciones largas, pero a mí me gustaría en algún momento, de aquí en adelante, leer alguna suya, puesto que su capacidad de percepción e imaginación de mínimos detalles culturales es muy rica.
En general me ha gustado la novela. He leído y leeré muchas otras que me gusten más. Quizá incluso suyas. (El contexto me está encantando.) No obstante, el bello perfume que la novela destila a años setenta, a problemas semióticos y a literatura de corte simbólico, que quiere hablar sobre otras realidades, me han cautivado. Creo que no es una novela para todo el mundo, pero quien supere algunos problemas iniciales puede adentrarse en caminos sembrados para el diálogo de ideas.
Parece que siempre vengo a decir lo mismo, pero esta también la voy a recomendar.
2 comentarios:
"Y por eso me dije que ya era hora de dejar de saber por referencias de la obra de Sciascia. Y me puse manos a la obra."
Éste criterio de selección de libros también lo comparto, amigo Andrés. A veces, leo a un autor porque "tengo que hacerlo", es como un deber moral.
Y ya que me recomiendas a Sciascia, por mi casa anda perdida (se que está por ahí) su novela TODO MODO. La buscaré y la leeré.
P.D. ¿Siete novelas a medias? Salvaje...
No estoy orgulloso de tener 7 comenzadas... Dice mucho y no bueno sobre inconstancias y escasez de fuerza voluntad. Leer una novela es un proyecto a medio plazo que a veces merece la pena no por la novela sino por la prueba a nosotros mismos que supone.
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