Escribir sobre libros ya presupone que la materia sobre la que decir algunas palabrillas tiene una variedad tal que resulta casi infinita. (Pese a todo, Borges decía que ser inmortal no merecía la pena porque un hombre inmortal escribiría dos veces la Odisea.) Hoy me apetece a mí hacerlo sobre una novela gallega de un autor gallego: Todo es silencio, novela escrita por Manuel Rivas.
(Imagen de alfaguara.com)
Además, escribir sin pretensiones de lectores, como simple entretenimiento que me permite hilvanar dos y a veces tres ideas concernientes a la misma obra literaria, es algo que te facilita hablar si quieres sobre el Gobierno, sobre la Iglesia, sobre el todo y sobre la nada. A mí a veces me apetece compartir impresiones sobre el hecho de leer libros. Hoy va una de esas impresiones, dado que sobre Todo es silencio no voy a comentar mucho. ¿Cuál? La incompatibilidad.
Las novelas de Manuel Rivas son centelleantes. No son muy extensas, no son grandilocuentes sino que suelen referirse a vidas anónimas de personajes menores o secundarios; son un poquito intrahistóricas (sólo un poquito) a pesar de que todos sus personajes sean un poco especiales, o lo que es lo mismo, que ninguno sea sólo ejemplo -porque los ejemplos a veces se tornan ejemplarizantes, y no suele ser esa la intención de Rivas en sus novelas- sino, más bien, que todos ellos configuren una visión del mundo por la cual nadie (hecho de ficción al menos) es absolutamente carente de interés. Si me equivoco, que venga Rivas y diga unas palabras.
Yo he leído El lápiz del carpintero y ahora Todo es silencio. En un futuro no muy lejano leeré Qué me quieres, amor, que creo recordar era la base del guión de La lengua de las mariposas, aquella preciosa película. Tenía muchas esperanzas cuando empecé Todo es silencio, sobre todo porque venía de un novelón genial como Los enamoramientos, y creí que continuaría por ese camino. Pero en ocasiones las cosas no resultan exactamente como nosotros nos habíamos propuesto; nada más lejos entre las oraciones de Marías, de media página, y las de Rivas, de seis palabras -no todas.
¿Estoy diciendo que Todo es silencio es una novela mediocre, poco aprovechable? No, en absoluto. La bipartición en dos libros, relacionada con los periodos vitales de los protagonistas, ya es un éxito y nos dice mucho sobre la idea de la vida de Rivas. A día de hoy no sé si Todo es silencio es una traducción o auto-traducción o bien si está escrita directamente en castellano. Como quiera que sea, su estilo, en muchas ocasiones, no es simplemente bueno sino que es completamente poético. Algunos finales de sección o incluso de capítulo son casi shakespearianos. Es muy chocante una novela sobre el narcotráfico en las rías gallegas escrita con un estilo tan metafórico; al lector le exige un poco, más seguramente que en El lápiz del carpintero. Lo que sí es cierto es que la verbalización del texto es una auténtica maravilla, que si la novela tiene un buen esqueleto estructural (la bipartición del libro, la terna de personajes, el triángulo amoroso, los secundarios, las uñas de los pies de Mara Doval y las de Guadalupe, los símbolos geniales como la escuela de los indianos, el esqueleto descarnado y la maniquí, los desechos del mar, los guantes del capo local, etc.), su plasmación en palabras y frases es enorme.
Manuel Rivas, José Luis Cuerda (su director) y los actores que representarán a Fins Malpica, Nove Lúas "Leda" y Víctor Rumbo "Brinco" en su versión cinematográfica. Imagen tomada de la web http://es.outletvictims.com/
Pero a mí no me ha llegado. Yo me he quedado fuera. No sé si es que no me enloquecen las historias policiales o cuál es la razón, pero me habría encantado quedarme sin aliento al leer el fin de la novela y no me sucedió. Qué putada, joder. Así que paro de escribir sobre esta buena novela, empiezo a darle vueltas a la cabeza para justificarlo y justificarme, y lo que sigue de la entrada es lo que se me ocurre.
A mi parecer, ningún gran lector es capaz de disfrutar el cien por cien de las grandes obras literarias, y esta incompatibilidad resulta por varias razones. Voy a ir enumerándolas para que no se me esfumen en el aire:
- Qué es artístico y qué no lo es resulta argumentable y variable con el tiempo, como ya dijo Baudelarie hace tiempo.
- Cada lector tiene sus horizontes de expectativas, sobre todo aplicados a las lecturas inminentes. Si acabo de leer algo, ese algo recién leído influirá en lo que empiezo a leer acto seguido estableciendo términos de comparación, por ejemplo.
- Se puede ser consciente de que se está desperdiciando un buen libro leyéndolo mal, sin ganas, sin esfuerzo, sin aprovechamiento, y no querer o poder hacer nada para cambiarlo, una lectura cínica.
- Cada lectura, incluso cada sesión de lectura, es un acto concreto y contextualizado. El mejor Petrarca no se puede gozar a 42ºC con el aire acondicionado roto -y también un pie roto.
- Por mucho que se diga, a veces los temas resultan más cercanos, o más lejanos o simplemente más o menos interesantes; igual sucede con los argumentos y las tramas, y con los motivos, con los mitos, etc.
- A veces, los lectores, sencillamente fallamos.
3 comentarios:
Parece que después de Marías necesitas reubicarte, ¿no? Ni la de la Torres ni ésta te han convencido. Quizá el problema sea precisamente ése: lo que te gustó Los enamoramientos.
Un saludo.
Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas:
Jeje, me lo has puesto a huevo. Quevedo estaba ahí.
Pues puede que sí, pero yo creo que ati tampoco te diría gran cosa la de Maruja Torres. Esta otra, más thriller, más policial, a lo mejor sí, porque además está muy bien escrita. Pero es esa extrañeza de separarse tan claramente la apreciación intelectual de algo que sabes que te derbería gustar y que sin embargo, emocionalmente no te toca.
Quizá sí deba coger Tu rostro mañana...
Me pasó lo mismo que a ti con otra novela de Rivas, "Los libros arden mal". Pensaba encontrarme con un novelón, pero no fue así. A pesar de que el argumento parecía interesante, a mí, sinceramente, me aburrió.
Es uno de los considerados grandes autores que no me termina de entrar.
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