(Dedicado a José, buen amigo, nuevo seguidor, enorme amante de los comics.)
Decidí hace unas semanas ir al Salón del Cómic de Barcelona. En los tiempos heroicos mis amigos habían estado allí y habían regresado con enormes ojeras, enormes sonrisas y enormes bolsas de cómics y de otros estúpidos y entrañables fetiches de merchandising, entre los cuales uno de ellos aún cuelga del retrovisor de mi coche (una figurita de Anna Williams, personaje de la saga de videojuegos de lucha Tekken, en pose sensual).
Así es que, con la ayuda logística de la Sra. Cuentacuentos, el tren y la habitación de hotel (es un decir lo de hotel) fueron alquilados. Un madrugón, unas pocas horas de tren -estupendo Euromed, que en ida y vuelta baja un poco de precio, aunque siga algo caro-, un poquito de metro hasta llegar a la parte alta de la Rambla y, con las mismas, más metro hasta el recinto ferial de Barcelona. Y a la salida, Naruto leyendo cogido a la baranda de la escalera mecánica. Poco después, y en general a lo largo del día, muchos más disfraces, muchísimos más.
Lo primero que quisimos hacer fue, lógicamente, dar un vistazo general y aprender a dominar el entorno, que es lo que se suele hacer en los casos en los que uno se enfrenta a una vasta realidad nueva. Esa era la idea, pero lo primero que supimos fue que con la entrada, regalaban un cómic. Así es que, los dos primeros cayeron sólo con canjear el ticket: uno de Blake y Mortimer y otro de Blueberry. La cosa pintaba excelentemente bien.
Así es que, lejos de poder imponer la cordura y el orden, nos encontramos de golpe con una galería de originales sobre el tema de "El gato en el cómic"... Da gusto ver cómo los dibujantes resuelven con absoluta limpieza la tarea de llevar las ideas del guionista -y las suyas propias- al papel. Para quien no lo sepa, los originales son bastante más grandes que el tamaño definitivo del cómic, publicado de manera que las tareas de dibujar y colorear resultan más sencillas, y los errores se perciben bastante menos al reducir esos originales, en la imprenta, a un tamaño bastante menor. Pues ni más ni menos que Garfield haraganeando, que Catwoman rompiendo a patadas la nariz a algún sicario prescindible, que la Gata Negra (no vi a Gata Sombra, pero eso ya era más metafórico, puesto que este personaje de cómic no tiene nada de felino salvo el nombre) tonteando con Spiderman, que Doraemon (creo, no sé si me equivoco), que Blacksad, el maravilloso gato (antropomórfico) detective privado, etc.
(Todas las imágenes de la entrada se pueden ver a buen tamaño pinchando en ellas. No os dejéis los ojos.)
(Doraemon)
(Catwoman conduciendo con su látigo a Batman)
(Blacksad, cómic noir protagonizado por animales con forma humana)
(David Beauchard, o David B, uno de mis autores favoritos)
(Es curioso, además, ver cómo cada editora tiene su hoja estándar que reparte a los dibujantes para que hagan allí su dibujo, con sus especificaciones precisas)
Una de las cosas que más chocaba, ya desde la salida del metro, habían sido los disfraces. Los disfraces son algo muy apreciado entre parte de los aficionados al cómic -sobre todo los más jóvenes y/o desprejuiciados-; en general, se veía que los que se disfrazaban, que eran muchos, se lo estaban pasando de lo lindo. (Salvo, quizá, una pobre que estaba dentro de un stand y a la que o quiso o le tocó disfrazarse de personaje de Avatar, que al final ya no quería ni hacerse fotos con los asistentes ni nada, imaginad todo el día en bikini en un lugar cerrado...)
Algunos patrocinados, otros hechos artesanalmente por las personas que los visten, dieron mucho colorido al ambiente. ¡Sobresaliente la patrulla imperial de La Guerra de las Galaxias, que vimos al cuarto de hora de haber entrado al recinto!
Como dije, tras cobrar nuestras dos primeras presas, marchamos hacia el objetivo de conformarnos una idea general. Y era la siguiente: en el cuerpo central estaban los stands de tiendas y editoriales, que vendían sobre todo cómics, pero también otros objetos, como
- originales carísimos (una preciosa portada de Bernet, dibujante de Torpedo y de Clara de Noche a 500€, por ejemplo)
-figuritas de distintos tamaños que representan a personajes de cómic
- camisetas sobre el mundo del cómic
-tazas, cojines y monederos sobre personajes de cómic
-DVDs y Blurays de anime (dibujos animados manga). Destaco aquí el stand del Studio Ghibli, que firma obras maestras como La princesa Mononoke, Porco Rosso, Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro, etc.
-etc.
Y en los lados, otras secciones (juegos a la izquierda, escenario musical a la derecha).
Y en los lados, otras secciones (juegos a la izquierda, escenario musical a la derecha).
Chapas de Totoro y de la Patrulla X
La verdad es que el merchandising (objetos secundarios de venta relacionados con un objeto principal y más importante, como puede ser un cómic, una película, etc.) llegaba a alturas increíbles. ¡En una de estas, un ataque de consumismo irracional casi me hace traerme una Ms Marvel a tamaño real!
(No es Ms Marvel, ya, pero también tiene gracia, ¿no?)
A lo mejor una persona que viniera de nuevas a un evento como el Salón del Cómic podría preguntarse por qué había un stand dedicado casi únicamente a camisetas de World of Warcraft, un videojuego masivo en red medieval-fantástico, si no es directamente un cómic, o por qué se venden también videojuegos... Bien, las razones son variadas, desde las más directas (por ejemplo, que de los personajes de cómic más famosos se suelen hacer videojuegos y viceversa) hasta otras de tipo sociológico (que a las mismas personas que les gustan los cómics también les gustan los videojuegos, las películas y las novelas de los géneros fantástico, superheroico y de ciencia ficción). De hecho, tanto ellos mismos como la sociedad ha dado en llamarlos friquis o frikis, del inglés freakie, procedente a su vez de freak. Es curioso como ahora una persona puede decir de sí o de otra, con cierto orgullo, que es friki cuando esto viene de un adjetivo que significa extraño, monstruoso (como, por ejemplo, en la película La parada de los monstruos, de Tod Browning en 1932, llamada en inglés simplemente Freaks). A mí, la verdad es que no me gustan nada ni esta palabra, ni el concepto, ni tampoco la idea de que las personas sean marginadas o incluso que se automarginen (o una mezcla de ambas). Hay que poder decir con orgullo y humildad que a uno le gustan los comics y los videojuegos, tanto a otro amante de los videojuegos como a las personas más supuestamente serias. Pero cada uno como desee... Yo vuelvo al Salón.
Eran las tres y aún no habíamos parado, y la comida la habíamos hecho de sandwiches sobre la marcha.; había dos zonas habilitadas para comer, pero no teníamos tiempo que perder en nimiedades... Los cómic que se podían conseguir eran de todos los tipos. Había tiendas y editoriales especializadas en manga, en cómic europeo y en cómic americano, tanto de superhéroes como underground. Allí se podían encontrar novedades, cómics sin traducir (en inglés y creo recordar que también en japonés), cómic de tapa dura, más caros, números sueltos (y algunos antiguos) de todas las series, etc. En muchas tiendas hacían ofertas interesantes. Yo, por ejemplo, compré el Arma X de Barry Windsor-Smith a 12€ cuando su precio es de 16€.
Por haber, había incluso una tienda de videojuegos antiguos y de coleccionista (Kenpachi, de Murcia) y un puesto de gofres donde dos fuentes a 90ºC generaban una increíble cascada de chocolate. Eso también era un espectáculo para los sentidos.
Uno de los grandes atractivos para los encuentros de este tipo, en la era de Internet en que todo puede conseguirse con una cuenta de PayPal (y dinero en la cuenta) es la presencia de autores. Daba gusto ver cómo la gente se encontraba con sus autores y les decía "te vi en... y me firmaste..." o "me encantó... pero los siguientes no me gustaron mucho". Como todo, tendría sus momentos buenos y malos (fans comprensivos y fans pesados), pero para los que íbamos allí, era impresionante ver a mitos del cómic de carne y hueso.
El gran Ibáñez. Una cola de más de doscientas personas.
Apenas a las dos horas de estar allí, nos sucedió a Ms. Cuentacuentos y a mí que vimos a un tipo ¡pintando en acuarela las contraportadas de los comics! El chico que atendía el stand nos vendió fenomenalmente bien el Simbad de Arleston, Alwett y Alary, que era el cómic que estaban promocionando: largo relativamente económico y con la posibilidad de llevarme a casa un original de este autor en la contraportada... La carne es débil. Tuvimos, no obstante, un problemilla, que fue que llegamos 15 minutos después de acabar la hora de firmas. Recién pagado el cómic, Alary y la agente de la editorial nos dicen que no hay más firmas... ¡Cagüenlaleche! Nos enfadamos, nos enrabietamos y en cierto momento se me ocurrió aquello de que hablando se entiende la gente. "¿Firma por la tarde Alary?". "Sí, a las 18:30.". "Ponnos los primeros en la cola, que no nos quedemos con mal sabor de boca..." El hombre se portó estupendo, nos guardó el sitio y a las seis allí que estuvimos. Un poco a traición, le grabamos un vídeo.
15 minutos pintando. Muy bueno. Un tesorito que se vino a casa.
Los autores llevaban a cabo diferentes tareas en el Salón del Cómic. La más básica era firmar (los guionistas) y dibujar (los dibujantes), pero también daban clases magistrales sobre creación de cómic. Los editores de las grandes (Planeta, Panini, Norma, etc.) hicieron presentaciones de próximos lanzamientos. ¿Algunos autores famosos? Pues sí... Eddie Campbell (From Hell), Brian Azzarello (100 balas), Kurt Busiek (Astro City), etc. Por mencionar sólo algunos autores anglosajones. La lista era enorme.
El Salón del Cómic, tenía, a la derecha, un ala enorme dedicada al tema de los zombis. Contaba con stands de fanzines, con una galería de originales y con un escenario para que tocaran algunos grupos. Entre ellos, pude ver a las siete y media al grupo surf Los Tiki Phantoms (para quien no lo sepa, el surf es un género musical que podría entenderse como rock and roll instrumental, sin voz), que dieron un concierto accidentado y con sonido regular -la batería se oía poco y mal-, pero muy divertido.
También había otras dos secciones de originales dedicadas al golpe de estado del 23-F y a Tarzán, pero al interesarme menos y disponer sólo de un día, no las pude revisar en profundidad.
¿Hablé de zombis? El cuarto -y para mí que más importante- núcleo temático del Salón del Cómic fue el Zombi. (O más bien, los zombis en plural: siempre aparecen en masa.) El éxito del cómic The Dead Walking y su conversión a serie de televisión ha motivado este auge de los muertos vivientes, que están gustando igual a cinéfilos palomiteros que a poetas posmodernos (aquí, una cita del blog Un mundo flotante sobre los zombis). De este modo, las actuaciones musicales tenían que ver con los muertos que no están tan muertos y además había otras actividades relacionadas con ellos, como una galería de originales.
Y, además de todas estas magníficas imágenes, de vez en cuando por el salón se veían personas disfrazadas de zombis, pues había un taller de maquillaje zombi donde, mezclando látex con papel y con otros materiales -y pintando por encima, creaban unas heridas y pústulas de lo más repugnante. Una delicia para los zombi-adictos.
(He borrado la cara del chico que posó con los zombis porque no sé quien es y por tanto no tengo su permiso para subir fotos en que aparezca él; el resto creo que están bastante irreconocibles.)
El núcleo del Salón del Cómic, como toda actividad comercial, era (y es) la promoción y la venta de cómics. En el recinto ferial, bastante grande, por cierto, de las tres áreas comentadas, en la de la izquierda, de la que aún no he dicho una palabra, había juegos de mesa, juegos coleccionables y otros contenidos de la editorial Devir, distribuidora de juegos de cartas coleccionables como Magic the Gathering y Yu-Gi-Oh y juegos de tablero como Marvel héroes o La Edad de Conan. De todos estos juegos, es sin duda Magic: the Gathering el que más jugadores tiene y el que más impacto a nivel general ha causado, aunque los demás (incluido el reciente juego de cartas de factura nacional Águila Roja, sobre la serie de televisión) también tienen sus seguidores.
A las nueve, tras comprar agónicamente unos últimos ejemplares de la Patrulla X de rebuscada numeración, -pues éste es uno de los problemas del coleccionismo-, en concreto el paso contiguo de un número 145 a un número 6 por cambio de editorial, que con suerte un simpático aficionado a los cómics nos explicó, abandonamos el lugar camino del hotel. En unos años, volveremos.
Nota: esta entrada contiene fotos cuyos originales tienen copyright. La reproducción de las fotografías en esta web no tiene fines lucrativos, pero si algún autor o editorial desea que se retiren, cumpliré su voluntad lo antes posible.
3 comentarios:
¡Muchas gracias por la dedicatoria, es la primera vez que me dedican una entrada de blog! Me ha gustado mucho tu crónica, solo que me hubiera gustado mucho más... estar allí en persona, ¡argh! De todas las cosas que cuentas, interesantes y jugosas, lo que más cautiva mi imaginación es esa Ms. Marvel en tamaño natural, ¡ay!
¡Un abrazo!
La próxima nos vamos juntos. Eso sí: ahorra para entonces.
Sí, sí, ¡síiiiiiiiiiii!
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