Una amiga del trabajo me dejó el viernes una breve novela, de no más de ciento cincuenta páginas -alguna menos, seguramente- de una escritora francesa llamada Amelie Nothomb, cuyo nombre me sonaba de las páginas de Babelia, o de Qué Leer o del Cultural o del suplemento literario del ABC, vaya a saber. O de las contraportadas de los libros o de las mesas destacadas de novedades en las librerías o de... Nos entendemos. Se lo agradecí mucho pensando en que era mi segundo libro prestado consecutivo y, si éste resultaba también -y resultó-, iba a ser un cien por cien de éxito. La agonía del lector, como dice J. A. otro compañero del trabajo, es que no podemos leer todo lo que queremos, simplemente porque no tenemos tiempo para ello. Así pues, para cerrar la entrada, mis agradecimientos, I. (y también mis agradecimientos a B. por La fiesta del chivo).
Coincidiendo con la oferta que Anagrama hizo en los quioscos de vender como oferta de lanzamiento Seda, de Alessandro Baricco, junto con Ciudad de cristal de Paul Auster al ridículo precio de 4€, se me ocurrió escribir algo al hilo de ambos. ¿Qué tenían los dos en común? Párrafos breves, capítulos hiperbreves, oraciones breves y una extensión en general breve. Novelas que se leen en una tarde. Algo parecido al género novela corta publicado como novela extensa, con mayor tipo de letra y mayor espaciado.
Pero primero podemos dar algunos datos sobre Ácido Sulfúrico. Es una novela que ya tiene algunos años, escrita por una autora relativamente joven, de unos cuarenta, y que ya ha publicado cerca de veinte libros. Ácido sulfúrico se sitúa en el género de novelas distópicas, es decir, novelas que construyen un futuro horrible en el que los peores defectos de la actualidad se han desarrollado y crecido hasta hacer la vida difícilmente soportable. Todo el mundo puede recordar 1984, Un mundo feliz, El señor de las moscas o Ensayo sobre la ceguera. Estas novelas se basan en una arquitectura de la imaginación que conduce desde premisas posibles hacia consecuencias escalofriantes para los seres humanos. Los personajes, los espacios y las situaciones que viven, además, suelen tener un marcado carácter simbólico, sobre todo porque ese es el punto de partida del género: hablar sobre la humanidad actual y presente fantaseando sobre la humanidad misma transportada a otro espacio y/o a otro tiempo, en el que alguno de sus condicionantes básicos ha cambiado radicalmente. De este modo, puede tener contactos con la novela fantástica e incluso de ciencia ficción.
En Ácido sulfúrico, desde sus primeras páginas, atendemos a la situación en que derivaríamos si las cadenas de televisión tuvieran tanto poder como para hacer un reality show de un campo de concentración. Las cámaras, a lo 1984, atenderían al patetismo horrible de los instantes de solidaridad, las ejecuciones, etc.
En este ambiente, sin espacios ni tiempos definidos, surgen las individualidades, y su relación proporcionará algunos hermosos momentos que a juicio de quien escribe estas palabrillas no van a llegar a la emoción a causa de las elecciones de "estilo" (es decir, de decisiones de uso de la lengua, de estructuración de contenidos, etc.), seguramente conscientes, de la autora.
En Ácido sulfúrico encontramos muy pocos personajes, al igual que hay pocas palabras y pocas páginas. Poco es la palabra clave de esta novela. Ahora bien, y entendiendo que no es sino una decisión consciente, ¿la depuración tan profunda, la eliminación de todo lo supletorio a la acción y a la reflexión y de todos los párrafos dedicados a describir, ambientar -apenas hay descripciones en esta novela- o matizar, cumple su cometido artísticamente hablando?
La novela a mí no me ha llegado a emocionar porque los personajes me han resultado ideas andantes. Cada uno representa es una abstracción disfrazada, es símbolo de algo, y a excepción de la protagonista y de su rival, los demás son planos -no en sentido peyorativo, pero es cierto que se definen con un solo concepto. El esquematismo no nos permite identificarnos con los personajes. El teatro de Bertolt Brecht ya empezó a experimentar con los "efectos de extrañamiento" que hacían que los espectadores teatrales se mantuvieran a una distancia ideológica que les permitiera ser analíticos, críticos; pero Arturo Ui o Madre Coraje no son personajes planos.
Para mí una novela es un género de ficción principalmente. Debe contener un diálogo de ideas del autor/a conmigo, que la leo, y éste no debe ser excesivo, ni tampoco inexistente. Las novelas cien por cien entretenimiento no me dicen nada, y las que, como esta, son ochenta por ciento ideología, también me rechinan. No voy a negar que he pasado algunas horas buenas leyendo algunas frases verdaderamente chocantes, y que el destino de los desgraciados "concursantes" del programa pero tampoco voy a negar que en Ácido sulfúrico también, para mí, hay algo de libro de proclamas, en ocasiones inverosímil, que tumba la ficción. Si Ácido sulfúrico hubiera tenido cien páginas más contando lo mismo, me habría gustado más. Pero entonces no sería Ácido sulfúrico, es evidente. ¿Defecto o virtud? Cuestión de gustos.
¿Tiene que ver esta radical brevedad en la expresión con el alto ritmo de publicaciones de la autora? Vaya, es ser malo pensar eso. Yo creo sinceramente que no, pues leyendo sus páginas, la expresión justa, el adjetivo justo y el nombre justo son los que se aparecen al narrador casi siempre. Esto es una laboriosísima tarea de destilación, y quien ha escrito -mejor o peor- sabe que quitar es casi más difícil que poner.
Y por último, esas palabras sobre Seda. Me recordó la novela de la Nothomb a Seda porque el año que la leí fue el de oposiciones, estudiando y trabajando y viviendo solo. Con ese magro caudal de tiempo libre, pude sacarla de la biblioteca y devolverla al día siguiente ya leída. ¿Cómo fue posible? Porque quien haya leído Seda estará de acuerdo conmigo en que es fácil de leer. Y ojo, que no estoy diciendo mala. Me gusta mucho la manera de narrar de Baricco en esa novela, me parece tremendamente logrado -quizá me gustó un poco más que Ácido sulfúrico- y quiero echarle el guante a otras suyas. Pero es un libro de capítulos breves que exige una atención ligera a cambio de un tono poético que puede ser el auténtico protagonista de la narración. Aquí cambiamos tono poético por insobornabilidad moral. Pero el resultado es el mismo: una novela hermosa e interesante de leer que no cambiará demasiado mi vida.
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