Comenzaré confesando que mis comienzos en esto de la escritura de diarios tematizados en internet -es decir, de blogs- me atraía al tiempo que me causaba una cierta aprensión. Nunca se sabe, las opiniones vertidas, la palabra esclaviza a quien la pronuncia y deja de ser su amo, etcétera.
Después de varios años de escribir un blog sin fidelidad ninguna por mi parte -he pasado semanas sin escribir para luego hacerlo compulsivamente en pocos días- ni por la de la mayoría de mis tibios lectores -qué se le va a hacer, sinceridad über alles, esto es un recomienzo, nadie dijo que sería simple, qué narices-, probando a escribir mucho y a escribir poco, a escribir variado y a escribir concreto, a ser serio, a usar el humor, a generalizar, a volcar mi persona, despersonalizar, a cambiar a menudo la imagen del blog, plantear encuestas serias y encuestas tontas a los supuestos lectores que tras tres meses sólo recogían dos respuestas, la de mi amigo Pedro (creeloquequieras.blogspot.com) y la mía propia, me planteo hacerlo de otro modo: salir de las trincheras.
Esta nueva relación de mi blog conmigo no me va a dar la victoria -esto es, unos pocos que se aventuren a leer mis cuentos y mis poemas, que es lo que realmente me gustaría que sucediera pero que no sucede nunca porque no tienen fotos de mujeres con grandes pechos ceñidos, o violencia extrema, o de cine y jazz de los años treinta, además de caer en el insoportable vicio de ser más extensos de ocho líneas, vaya coñazo, o, qué sé yo, incluso, incluso, me atrevería hasta a decir esto, que sean cuentos y poemas malos y rematadamente malos- y seguramente no va a cambiar nada. Cuando empecé a escribir un blog mi idea era que hubiese gente que leyera estos cuentos y estos versos. Cabe decir que cumplí al pie de la letra los mandamientos para hacer que un blog tenga un enorme tropel de lectores: escribir y darse a conocer en otros blogs -por fortuna, después de unas cuantas cribas de anunciar servilmente blogs de medio pelo, recobré un poco de amor propio, volví a buscar y los encontré bastante buenos-, buscar portales de blogs y colgar la dirección propia, etc. Lo demás -reseñas, comentarios, noticias- vino luego y secundariamente. El caso es que este blog apenas tiene un mínimo seguimiento. No hay comentarios, ni retroalimentación. El ocioso que esté leyendo estas palabras en lugar de estar haciendo algo mejor debería pensar que no van a él/ella dirigidas, pero esto es como cuando, en clase, me quejo del absentismo: no se puede regañar a la ausencia. A los varios cientos de personas que han entrado en este blog a la entrada de "literatura y cómics" y no han sido capaces de dejar un comentario -breve, un simple gracias como yo hago cuando tomo información de un blog para una clase o para mi interés propio-, sí les puedo decir en voz alta y clara, y con un buen infinitivo -que si no no suena bien-: "iros a la mierda, a la putísima mierda".
(La anciana se ha quedado a gusto.)
Tras días y días de encontrar en esta mezquina realidad que ya no merece la pena la hora de reloj que me pueda costar la redacción de una reseña o las cinco que me pueda llevar un ensayo como el de "mujeres en el rock and roll" si a otro no le merece la pena pasar cinco segundos de su vida en escribir un comentario agradeciendo ese tiempo y esa dedicación, he pensado en copiarme en un archivo de texto los baldíos textos de este fracasado blog y cerrarlo. Pero sería huir, no sé de qué, pero huir, y huir es sólo comenzar a hacerlo. Y no parece un buen camino.
Por tanto, desde hoy se acabaron los lectores-meigas. Empiezo a escribir por y para mí, como no debiera dejar de haber hecho. Habrá algunos cambios de importancia en el blog. Quien quiera, conmigo, quien no, no me interesa. El cuentacuentos deja de ser un cuentacuentas; en realidad, es (soy) Andrés Nortes Martínez-Artero.
Después de varios años de escribir un blog sin fidelidad ninguna por mi parte -he pasado semanas sin escribir para luego hacerlo compulsivamente en pocos días- ni por la de la mayoría de mis tibios lectores -qué se le va a hacer, sinceridad über alles, esto es un recomienzo, nadie dijo que sería simple, qué narices-, probando a escribir mucho y a escribir poco, a escribir variado y a escribir concreto, a ser serio, a usar el humor, a generalizar, a volcar mi persona, despersonalizar, a cambiar a menudo la imagen del blog, plantear encuestas serias y encuestas tontas a los supuestos lectores que tras tres meses sólo recogían dos respuestas, la de mi amigo Pedro (creeloquequieras.blogspot.com) y la mía propia, me planteo hacerlo de otro modo: salir de las trincheras.
Esta nueva relación de mi blog conmigo no me va a dar la victoria -esto es, unos pocos que se aventuren a leer mis cuentos y mis poemas, que es lo que realmente me gustaría que sucediera pero que no sucede nunca porque no tienen fotos de mujeres con grandes pechos ceñidos, o violencia extrema, o de cine y jazz de los años treinta, además de caer en el insoportable vicio de ser más extensos de ocho líneas, vaya coñazo, o, qué sé yo, incluso, incluso, me atrevería hasta a decir esto, que sean cuentos y poemas malos y rematadamente malos- y seguramente no va a cambiar nada. Cuando empecé a escribir un blog mi idea era que hubiese gente que leyera estos cuentos y estos versos. Cabe decir que cumplí al pie de la letra los mandamientos para hacer que un blog tenga un enorme tropel de lectores: escribir y darse a conocer en otros blogs -por fortuna, después de unas cuantas cribas de anunciar servilmente blogs de medio pelo, recobré un poco de amor propio, volví a buscar y los encontré bastante buenos-, buscar portales de blogs y colgar la dirección propia, etc. Lo demás -reseñas, comentarios, noticias- vino luego y secundariamente. El caso es que este blog apenas tiene un mínimo seguimiento. No hay comentarios, ni retroalimentación. El ocioso que esté leyendo estas palabras en lugar de estar haciendo algo mejor debería pensar que no van a él/ella dirigidas, pero esto es como cuando, en clase, me quejo del absentismo: no se puede regañar a la ausencia. A los varios cientos de personas que han entrado en este blog a la entrada de "literatura y cómics" y no han sido capaces de dejar un comentario -breve, un simple gracias como yo hago cuando tomo información de un blog para una clase o para mi interés propio-, sí les puedo decir en voz alta y clara, y con un buen infinitivo -que si no no suena bien-: "iros a la mierda, a la putísima mierda".
(La anciana se ha quedado a gusto.)
Tras días y días de encontrar en esta mezquina realidad que ya no merece la pena la hora de reloj que me pueda costar la redacción de una reseña o las cinco que me pueda llevar un ensayo como el de "mujeres en el rock and roll" si a otro no le merece la pena pasar cinco segundos de su vida en escribir un comentario agradeciendo ese tiempo y esa dedicación, he pensado en copiarme en un archivo de texto los baldíos textos de este fracasado blog y cerrarlo. Pero sería huir, no sé de qué, pero huir, y huir es sólo comenzar a hacerlo. Y no parece un buen camino.
Por tanto, desde hoy se acabaron los lectores-meigas. Empiezo a escribir por y para mí, como no debiera dejar de haber hecho. Habrá algunos cambios de importancia en el blog. Quien quiera, conmigo, quien no, no me interesa. El cuentacuentos deja de ser un cuentacuentas; en realidad, es (soy) Andrés Nortes Martínez-Artero.
1 comentario:
Sí señor.
Independientemente de que tengas razón o no, y sin duda este tono gris está más cerca de lo primero, ¡qué a gusto te has quedado!
¡Y por fin puedo llamarte Andrés!
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