Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

sábado, 12 de marzo de 2011

Manual de inquisidores, de Antonio Lobo Antunes


Por fin hoy, después de tantos días de desencuentros y desequilibrios, siempre con la espada de Damocles sobre el cuello, deseando veinte minutos de paz y no teniéndolos, he conseguido acabar la novela del portugués Lobo Antunes.

Aunque bastantes de mis amistades sean buenos lectores, parece que, si bien el nombre de este autor les sonaba, no han leído nada de él. Yo mismo me acerco a la FNAC, me acerco a Diego Marín y no encuentro sus libros más que en ediciones de bolsillo de diferentes editoriales. Me pregunto, ¿cómo es esto?

No quiero ser como Carlos Boyero, y sabiendo, insultar con apellidos y nombres; no quiero tampoco ser como los autores hipócritas que hablan de la tragedia del lector, tanto por leer e insuficiente tiempo vital para hacerlo -pero siempre sobrarán unas horas de los justos para poder consumir sus textos. ¿En qué posición nos deja esto? ¿Hay que publicar todo? ¿Hay que publicar menos? ¿Todo es "imprescindible"? Está claro que no, pero entonces, ¿qué lo es? ¿Los clásicos? ¿Leer una y otra vez La Celestina y el Simplicissimus y dejar pasar los Muñoces Molina y los Lobos Antunes que están escribiendo mientras nosotros leemos y vivimos? ¿No darnos cuenta de que estamos viviendo -siempre lo hacemos- un momento histórico y decisivo de la literatura?

Hace pocos años leí Acerca de los pájaros, y esa misma novela vine buscándola cuando, al regalársela a mi amigo F., me sentí reverdecer de envidia por ser éste el momento en que él iba a disfrutar de su primera lectura de este autor, y yo ya encaraba la segunda. Es decir, yo ya no era virgen, y volvería a leer a Lobo Antunes en sus textos, con todo lo que ello significa -no leer las invenciones literarias sino el discurso del hombre que las escribe-. Para mí la anagnórisis o reconocimiento iba a ser afecto, ya desposeído de la pasión, como en cualquier otro amor.

Esta mañana acabé Manual de inquisidores, como en una entrada anterior de este blog comentaba. Ahora ya puedo decir algunas palabras sobre ella.

Formalmente, la novela sigue el estilo peculiar del autor. Lo primero que llama la atención es que no usa puntos, ni apartes ni seguidos. Hay algunas oraciones o expresiones que el narrador utiliza como un "ritornelo" o estribillo, contextualizadas o descontextualizadas, como el llamativo: "Hago todo lo que ellas quieren pero nunca me quito el sombrero para que se sepa quién es el patrón" del señor ministro a su apocado hijo Joâo, o "Dígame, jovencito, ¿usted es tonto o se lo hace?" de la suegra de Joâo a éste, "Pipí, señor ministro" de las enfermeras, cuando éste se ha deteriorado y envejecido, etc. También a ese fin usa párrafos completos reiterados con el sabor de la obsesión insalvada. El efecto que tienen es el de un lirismo estático -al fin y al cabo, aunque en el libro haya una narración un tanto tortuosa que exige un lector activo, a mi juicio predomina el lirismo estático de los momentos eternos suspendidos en la memoria de los narradores- que se mantendrá en la mente de los personajes -y de los lectores, porque vaya si algunas son impactantes- sine die. Ademas, los personajes narradores muestran "visualmente" los momentos sobre los que desean hablar, como si los estuviesen reviviendo.

El libro está dividido en cinco partes. En cada una de ellas hay un "relato" contrapunteado de "comentarios". Todos los relatos de cada parte están narrados y protagonizados, en primera persona por un personaje, básico en esa parte. Los "comentarios" estarán narrados y protagonizados por otros personajes relacionados con el principal personaje de esa parte, ofreciéndose numerosas perspectivas que hacen de la novela un auténtico caleidoscopio.

¿Algo impregna y cohesiona todas esas partes con todos esos narradores? Claro. Lobo Antunes tiene un enorme oficio de narrador, colosal. Cada parte está unida a las demás porque es un fragmento, vinculado directa o indirectamente, con "el señor ministro", uno de los hombres del régimen dictatorial de Salazar: sus hijos, su mujer, su familia, su trabajo, etc.

El tono general de la novela es de un fuerte pesimismo. La visión de los narradores -¿y del autor?- es francamente desesperanzada. En otros comentarios a este libro he leído si las revoluciones vividas -este libro tiene un riquísimo diálogo galdosiano entre micro y macrohistoria- por los personajes no serán lampedusianas -es decir, un "que algo cambie para que no cambie nada"-. Yo no lo creo así. Lobo Antunes sabe que la literatura buena no es panfleto, y que el novelista bueno es el que sabe hacer decir con verosimilitud y convicción -y no tanto con chusca crítica intervencionista del narrador- a sus personajes incluso aquello que él detesta.

Algunos fragmentos son verdaderamente maravillosos. La tragedia que suscita la primera parte, protagonizada por el hijo del ministro, es fenomenal. Me recordó a Acerca de los pájaros, en el testimonio de la indefensión de los débiles. El fragmento que protagonizan la mujer de Joâo y los pedigüeños compite con el protagonizado por el tío especulador de ésta, aunque posiblemente el último resulte más escalofriante. La historia de la cuidadora del señor ministro senil (vaya coincidencia, estoy leyendo La fiesta del chivo y allí el hombre fuerte también pierde el control de su esfínter, y en La muerte de Artemio Cruz igual, ¿qué tal una poética de la incontinencia?) también es muy hermosa, con esa bellísima frase de "(...) porque cuando una mujer le pregunta a un hombre si tiene miedo de la oscuridad es señal de que quiere quedarse con él para siempre, es señal de que quiere quedarse con él mucho tiempo.", o la historia del hijo recién nacido del ministro, etc.

Es un libro magnífico, una maravilla. Recomiendo su lectura a todo aquél que quiera aprender sobre Portugal, que quiera emocionarse, que quiera llorar, que quiera investigar en las vidas de las personas, saber cómo transcurre una dictadura, aprender de la pequeñez de un especulador, saber qué siente quien piensa que es más que los otros. La recomiendo siempre.





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