Estoy a unas ochenta páginas de acabar de leer La caza del carnero salvaje, novela del escritor japonés Haruki Murakami. Es un libro que creo me fue regalado por un amigo, que ya ha hecho en algunas ocasiones acto de presencia por este blog. Y digo creo porque en ningún momento de mi vida recuerdo haber abierto la puerta de la librería con intención de comprar un libro a este señor; pero es que en mi biblioteca aparece no uno sino dos de sus volúmenes en ediciones de un cierto valor económico, de Anagrama y de Tusquets, -cosa de la que, en tanto me es posible, también huyo.
(Imagen tomada del blog www.otrastardes.com)
Ante la duda, con un ciero tacto para no ofenderlo, un día entre semana que estábamos reunidos con más amigos y con algunos aperitivos y cervezas de por medio, primero lo afirmé y luego lo dudé, a ver si se animaba él a aclarármelo, pero no resultó, pues él tampoco tenía consciencia de esto. Otra hipótesis sería la de que el libro ingresara en mi casa por la vía paterna de los regalos navideños, pero me resulta igualmente peregrina por el hecho de que un nombre nipón en la portada quizá no le inspirase demasiado.
Recuerdo esto al hilo de la impresión constante que en mi está causando la lectura de la segunda -aunque cronológicamente primera- novela de Murakami que se encontraba en mi estantería: La caza del carnero salvaje, un texto impredecible como una cabra, salvaje como una bestia y ciertamente cómico como el mismo diablo que se mantuviera escondido en una esquina escrutándome al leer cada nueva página.
Pero empiezo por la primera, puesto que si no no se entenderá mi turbación con los carneros. Tokio Blues: Norwegian wood es una bellísima novela con una prosa contenida y cuidadísima sobre la interioridad común de un estudiante universitario atenazado por un hecho luctuoso que debe desembarazarse de la belleza de éste y aprender a vivir de manera "común". Se trata de una obra estupenda, con pasajes en los que una buena traducción hace que no sobre ni falte una coma (nota para los suspicaces: no es que yo sepa japonés y la haya leído en ambas lenguas y comparado, pero sí hay que tener en cuenta que en los textos traducidos sólo las ideas -el argumento, por ejemplo, de una novela- y la disposición -la estructura de los elementos como el espacio, el tiempo, los personajes, los párrafos y su presentación- se pueden pasar de una lengua a otra. La elección de las palabras ya no es obra del escritor sino del traductor) y que la experiencia de lectura pueda ser muy íntima, muy recogida. Si en todos los autores sucede, Murakami en esta obra muestra que es un maestro de los silencios.
Después de leer Tokio blues... comencé La caza... y más de una vez tuve que volver a echar un ojo a la portada. ¿Era el mismo escritor? Mientras que Tokio blues... era una obra moderna, La caza... era puramente posmoderna. Mientras que Tokio blues... hablaba una Historia del corazón como las de Vicente Aleixandre, La caza... era una locura variada, un terremoto o un vórtice de agua como el de Poe en el que el vértigo de lo leído se adueñaba de la escena. Tokio blues... es una obra divertida, inteligente, que mezcla muy variados materiales -lo jocoso, lo serio- filosóficos y literarios, que desautomatiza la lectura y la lengua, que interrumpe la historia principal con historias secundarias aún más interesantes -y la principal, tonta y/o metaliteraria, una búsqueda a la manera de Jasón, Medea y el vellocino o de los caballeros de Chretien es verdaderamente magnética. Es una novela en la que un narrador caprichoso -bendito capricho el suyo- cuenta las andanzas de un personaje "mediocre" al que sucede algo que de extraordinario se torna ridículo: la búsqueda hiperrealista -y a veces superrealista- de un carnero concreto con poderes inimaginables.
¿Qué hay de Murakami en ambos? Cuesta encontrarlo. ¿La concreción, el gusto por la oración breve, los detalles, la mirada selectiva, las ocurrencias enternecedoras de la mirada original del narrador, los personajes con una fuerte personalidad, las referencias culturales y sobre todo musicales? Pues sí, pero... ¡siguen siendo el día y la noche estas dos novelas! Pienso que una persona capaz de parir dos hijas tan distintas en un margen tan corto como el que diferencia a ambas es un auténtico intelecto, con una presentación no obstante tan poco espectacular que a muchos pueda pasar desapercibida.
Y por eso me pregunto si es verdad que ambos autores son Murakami. Y le digo a mi/s libro/s. ¿Murakami? ¿Es usted? ¿Seguro? No sé, no sé...
(Imagen tomada del blog www.otrastardes.com)
Ante la duda, con un ciero tacto para no ofenderlo, un día entre semana que estábamos reunidos con más amigos y con algunos aperitivos y cervezas de por medio, primero lo afirmé y luego lo dudé, a ver si se animaba él a aclarármelo, pero no resultó, pues él tampoco tenía consciencia de esto. Otra hipótesis sería la de que el libro ingresara en mi casa por la vía paterna de los regalos navideños, pero me resulta igualmente peregrina por el hecho de que un nombre nipón en la portada quizá no le inspirase demasiado.
Recuerdo esto al hilo de la impresión constante que en mi está causando la lectura de la segunda -aunque cronológicamente primera- novela de Murakami que se encontraba en mi estantería: La caza del carnero salvaje, un texto impredecible como una cabra, salvaje como una bestia y ciertamente cómico como el mismo diablo que se mantuviera escondido en una esquina escrutándome al leer cada nueva página.
Pero empiezo por la primera, puesto que si no no se entenderá mi turbación con los carneros. Tokio Blues: Norwegian wood es una bellísima novela con una prosa contenida y cuidadísima sobre la interioridad común de un estudiante universitario atenazado por un hecho luctuoso que debe desembarazarse de la belleza de éste y aprender a vivir de manera "común". Se trata de una obra estupenda, con pasajes en los que una buena traducción hace que no sobre ni falte una coma (nota para los suspicaces: no es que yo sepa japonés y la haya leído en ambas lenguas y comparado, pero sí hay que tener en cuenta que en los textos traducidos sólo las ideas -el argumento, por ejemplo, de una novela- y la disposición -la estructura de los elementos como el espacio, el tiempo, los personajes, los párrafos y su presentación- se pueden pasar de una lengua a otra. La elección de las palabras ya no es obra del escritor sino del traductor) y que la experiencia de lectura pueda ser muy íntima, muy recogida. Si en todos los autores sucede, Murakami en esta obra muestra que es un maestro de los silencios.
Después de leer Tokio blues... comencé La caza... y más de una vez tuve que volver a echar un ojo a la portada. ¿Era el mismo escritor? Mientras que Tokio blues... era una obra moderna, La caza... era puramente posmoderna. Mientras que Tokio blues... hablaba una Historia del corazón como las de Vicente Aleixandre, La caza... era una locura variada, un terremoto o un vórtice de agua como el de Poe en el que el vértigo de lo leído se adueñaba de la escena. Tokio blues... es una obra divertida, inteligente, que mezcla muy variados materiales -lo jocoso, lo serio- filosóficos y literarios, que desautomatiza la lectura y la lengua, que interrumpe la historia principal con historias secundarias aún más interesantes -y la principal, tonta y/o metaliteraria, una búsqueda a la manera de Jasón, Medea y el vellocino o de los caballeros de Chretien es verdaderamente magnética. Es una novela en la que un narrador caprichoso -bendito capricho el suyo- cuenta las andanzas de un personaje "mediocre" al que sucede algo que de extraordinario se torna ridículo: la búsqueda hiperrealista -y a veces superrealista- de un carnero concreto con poderes inimaginables.
¿Qué hay de Murakami en ambos? Cuesta encontrarlo. ¿La concreción, el gusto por la oración breve, los detalles, la mirada selectiva, las ocurrencias enternecedoras de la mirada original del narrador, los personajes con una fuerte personalidad, las referencias culturales y sobre todo musicales? Pues sí, pero... ¡siguen siendo el día y la noche estas dos novelas! Pienso que una persona capaz de parir dos hijas tan distintas en un margen tan corto como el que diferencia a ambas es un auténtico intelecto, con una presentación no obstante tan poco espectacular que a muchos pueda pasar desapercibida.
Y por eso me pregunto si es verdad que ambos autores son Murakami. Y le digo a mi/s libro/s. ¿Murakami? ¿Es usted? ¿Seguro? No sé, no sé...
5 comentarios:
Creo recordar que si que deshice el entuerto y te confirme que, al menos uno de los dos ejemplares te había caído por tu cumpleaños hace un par de años...
Así es... No me he expresado bien. Mi duda es: ¿Cuál de ellos? ¿El carnero o Tokio blues?
Pues sigo sin saberlo. Yo diría que Tokio blues, no sé por qué...
Pues te parecerá extraño, porque en su momento no fue lo que te dije pero estoy totalmente seguro de que, al menos La caza del carnero salvaje corre de mi cuenta ;)
Pues sea como sea -y porque creo recordar que te lo habías leído-, ¡estarás de acuerdo conmigo en que esta conversación es muy propia de La caza del carnero salvaje, jajaja!
Posmodernismo, sí.
Publicar un comentario