Bajando por las escaleras de una preciosa cala, mi amigo Jesús/Salvador/Suto y yo, una tarde del final del pasado agosto, charlábamos sobre Canción de Hielo y Fuego, una serie de siete novelas de George R. R. Martin de las que en la actualidad hay -creo- publicadas cuatro.
Mi amigo Piotr, el de -sí, otra vez-
Cree lo que quieras, me había primero recomendado y posteriormente regalado el primer tomo de esta serie que de algún modo podríamos llamar saga -por la sucesión generacional de sus personajes- aunque esto no sea lo principal en ella. Quería que dijera qué me había parecido. Y quería que me gustara. Siempre que regalamos algo, queremos que al regalado le guste; y si además es un libro, si lo aprecia es como si nos apreciara a nosotros, porque los libros leídos y queridos son parte de nosotros, y nosotros de ellos.
Pues quiero un montón a mi amigo, pero
Canción de Hielo y Fuego no me gustó. Leí el primer volumen completo. Lo leí rápido, es cierto, y en ocasiones leí muchas páginas en un solo día. Al contrario de lo que muchas personas piensan, devorar un libro no lo hace mejor. Hay libros que por su forma, su estructura, su tema o por la elección de palabras que el/la escritor/a y el/la traductor/a se leen a enorme velocidad. Y luego están los mecanismos de intriga, como acabar los capítulos en un clímax -que ahora no sé por qué carajo se le llama
cliffhanger, cuando eso ya lo hacían los escritores de los folletines y novelas por entregas del siglo XIX, y el mismo Dostoievski, que no todo lo han inventado los guionistas de las series de TV- o hacerse autobombo intraliterario -por ejemplo, el hecho de que dos personajes comenten nerviosos el resultado de una acción que va a esclarecerse en el capítulo siguiente es un truco del escritor para que el lector se identifique con los nervios de esos dos personajes secundarios y aumente su interés.
Canción de Hielo y Fuego se lee rápido, además, porque no exige mucho del lector. El vocabulario es limitado, las descripciones son breves, los paisajes apenas están esbozados, y la psicología de los personjes -ojo, que esto último no me parece malo- sólo se lleva a término en su propia actuación (en diálogos, o en acciones), no por obra del narrador. Por otra parte, es bastante previsible en muchos casos; en otros, parece que hubiera alguna arista y algún lado oculto en los personajes, pero la insistencia machacona del narador en recordarnos que el personaje es redondo lo vuelve plano. El ejemplo que tomo es que en un porcentaje muy elevado de las veces que el personaje Sandor Clegane entra en escena el narrador le pone cerca a Sansa Stark para decirnos una y otra vez que aun un tipo sucio, deforme, innoble y cruel tiene un lado tierno.
El contenido de la novela es básicamente el impacto que tienen las conspiraciones políticas en personajes de clase alta. Al menos en la primera de las novelas no parecía haber un protagonista único.
Se ha hablado mucho de los capítulos. No es una mala idea, podemos decir que es un acierto, que los capítulos se centren en personajes, pero no nos engañemos: el fragmentarismo es un recurso que el arte ha tomado desde la Edad Media, y mucho más desde comienzos del siglo XX. Después del
Ulises de Joyce o de la
Rayuela de Cortázar, la novela es de nuevo fragmentaria, no "¡oh, una novela en fragmentos, qué originalidad!" Por otra parte, estos fragmentos tan breves le permiten a George R. R. Martin matar dos pájaros de un tiro: sensibilizarse con lectores poco habituados a mantener la concentración durante más de diez minutos en un mismo texto -aviso, que no todos los lectores de Martin son de este tipo, pero es cierto que una buena cantidad no lee con frecuencia y se le hace cuesta arriba otro tipo de novelas- y aparecer creativo, original y, como reza la publicidad de la contraportada, fluvial. (¿No entendéis esto? ¡Yo tampoco!)
Una perla de esta novela, irónicamente hablando, son los valores que destila, como lo es su exagerado machismo, todo hay que decirlo. Si
Canción de Hielo y Fuego transcurre en un mundo inventado, no real, copiar la edad media de nuestro mundo real no es una necesidad para el autor. Si la ha copiado con todo lo malo de esta -el clasismo, el machismo, la verticalidad del poder-, ha sido porque ha querido.
Al final, además, queda una cosa clara: para mí una novela es una obra de arte. Para otra persona puede ser otra cosa distinta, entretenimiento por ejemplo. Para mí una novela, como obra de arte, debe atender a dos cosas importantes: me tiene que transmitir ideas, crear un diálogo con mis pensamientos, que se entresaquen de las palabras del narrador y de sus personajes. La historia relatada me divierte, y eso nunca está mal, pero no es lo único. Para mí debe haber, como digo, un juego de ideas por detrás, ya sean filosóficas, políticas, éticas, etc. Y lo único que veo en Canción... es la creación de la necesidad de un consumismo de historias, no muy distinto a como un publicista actúa con sus productos. Además, el arte es sobre todo forma. No me gusta demasiado cómo está planteada ni llevada a palabras la novela. Aunque tampoco creo que eso importe mucho a su autor.
Para acabar os dejo unas webs a aquellos que sí os haya gustado la novela. Como ha sido un impacto de ventas y de críticas en el minimundo de la ciencia-ficción y la fantasía épica supongo que más seguidores que detractores tendrá. Si sois de los segundos, os pueden gustar las siguientes:
Test de personalidad de Canción de hielo y fuegoJuego de cartasEntrevista con los creadores de la serie de televisión