Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

domingo, 12 de julio de 2009

Ilustraciones fantásticas

En las dos acepciones de la palabra. De asunto fantástico y de enorme calidad. Sólo tenéis que pinchar en el título del post. Espero que os gusten.




viernes, 10 de julio de 2009

Contar cuentos (con la boca, las manos, el cuerpo y por qué no las palabras)

1. ¿Cuánto tiempo hace que no le contáis un cuento a alguien?
2. ¿Cuánto tiempo hace que no le contáis un cuento a alguien que no sea un niño?
3. ¿Cuánto tiempo hace que no os dicen "no me cuentes cuentos"?
4. ¿Cuánto tiempo hace que no os han contado un cuento?
5. ¿Cuánto tiempo hace que no dejáis dormida a vuestra pareja contándole un cuento al oído?
6. ¿Cuánto tiempo hace que vuestra pareja no os ha contado un (doloroso) cuento?
7. ¿Cuánto tiempo hace que no pensáis que una frase podría ser un buen inicio para un cuento?
8. ¿Cuánto tiempo hace que no pensáis que alguien debería escribir un cuento sobre algo que os ha sucedido?
9. ¿Cuánto tiempo hace que un buen cuento no os lleva de paseo como a las ratas de Hamelin?
10. ¿Cuánto tiempo hace que no os quedáis unos segundos en silencio al terminar un cuento?






Cuánto tiempo, ¿eh?


Para la semana que viene...

Tengo en mente, en un huequecito en medio de unas turbulentas y nada reposadas ni física ni anímicamente vacaciones un par de ideas que consistirán en sendos cuentos de media extensión, en torno a unas cuatro o cinco hojas a mano -la verdad es que me sigue gustando más escribir a mano, el fetiche del tacto del bolígrafo correr sobre la llanura blanca del papel- que tratarán sobre un pintor y sobre un viajante. La lectura de Chejov este año me ha atraído como una pequeña tarta a una mosca idiota. Probablemente se vea en el papel (o en la pantalla).



sábado, 4 de julio de 2009

Ambición

Ambición

Yo a María nunca la he deseado. Y no es porque sea mujer, como yo. Ni porque sea tan alta. Ni tampoco porque tenga la piel grasa y le salga la dermatitis a flor de piel en las patillas, porque yo también sé qué es la dermatitis. Las cartucheras a una edad no son un problema porque celulitis todas tenemos. No se viste muy erótica, pero con su trabajo lo entiendo perfectamente, como que los fines de semana esté cansada y tampoco los sábados lo haga. Y con tanto estrés no se le puede pedir que lea o que escuche música clásica, Rachmaninov, Mahler, Chopin.

Es que hay algo en ella que no me gusta.


(c) El Cuentacuentos



Recomendaciones (II)

Los libros de ese tal John Christopher se llamaban La trilogía de los trípodes, y comenzaba con una novela publicada en Alfaguara llamada Las montañas blancas. Fue una gran y emocionante lectura cuando tenía trece años.

Y como no quería abrir una entrada sólo con esta información, voy a recomendar algún libro más. Por ejemplo, alguno de los siguientes:

La señorita Julia. Esto es un peso pesado. Es un antecesor a Von Trier. Una obra de teatro de espacio único y tres personajes, con tantísima tensión entre ellos que uno termina desquiciado: sexo, clase social (una señorita, mujer, seducida por un lacayo, hombre, que le limpia las botas de caza a su padre y a ella), dependencia, etcétera. La escribe Strindberg. Hay una película del manifiesto dogma (más o menos "dogmática") que la adapta al cine, a mi gusto nada mal.

Heroidas, o Cartas de heroinas. La capacidad que tiene Ovidio de darle retóricamente la vuelta a la tortilla y presentarnos los mitos clásicos con otra mirada (la de la mujer, la del perdedor) es magnífica. Aunque parezca muy cerebral tanta argumentación, la verdad es que eso lleva a un aflorar de los sentimientos imparable.

Volveremos en otra ocasión a estas recomendaciones. Son un divertido ejercicio de memoria.


viernes, 3 de julio de 2009

Recomendaciones

Cuando me piden consejo sobre qué leer, humilde y cobardemente recomiendo siempre libros que no he leído, como bien sabe mi amigo Piotr. Así, mato dos pájaros de un tiro: a la manera de Poncio Pilato, salgo del trance con las manos bien miserablemente limpias y además, si acierto con el tiro a ciegas, quienes me recomiendan de vuelta el libro a mí son mis amigos.

Hoy como compensación por mi silencio sartreano a los fantasmas de internet, en esta sesión de taumaturgia binario-literaria, voy a atreverme a comentar libros que he leído en algún momento y que me han proporcionado un gran placer de lector. Por supuesto, no es una relación ni extensa ni, lógicamente exhaustiva. Pero a lo mejor nos sirve para enemistarnos por medio de un gusto no compartido. En ese caso, habrá valido la pena.

El rojo y el negro. Salvo la de Bukovski, no creo haber encontrado una voz más ronca ni más sincera (quizá Stendhal sea más sincero que Bukovski) hablando de la verdad de hombres y mujeres sin olvidarse de sus grandes momentos y de los pequeños.

Crónicas de la Dragonlance. Un pestiño así no debería ocupar ni un bit en ningún disco duro de ninguna parte del mundo. Y sin embargo, cómo devoré todos estos libros en mi adolescencia... Al menos, en mi descargo está que hasta con quince años supe que Tanis y Légolas no eran lo mismo ni nunca lo serían.

Iliada. Si se lee en mucho tiempo, se puede disfrutar a lo grande con este libro. Las peleas son lo de menos (salvo la de Héctor y Aquiles, que es inolvidable). Lo de más, la voz sin prisa de Homero, la naturaleza, la explicación (¿qué explicación? ¡Creación!) del mundo con sus comparaciones y metáforas. Qué belleza. Es de llorar.

Todos los de Roald Dahl. Para no dejar de ser niño ni siquiera cuando se tienen diez años.

Una trilogía de aventuras escrita por un tal John Christopher. Debo buscar su nombre. Recuerdo que me llevó medio mes de agosto, en la habitación de mi abuela de su casa de la playa, donde mejor se pasaba la siesta. Uno se hace mayor cuando necesita dormir después de comer.

La noche mil dos. Joseph Roth. Piotr, ¿tú qué dirías de él?

(Desgraciadamente, no tengo tiempo para continuar esta entrada. En otro momento la concluiré.)



Rendirse

Rendirse


"Al salir de casa, me ha dicho el vecino que estoy muy guapa. No. Al salir de casa, me he cruzado con el vecino y me ha saludado. No, no. Al salir de casa, he bajado en el ascensor con el vecino, los dos juntos; he pulsado el stop y él se me ha abalanzado, agarrándome con las manos por debajo de la falda... Ja, ja, ja, ¡qué va! Bueno, nada."


(c) El Cuentacuentos