Pantalla
Desde la ventana se oía el ruido de la pelea. Gritos y latigazos de carne en carne, o hueso en hueso, porque las otras combinaciones eran sordas. Sonaban a adolescentes por sus voces aún no redondas. Con suerte, no llegarían muy lejos. Pero con los chicos nunca se sabía. Cuando acabaron, quince minutos después, cogió la correa del perro y el perro, la basura, el tabaco y una rebeca. Salió a la calle, las pantuflas en los pies.