A mitad de la lectura de Moby Dick,
para descansar de los capítulos documentales sobre los balleneros de
Nantucket, empecé una novela de Menéndez Salmón que se llama La
noche feroz.
Ricardo Menéndez Salmón es un autor
que me resulta especialmente grato. Si no equivoco las cuentas este
es el quinto libro que leo de él, después de la trilogía del mal
(La ofensa, Derrumbe, El corrector) y de La luz es más antigua que
el amor, novela que descubrió a este autor para mí y que llegó de
manos de mi amigo Juan Antonio López Ribera, que me ha descubierto
tantos y tan buenos escritores españoles contemporáneos. Con la
cantidad de libros pertenecientes a distintos autores que a a los
lectores ansiosos y picaflores, como yo, nos gusta leer, este es un
dato que hay que tener en cuenta, no por nuestra (mi) calidad como
dichos lectores, puesto que la expreiencia de cada uno, solo a cada
uno vale, sino por el hecho, extraño en sí, objetivamente hablando.
La novela trata sobre una búsqueda de
presuntos culpables de un crimen hacia una niña, centrado en la
perspectiva de un maestro (aunque no sólo seamos testigos de esta,
sino que llegaremos a las visiones del mundo de otros personajes
también. Se desarrolla en Asturias, en la España de la guerra civil
y tiene algunos otros personajes también muy interesantes (el maestro, los fugitivos, el padre Aguirre,...), más por
lo que son que por lo que hacen en el relato, o en todo caso,
caracterizados por unas pocas -poquísimas- acciones puntuales, o
incluso singulares líneas de diálogo.
Las novelas de Menéndez Salmón que he
leído suelen ser breves, y sus capítulos son efímeros fogonazos,
imágenes congeladas de momentos puntuales de la historia. Si el
autor llega a leer -que no creo- esta mini-reseña, espero que no se
enfade si a sus criaturas literarias las comparo con un juego de
niños de “une los puntos”. Con la peculiaridad de que sus puntos
son destellos puros, fogonazos, soles, estrellas... Y por tanto,
cuando unes la línea, tienes tanto blanco en los ojos que caminas
ciego hacia el siguiente punto. Cada capítulo de La noche feroz
ciega con metáforas aterradoras, aterradoras porque son un espejo
que no acaramela la realidad. No es una prosa costumbrista ni un
naturalismo farragoso, sino que es una escritura donde un solo detalle,
por ejemplo, en las descripciones, crea todo un ambiente. (Lo físico,
de cualquier modo, suele ser apoyo de lo metafísico o al menos de lo
reflexivo). Su adjetivación es sorprendente. Es una prosa realmente
cuidada. Quién sabe si los originales de estas novelas no son de
trescientas páginas antes de pasarles el tamiz que las convierte en
algo tan concentrado.
Muy lejano de la cosmovisión cómica,
para mí Menéndez Salmón es un trágico, un creyente en el fatum
más triste de todos, que es la oscuridad del ser humano.
Muy interesante. Muy buena novela.
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