Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

lunes, 9 de abril de 2012

HHhH, de Laurent Binet


Antes que nada: gracias Diego (¿o debo decir Alfonso?), gracias papá, gracias Juan Antonio. Qué buenas novelas me dais...

¡Qué gran novela!

HHhH, el libro que quiero comentar hoy, tiene un nombre verdaderamente curioso. Cuando la recomiendas, la gente siempre vuelve a preguntar para cerciorarse de que han (o no han) oído mal. ¿Cómo que "hache hache hache hache"? Jeje... El propio título recibe atención en uno de los capítulos de la novela. ¿Y por qué se habla del título de la novela? ¿No debería simplemente leerse y ya nosotros, los lectores, encontraríamos una relación más o menos clara con el contenido, como en los títulos decimonónicos, o metafórica -se me viene a la cabeza el breve cuento de Cortázar "Continuidad de los parques"- de alguna parte de él? Pues no, y eso es por la especial importancia que en ella tienen un auto y una meta: la autoficción y la metaficción.


(El joven escritor en su lugar de trabajo; foto tomada de http://www.parismatch.com)


¿Empiezo con la primera? Adelante. No puedo dejar de relacionar esta novela con otro libro -aquél creo que incluso un poco más intergenérico que HHhH- que era Anatomía de un instante, de Javier Cercas o incluso con Un momento de descanso, de Antonio Orejudo. Quien haya leído la de Cercas recordará aquellos sentidos y bellos pasajes en los que Javier Cercas comentaba el suarismo de su padre, cómo éste era incondicional a aquel político y la relación que el autor de la novela había tenido con él -con su padre, no con Adolfo Suarez- en vida. Al fin y al cabo, post Jorge Manrique, cuando uno habla de su padre sin que nadie le mire a los ojos, siempre le sale de la boca una bella elegía, aunque éste aún viva. Pues la novela de Binet ahonda en esa idea. Binet nos escribe quién le acompañaba cuando buscaba el material de la novela, dónde pasó su infancia, cuánto y por qué ama las calles de Praga, quiénes fueron sus padres y cómo le educaron. En tres palabras: quién es el. En su novela hay una pulsión de verdad, una adicción a la autenticidad en todos los aspectos, y para poder escribir sobre algo -en este caso un emocionante episodio de la segunda guerra mundial, cuando no el corazón de la misma-, Laurent Binet siente la necesidad de aclarar quién es el yo escritor para que los lectores puedan despegarlo (o integrarlo, pero no fraudulentamente) de los sucesos que se narran. La labor de perspectiva, pues, es fenomenal. Binet escribe y duda y rescribe -es un tanto borgiano- y se desmiente con el sincero apasionamiento de quien quiere cambiar el mundo -y la literatura- con sus letras -en eso no es tan borgiano.

(Ahora que lo pienso, no sé si el concepto ficción es muy válido para HHhH, pero está claro que esta duda daría para una gran tertulia. En tanto, seguiré usándolo.)

Pues entonces continúo con la última de las ficciones, la metaficción. La novela de Binet sí es metaficcional -o al menos metaliteraria- en tanto que la construcción de ella misma es tenida en cuenta como tema literario. Por poner un ejemplo, que nos entendamos: el primer capítulo de la novela trata sobre si a Milan Kundera le parece bien inventar nombres propios para sus novelas (La insoportable levedad del ser, El libro de la risa y del olvido, etc.), esas que tienen tanto de finura psicológica como de historia ideológica. ¿Es moral inventar nombres de personajes? ¿Es moral y/o útil y/o productivo añadir diálogos, pensamientos y acciones que el narrador nunca ha podido presenciar ni se han podido documentar? ¿Cuáles son los límites de la adjetivación cuando se trata de novelar un suceso real sobre el que a priori el autor afirma un valor innegable? ¿Se puede permitir el novelista-historiador la selección de materiales -siendo estos materiales vidas-, aunque le perjudique de cara a la economía narrativa del relato? Todas estas cuestiones son apasionantes, y también lo es que el suceso histórico que Binet novela ya se ha llevado al cine y a la literatura en otras ocasiones, por lo que él procede a comentar estos materiales y a redactar pequeños ejercicios de literatura comparada entre estos y con respecto a su obra.

La narración además es muy novedosa. Binet habla sobre el asunto de su novela y sobre mil otras cosas más; parece mentira cómo no desperdicia ni una página aunque hable sobre, por ejemplo, el videojuego Call of Duty). (Pero por favor, ¡que no se compare esta maravilla comprometida y lúcida con la payasada tarantinesca de Malditos bastardos!)

¿Cuál es ese suceso? El asesinato por parte de un paracaidista checo y uno eslovaco -Gabcik y Kubis- de uno de los hombres más importantes del régimen nazi: Reinhard Heydrich, el gobernador de la república checa y diseñador del plan de exterminio de los judíos en los campos de concentración. Este suceso viene desarrollándose en el tiempo, desde las respectivas infancias -en esto Binet es clásico- hasta el presente, pero de manera.puntual y fragmentaria -en esto Binet no es clásico. Ahora, apenas pueda no deja cabos sueltos a pesar de que su novela contenga una buena cantidad de personajes -de la resistencia y del nazismo- y de historias individuales. En ese sentido, en cierto modo me recordó La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa.

Los personajes y su narración y descripción son apasionantes. La novela no es un experimento literario, ni un laboratorio de tubitos. Lloras con ellos y con su tragedia.

 (Gabcik y Kubis. Foto tomada de http://www.holocaustresearchproject.org)

Me queda para acabar una pregunta que me vengo haciendo después de haber acabado las novelas de Cercas y de Binet. ¿Es egoísta este tipo de escritura? El pronombre de primera persona no deja de aparecer cada cuatro páginas o menos. Binet escribe sobre lo que Binet siente y piensa cuando escribe -o escribiera- sobre otros asuntos. Se puede decir que sí y a la vez que no: sí es egoísta novelar la propia emoción dejando en un casi segundo plano el suceso histórico; no lo es el exponer hasta los últimos términos quién es el escritor.

En todo caso, una de las mejores obras que he leído en bastante tiempo.




1 comentario:

Juan Antonio López dijo...

La verdad es que es una novela espléndida, que me asombró y me emocionó como pocas desde hace mucho tiempo.
Ahora estoy descubriendo a Michael Chabon. Estoy leyendo EL SINDICATO DE POLICÍA YIDDISH y, si no se tuerce, me temo que terminaré recomendándotela. Un abrazo.
Y, como siempre, una reseña fantástica.