Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

lunes, 21 de noviembre de 2011

El último minuto, de Andrés Neuman


Tener a un escritor como Neuman en la lista de cabecitas de la derecha supuso para mí no sé si un honor o una sorpresa o ambas. Cuando se lo contaba a mis amigos -que, como es obvio, no leen mi blog-, les decía directamente que "un tío que publica en Anagrama se ha metido a seguir mi blog". Ellos me preguntaban entonces qué era Anagrama y nuestra conversación terminaba ahí: los habría matado, o algo peor... Una tarde de domingo, ya sin amigos alibrescos, me dije que era hora de leer otro de Neuman, y opté por los cuentos de El último minuto.

El último minuto me ha gustado menos que Bariloche. Pero eso no es algo necesariamente malo. Si un día en un restaurante comes un delicioso guiso y al día siguiente comes un notable churrasco no vas a decir que al restaurante le falte calidad; y si lo dijeras, tal vez sería porque tu memoria se está viniendo a pique o porque tu juicio crítico ya lo ha hecho. Bariloche me hizo disfrutar como un enano en cada palabra, en cada metáfora, en cada capítulo y en su conjunto. La unidad a El último minuto yo no se la he visto de manera tan clara. Mi lectura, por razones personales, ha sido bastante rayuelesca, de arriba abajo y tiro porque me toca, y no le he podido prestar al conjunto la atención que sí le he concedido a las partes y que en el caso de Bariloche resultaba, por el género elegido (aunque no mentaré mucho la palabra "géneros" en una reseña de Neuman porque, como he podido leer en el apéndice teórico al final de su libro, no parecen gustarle en exceso), la novela, daba más pie a ello.


(Tomo la foto de la web de Alfaguara, donde también publica este autor)

El último minuto es una colección de cuentos formada por treinta relatos, un apéndice teórico, unos agradecimientos y cuatro estupendas citas. Es un libro muy recomendable que, como todos los suyos -esto decía en la entrevista que dejo vinculada-, Neuman prefiere que no se lean mientras se hace bici estática. Neuman es un cachondo que derrocha sentido del humor, y eso puede leerse en (algunos de) sus libros.

¿Hay algo común al estilo de todos los cuentos? Bien, se dice que el estilo es una marca de personalidad, un rasgo caracterológico-esencialista que aquellos que creen que lo mejor de la literatura son los escritores consideran innegable y que aquellos que creen que los libros aparecen en el mundo como la dualidad huevo-gallina consideran innecesario y falso. Un día podríamos hablar de la literatura femenina (¿qué es, literatura escrita por mujeres, para mujeres, filtrada por mujeres?), la literatura juvenil (¿qué es, literatura escrita por jóvenes, para jóvenes, filtrada por jóvenes?), la literatura gay (¿qué es...?, etc.) y tantas otras. Hoy por hoy el tema es otro, no tanto una digresión sobre el estilo, una parrafada que seguro que no interesa a nadie, sino ojear qué me voy encontrando yo por las ricas páginas de los libros de Neuman. Para empezar, me encuentro con delicadeza. Las palabras son escogidas con sumo cuidado; o Neuman tiene un talento de tomo y lomo y al primer borrador ya ha parido un monstruo maravilloso o tiene que corregir y corregir, porque el tejido de palabras que cubre y arma sus cuentos es extraordinario. Tiene un léxico impresionante, y al contrario que muchos otros escritores, cada frase suya es una caricia que te transporta de acá para allá como lo hace la poesía. Pero ojo, impresionante no significa pedante y aburrido. Significa que incluso en el registro limitado de un lector con una cultura media o media-baja (con baja cultura no se lee) sabe llevar la lengua literaria de paseo y explorar todas sus posibilidades gramaticales y léxicas. Por eso, leer un cuento de Neuman no te hace aburrirte jamás.

Neuman decía en una entrevista, en el  programa del 1 de noviembre del programa En la nube de Radio 3 (http://www.rtve.es/podcast/radio-3/en-la-nube/ o si no http://www.rtve.es/alacarta/audios/en-la-nube/nube-hacerse-muerto-01-11-11/1238304/ para descarga directa) que se declaraba admirador de autores como Julio Cortázar. En su apéndice teórico del libro que reseño hoy, anota que un cuentista debe cuidar los finales para que no sean demasiado efectistas. No siempre sucede eso en los cuentos de Neuman, pero es que yo no estoy del todo de acuerdo... Neuman en ocasiones se va de efectista, ¡pero es que hay que ver cómo se va! Algunos cuentos tienen un final que te deja sin palabras un rato.

Por mencionar algunos de los cuentos, puedo decir que he disfrutado con "La hipnotizada", que me recordó a Pedro Antonio de Alarcón; y "El ahogado", que me llevó a Poe, en una clave quizá política. Los cuentos de este libro son muy sugerentes y algunos de ellos no contextualizan su marco espaciotemporal, ni sus personajes, de manera deliberada. "Un cigarrillo" es un cuento sobre la profesionalidad y el diálogo de la frialdad en lo grande y la humanidad en lo pequeño. "La bañera" es un bellísimo cuento que tiene una frase tan grandiosa y pura como aquel "y la llenó de Aquiles" de las Metamorfosis referido a Peleo y a Tetis, concretamente la última. "Bianca" me pareció previsible, pero tal vez por ello se reforzó el sentimiento de lo humano en lo inhumano de la chica que da nombre al relato. "Anita" es un relato de surrealismo circense al que si le quitamos el circo (hay más de un relato circense en este libro) tendremos un bonito homenaje -o al menos a mí me lo ha recordado así- a la "Carta a una señorita en París" de Cortázar. "Ars volandi" me recordó a un diálogo entre lo platónico y lo sanchopancino. "Nieves" no me gustó demasiado. "S.o.s. Dios" es un relato divertido sobre el exceso de candor. "Continuidad de los infiernos" me hizo reír un rato por razones personales; el título le sonará a los lectores de Cortázar. El relato es bastante interesante, y un tanto desestabilizador. "El último poema..." es un precioso cuento clásico, un poco chejoviano. Y frente a ése, tenemos "Tú no eres quién", cuento que es cuanto tenga un rato haré leer a mis alumnos, dado que enseñar literatura, como dice Orejudo, es hacer leer, y este cuento lo logra, o al menos esa es mi apuesta. "Carne pasada" es una crítica familiar muy comedida, nada hiperbólica. "Mi otro nombre" parece un Edipo rey, y como éste es escalofriante; ¡con ese cuento se me erizó el vello de la espalda! "Pas de deux" tampoco me volvió loco, aun cuando reconozco que es un buen cuento. "Los cordoni" es una maravilla saramaguesca-circense. "Las víctimas" es también un buen cuento, aunque personalmente disfruté más con el anterior. Posiblemente son para mí los dos mejores cuentos del libro."Jingle bells" parece otra crítica burguesa desde la mirada desaliñada del existencialismo. "Mademe Néné" no me gustó mucho; éste es un ejemplo de cuento que está extremadamente bien redactado pero al que, para mí, le falló el qué. "El discípulo" le tiene que haber gustado a Orejudo, seguro... "El postre" es un cuento cuando menos curioso sobre la deconstrucción de las morales del lector aplicado a la relación de un comensal grosero, machista y prepotente con una camarera cansada.En "Su pierna sobre mis hombros" leemos sobre unos restos físicos, la corporeidad aplicada al recuerdo, a la esencia de su portador. "La chaqueta" es un estupendo cuento que no hará historia, pero que al leerlo uno lee mucho más de lo escrito. "Los comediantes" es el tercer relato circense del libro, y me recordó a la película Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia, si bien el tono es totalmente diferente. "Rebobinando" es un cuento construido en torno a un artificio narrativo (narrar "hacia atrás") que ya había visto en Alejo Carpentier, y que me ha parecido interesante. A veces me pasa que no entiendo el título de un relato, por mucho que piense en ello, y eso me pasa con "El pulso", otro de los relatos que tienen que ver con la mutilación; esto no quita que me haya parecido un cuento bastante bueno, con una tensión muy importante. "El umbral" y "El pianista holandés" tampoco me cautivaron, aunque como de los demás, diré que está muy bien redactados y compuestos."Aire" es un imposible narrativo (tanto como lo sería que un ser del futuro o un ser del pasado hablase) muy bueno; pero la perla de la segunda mitad del libro es "Amor ruso", donde hay humor acumulativo como el los viejos cuentos, y donde al acabar el libro te quedas con una estupenda sonrisa.

Dije algunos y acabé tocándolos todos... Pero es lo que tiene Neuman, que todo Neuman vale entre mucho y algo. Y eso es lo que merece la pena de este libro, que desde luego es posible que guste entre mucho y algo. Y para mí que eso es ser un buen escritor vivo. Los muertos no tienen mérito.



PS. Por si queréis algún otro enlace, el primero que he encontrado ha sido el de una entrevista en Página Dos (de la Dos de TVE) con motivo de su novela El viajero del siglo.





lunes, 7 de noviembre de 2011

Bienvenida, Pilar

Un placer que decidas seguir este blog. Espero que te gusten algunas de sus entradas. Nunca coincidimos totalmente con los demás.




La buena letra, de Rafael Chirbes

Le debía mucho a Rafael Chirbes, aunque él no lo sepa, o no se acuerde, o nunca haya significado nada para él. Quizá no recuerde que una vez vino a Mérida y que allí estuvo hablando a unos chicos de bachillerato, más de literatura que de lengua, y más de lengua que de matemáticas. Y quizá tampoco recuerde que tras la charla en el IES Albarregas dos profesores de ese instituto de secundaria lo invitaron a comer, con dinero del instituto, o de la Consejería, o de la Junta, o del ministerio. No mucho, porque tampoco comimos de lujo; no logro recordar si incluso lo hicimos de menú, pero para no volver el recuerdo demasiado pintoresco diré que no, que hasta pedimos de la carta. Pero seguramente cada comensal no le costó a quien quiera que pagase mucho más de doce o quince euros. Como escribí unas líneas arriba, los comensales éramos tres: una profesora encantadora y nada explosiva, ni en su manera de expresarse ni en su manera de pensar, pero con seguridad mucho mejor que cualquier rotunda estrella; un profesor atontado y joven, capaz de renunciar a una baja anual porque le había cogido cariño a los alumnos de su grupo; y un enorme escritor que no vendía demasiado.

Rafael Chirbes era el escritor; el nombre de la jefa del departamento lo callo porque no tengo su permiso (ni la negación de éste, se entiende) para hacerlo; el joven tonto soy yo. Aunque ya no soy joven. Pero un poco tonto sigo siendo. Rafael Chirbes era el escritor que había hablado de ética y del valor del hombre ante un montón (más bien una montonera) de jóvenes hormonados que sin embargo callaron para oírlo bien, porque lo que decía era bueno y se intuía importante. Y quien le escuchaba, también era yo. Y quien en la comida preguntaba si al otro le gustaba escribir era Rafael Chirbes. Y quien contestaba era yo. El mundo al revés.

Debía mucho a Chirbes, porque ese fue un día mágico, de esos que no se olvidan.


(Imagen del blog soloplumas.blogspot.com)




Y para pagárselo me hice con una novela suya, La buena letra. Y la leí.

La buena letra es una novela de susurros. No sé si bebe del Pedro Páramo en ese aspecto, pero es impresionante la lectura de una novela corta en microcapítulos de una página. En cada página sucede algo, algo cambia para siempre, cambios que parecen lampedusianos pero que no lo son, sino que suturan mal una herida que la vida ha dejado en los protagonistas.

Los protagonistas de la novela son supervivientes de la guerra civil. No es una novela que transcurra durante esta, sino que se centra en la supervivencia de los años de la posguerra, los cuarenta y los cincuenta, años que mis familiares me han contado una y otra vez pero que sólo puedo vislumbrar con una cierta claridad en novelas como la que acabo de leer. Quiero leer la novela de Muñoz Molina sobre la guerra, y saber qué tal. Me entran ganas de saber si en extensión logra lo que ésta en intensión; si lo hace, será mucho.

En la novela no hay una gran historia, en absoluto. Está la historia de una vida muy vulgar, pero narrada de una manera muy personal, que nos hace pensar en la gran generosidad del novelista que puede considerar cada vida como algo único. Decía Hemingway que antes de empezar a escribir una novela que trasncurría en un pueblo (refiero de memoria), escribía una ficha o relato sobre cada uno de los habitantes de ese pueblo (y que muchos, claro está, nunca serían llevados a la novela final). Chirbes parece sentir ese mismo amor sincero por la humildad.

Los personajes son un yo y un tú, de los cuales sólo circunstancialmente se conoce su nombre. Es una novela-discurso de la soledad que un yo dirige a un tú que difícilmente lo leerá, con un narrador bien definido y un narratario que también al final de la novela será esbozado. Algunos de ellos (por ejemplo la "mis") son memorables; cómo la narradora entiende por una dialéctica hegeliana que nunca podrá ser su amiga es un capítulo precioso, realmente bello.

La novela trata de ser ordenada, no habiendo por tanto grandes saltos temporales en el discurso; sin ella delante, no estaría seguro de decir que sea totalmente lineal, pero la verdad es que así es como la recuerdo. Lógicamente, narrada empezando desde el final y saltando al principio, momento desde el cual se progresa linealmente hacia el final-principio.

El tono es absolutamente sobrio. Hasta las metáforas, pocas pero dolorosas, son sobrias. Los sentimientos sí se pueden comunicar, o al menos Chirbes sí sabe cómo hacerlo. Tal vez algunos poetas necesiten cientos de versos, pero Rafael Chirbes resuleve ese problema en escasas cien páginas. Sentimientos, que hay que decir, no se alejan de los márgenes de una desesperanza existencial y una alegría temerosa. Pero, ¿para qué más? La concisión es impresionante en esta novela.

La buena letra es una novela magnífica. A mí me ha impactado bastante. Ojalá la hubiera leído en aquel entonces, pero como dije, antes era joven y tonto. Y ahora, ya sólo...