Afirmar el aleph
Cuando te marchaste de nuevo, quedé solo con mis recuerdos. Estipulé ciertas verdades y concluí que no había mundo detrás de lo no visto, ni siquiera por televisión. Nunca sabré si María Mercedes habría debido ser mi mujer, o si lo debería haber sido Mario; si mirar a la cara de Mareczek, de Bekele o de Achcauhtli me habría devuelto su mirada -¿la de quién?- o tal vez la mía. La verdad es que ojeé todos estos nombres en Internet. Y al hacerlo, miserable, lamenté que no hubiera nada más allá de mi salón y de los recuerdos que en él, sobre el sofá, se albergaban en las circunvoluciones de mi cerebro. Por eso en ciertos momentos, que son todos los (pocos) momentos desde todos los (pocos) puntos de vista que puede haber, admito que el aleph pueda ser una verdad parcial.
(c) El cuentacuentos
Cuando te marchaste de nuevo, quedé solo con mis recuerdos. Estipulé ciertas verdades y concluí que no había mundo detrás de lo no visto, ni siquiera por televisión. Nunca sabré si María Mercedes habría debido ser mi mujer, o si lo debería haber sido Mario; si mirar a la cara de Mareczek, de Bekele o de Achcauhtli me habría devuelto su mirada -¿la de quién?- o tal vez la mía. La verdad es que ojeé todos estos nombres en Internet. Y al hacerlo, miserable, lamenté que no hubiera nada más allá de mi salón y de los recuerdos que en él, sobre el sofá, se albergaban en las circunvoluciones de mi cerebro. Por eso en ciertos momentos, que son todos los (pocos) momentos desde todos los (pocos) puntos de vista que puede haber, admito que el aleph pueda ser una verdad parcial.
(c) El cuentacuentos
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