Desde que de niño me compré mi primer cómic de Batman (y esto no fue sino hasta muchos años después de leerme mi primer cómic de los que publicaba el diario El Sol, y esto, aún no fue sino hasta muchos años después de que me regalaran mi primera novela gráfica de los 4 vengadores) siempre he pensado que el cómic es un lenguaje apabullante, lleno de posibilidades. Y lo que es más importante -para mí- es que me ha hecho soñar, enamorarme y rugir en numerosas ocasiones. Ir a la tienda de Enrique, o a la Biblioteca Regional, es siempre un gran momento.
(Imagen de clubcultura.com)
El otro día me eché a las manos un cómic de un tal David B. Y volví a creer en los tebeos. Qué dibujo tan bello, qué capacidad de ensoñar, qué historia magnífica, onírica, metafórica, surreal a veces. Qué maravilla. El cómic en cuestión se llamaba El Jardín Armado. Es uno de los mejores y más bonitos libros que he leído en los últimos tiempos, muy por encima de experimentos de estilo que, por mi trabajo, he debido leer. Por si os interesa, se encuentra en la editorial Sins Entido. Allí podéis encontrar también Epiléptico.
He de confesar que no he podido reprimir mi deseo consumista de devorar toda la obra de David B en una semana, y ya he leído un par de cómics de aventuras (ningún género se le resiste: El Jardín Armado es un cómic medieval alegórico, situado entre la Europa del Este más sanguinaria y el Paraíso) situados en la primera mitad del siglo XX y en la segunda del XIX. Los nombres son Por los caminos oscuros y Los ogros. Los ignoraba, porque devolví los libros a la Biblioteca y aún no había podido ir a pedir en préstamo más y más, pero creo que esos eran.
Mi artículo no es sino un agradecimiento a un autor que con enorme talento hace grande un lenguaje y muchos géneros. El cómic, a los que lo desconocen, les parece algo infantil, extraño o desviado. Yo mismo aún estoy un tanto atenazado: aún no he sido capaz de comprarme un cómic de Red Sonja. (Pero tiempo al tiempo.) Y sin embargo, desafío a nadie que pueda leer las páginas de Por los caminos oscuros, que no se pregunte por algo más que esos bellísimos prólogos que conforman el primer tomo de la serie.
El otro día me eché a las manos un cómic de un tal David B. Y volví a creer en los tebeos. Qué dibujo tan bello, qué capacidad de ensoñar, qué historia magnífica, onírica, metafórica, surreal a veces. Qué maravilla. El cómic en cuestión se llamaba El Jardín Armado. Es uno de los mejores y más bonitos libros que he leído en los últimos tiempos, muy por encima de experimentos de estilo que, por mi trabajo, he debido leer. Por si os interesa, se encuentra en la editorial Sins Entido. Allí podéis encontrar también Epiléptico.
He de confesar que no he podido reprimir mi deseo consumista de devorar toda la obra de David B en una semana, y ya he leído un par de cómics de aventuras (ningún género se le resiste: El Jardín Armado es un cómic medieval alegórico, situado entre la Europa del Este más sanguinaria y el Paraíso) situados en la primera mitad del siglo XX y en la segunda del XIX. Los nombres son Por los caminos oscuros y Los ogros. Los ignoraba, porque devolví los libros a la Biblioteca y aún no había podido ir a pedir en préstamo más y más, pero creo que esos eran.
Mi artículo no es sino un agradecimiento a un autor que con enorme talento hace grande un lenguaje y muchos géneros. El cómic, a los que lo desconocen, les parece algo infantil, extraño o desviado. Yo mismo aún estoy un tanto atenazado: aún no he sido capaz de comprarme un cómic de Red Sonja. (Pero tiempo al tiempo.) Y sin embargo, desafío a nadie que pueda leer las páginas de Por los caminos oscuros, que no se pregunte por algo más que esos bellísimos prólogos que conforman el primer tomo de la serie.
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