a mi amigo G
La amazona acomodó sus senos en su rústico bikini de cuero, abrió y cerró sus manos para ajustarse mejor los guantes con los que aferrar el arco que silbaba su canción de muerte. Resopló. Esperaba a las demás. El caballo piafaba. Estaba nerviosa. Hoy era el día, la sublevación: por fin le iban a pasar cuentas a su celoso dios, por fin podrían retozar y reír con los hombres.
(c) El Cuentacuentos
1 comentario:
Puede que el tiempo pase, que uno reconozca en su afición adolescente a las amazonas una fantasia sexual apenas disfrazada pero sigue siendo fantastico que se acuerden de uno. Gracias por el microcuento... y por tantos años, leñe!
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