Blog literario idiota de Andrés Nortes Martínez-Artero. Literatura y rock en vena. Y alguna cosa más

jueves, 23 de junio de 2011

La historia del silencio, de Pedro Zarraluki

Otro de esos libros que se pescan sin haber sido la propia voluntad la causante de su existencia en la biblioteca personal. Es un hecho que me viene sucediendo en tanto que no paso demasiados ratos en la librería (para mí la librería es un sinónimo de Diego Marín, o quizá más bien un hipónimo) el leer discontinuamente, sin muchas referencias y sin ninguna dirección. Así, la siguiente lectura podría ser el Enrique V de Shakespeare o más bien un Rabos de lagartija de Juan Marsé que me dejó amablemente una compañera del trabajo. No he dejado de comprarme novelas: la última fue La muerte de Virgilio, pero debo confesar que su tamaño me asusta; a poco que sea metáfora de su complejidad, apañados vamos. Pero es lo de siempre: el mucho miedo se transforma en mucho amor o en su defecto en mucha guasa o mucho desprecio.




(foto tomada de www.anarodriguezfischer.blogspot.com)



Por este motivo, a veces a las lecturas ocasionales no les damos el valor que tienen. ¿Qué pasa con esta novela de Zarraluki? A falta de unas pocas hojas para acabarla, debo destacar varios de sus puntos fuertes.

El primero es su dibujo preciosista de los personajes. Y digo dibujo porque para mí son más dibujo florentino que pintura veneciana. Sus definiciones y matizaciones generales son muy hermosas. De ellos se hacen descripciones enormes, de una gran calidad literaria. Tal vez menos interesante resulte su devenir novelístico; curiosamente, me ha gustado más qué son que qué hacen.

El segundo es la obsesión de su leitmotiv: el silencio. ¿Puede decirse que La historia del silencio es una novela obsesiva, o hay que concluir que de lo que se trata es de un ensayo novelado, o la novela sobre la redacción de un ensayo? El tercer punto es posiblemente el acertado.

El tercero es la profundización en las ideas. La investigación que altera las vidas de los protagonistas, sobre el silencio mismo, aunque no parezca muy verosímil en principio, acaba siendo mucho más interesante que el propio acontecer de los personajes, que como ya he dicho, aunque interesantes, quedan eclipsados por la sutil y profunda investigación sobre el silencio, que es -pero no sólo- metáfora de la soledad existencial.

La novela está escrita con el suficiente dominio de los mecanismos lingüísticos como para decir abiertamente que tiene un estilo artístico, nada de best-seller. Sin embargo, no se hace farragosa en ningún momento, a pesar de que la impresión de quietud es constante. Pero es una quietud lúcida, y eso se agradece. El buen hacer literario de Zarraaluki permite, como comentaba antes, una democratización de lo reflexivo y de lo especulativo.

Así es que si la encontráis en la bilbioteca de un familiar o un amigo, lleváosla en préstamo -como hice yo-. Y si no, qué narices, es una buena novela con la que vais a tener momentos de introspección muy hermosos.



Verano

Verano

21 de junio de 2006

Hoy es cuando lo tengo anotado: que buscaré a otra, da igual quién, y le devolveré todo el odio que me ha hecho nacer dentro de mí con un único golpe certero, un disparo de francotirador, una respuesta refrenada y morosa en una clase que desconoce cómo contestar la pregunta del profesor iracundo que ha perdido la compostura, un diamante de pocos quilates y muchos cortes que se regala mirando hacia otro lado, hacia el gin tonic que espera en la barra del bar, una presión de fisioterapeuta que hace tronzarse un hueso y después llega el aluvión de endorfinas, o de vuelta al tirador, un artista marcial que en el celuloide no se quita las gafas de sol para, con un único gesto, desarmar, vencer y exterminar sin odio ni piedad al rival.

22 de junio de 2006

Sigo meditando el pequeño detalle de Manuel, en el que no había reparado: quizá no sea justo. Voy a esperar un poco y a tomar una decisión, pero no mucho.


(c) El cuentacuentos




miércoles, 22 de junio de 2011

In the sign of the octopus. The Hellacopters

¡No me puedo resistir!


In the sign of the octopus. The robots

Rock and roll puro y sincero. Eso es todo. ¡Hostias, eso es todo!




You are hereby programmed
by programmed
by programmed

jueves, 16 de junio de 2011

Juan José Millás. La viuda incompetente y otros cuentos

Es totalmente arbitrario esto que a continuación voy a escribir, pero la idea que me dan las novelas -y, por lo que veo, también los cuentos- de Juan José Millás es la de un café, un cigarrillo encendido, unas gafas mitad de pasta y mitad de metal, como las que usaba mi abuelo y las que usaban los intelectuales de los años cuarenta. Los mismos que escribían después de Hiroshima y Nagasaki y Mathausen.





(Imagen de www.elpais.com). Edito: no ando demasiado desencaminado, por lo que veo...


Me imagino a Juan José Millás escribiendo en una libreta. No sé si esto es tonto: seguramente lo haga en casa en su ordenador, con un buen procesador de textos que le permita hacer [CTRL-X] [CTRL-V] y reubicar todo. Más, teniendo en cuenta sus muchísimos compromisos profesionales para con el periódico y con su editora, Alfaguara si no recuerdo mal. Me lo imagino en el café-bar con su cigarro encendido (tampoco sé si D. Juan José fuma), su tacita vacía ya con la mancha seca, de estar casi una hora delante de él ya vacía, con el Moleskine abierto y doblado lleno de tachones, y su mente llena de pájaros, pájaros magníficos y miserables como lo somos las personas. Pájaros urbanos, casi siempre: la ciudad es un microuniverso suficiente: el mundo son las personas, y en la ciudad hay más variedad de la que se puede llegar siquiera a conocer. (Bendita y maldita Madrid.) Me lo imagino escribiendo en una suerte de tedio sabio como el de los maestros, pues Millás conoce el cómo, y regenera sin trauma el qué. (Sin embargo, de esto no estoy seguro: mientras redacto esta entrada, pienso que podrían trocarse estos dos parámetros, y que tal vez Millás conozca profundamente el qué y de vez en cuando, como delicado amante cambie el cómo.)

Al leer este pequeño librito en letra desmesuradamente grande, salido de no sé qué rincón de la biblioteca de mi padre, pienso que a este escritor hay que leerlo. Ninguno de los libros de Millás me ha defraudado. Todos me han hecho pensar. Como con los y las buenos/as amantes, con Millás te ríes al contacto con lo patético y más que con lo patético con lo pequeño. Es un inventor de una enorme imaginación, cosa que hoy día no es muy habitual: le encantan los supuestos-premisas a partir de los que empezar a fabular. Atentos a la jugada:

El adúltero compró para su mujer un secador de pelo y para su amante una liga roja, pero debido a una confusión inexplicable, puso en el árbol de Navidad de cada una el regalo de la otra. La esposa, que hacía footing y jugaba al tenis creyó que la liga era una de esas cintas que usan los deportistas para recoger el sudor de la frente, y la estrenó ese mismo día por la tarde, para salir a correr. La amante...

Así empieza "El secador y la liga", el segundo cuento del volumen. Es un comienzo tremendo.

Los cuentos de Millás, como sus novelas, huelen a realidad, a tristeza de la existencia, a vacío, a sinsentido (y podemos preguntar: "¿Por qué sigues escribiendo, Juan José, si esto no vale dos pimientos?"), a búsqueda inevitable y a consuelo raquítico (y podemos responder por él, a lo mejor acertando: "¡Aaaah, es que es lo que hay, lo único que hay!"). No son lo que más me ha gustado de cuanto he leído de él. Creo que construye las novelas con una cadencia magnífica, y que la concentración de significados que necesita un cuento no le es tan innata como la morosidad que usa en sus novelas, aunque tanto en estos relatitos como en las estampas comentadas que redacta en El País en los dominicales -si bien en ocasiones fuertemente políticas, porque a nadie escapa que Millás es fuertemente político- en cien palabras escribe toda una filosofía, pero tal vez no un mundo de ficción.

Una buena lectura, para quien pueda encontrarlo. Y, qué narices, para quien no lo consiga, que busque El orden alfabético, que es aún mejor.




miércoles, 15 de junio de 2011

Calle 13. La bala. Como un secreto que no quieres escuchar

¡Muchas gracias, Ángel Carmona!




Un día de estos usaré esta canción para explicarle a mis alumnos qué es una pausa narrativa. Y, de paso, para explicarles que no viven en el mejor de los mundos posibles.


Allá va la letra. Alguna que otra preciosa metáfora por el camino.

El martillo impacta la aguja
La explosión de la pólvora con fuerza empuja
Movimiento de rotación y traslación
Sale la bala arrojada fuera del cañón
con un objetivo directo
la bala pasea segura y firme durante su trayecto
Hiriendo de muerte al viento, más rápida que el tiempo
defendiendo cualquier argumento
No le importa si su desitno es violento
Va tranquila, la bala, no tiene sentimientos
Como un secreto que no quieres escuchar
la bala va diciéndolo todo sin hablar
Sin levantar sospecha, asegura su matanza
Por eso tiene llena de plomo su panza
para llegar a su presa no necesita ojos
Y más cuando el camino se lo traza un infrarojo
la bala nunca se da por vencida
Si no mata hoy, por lo menos deja una herida
Luego de su salida no habrá detenida
Obedece a su patrón una sola vez en su vida
Coro

Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poca gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)

Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poca gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)

Se escucha un disparo, agarra confianza
El sonido la persigue, pero no la alcanza
La bala sacas sus colmillos de acero
Y sin pedir permiso, entra por el cuero
Muerde los tejidos con rabia y arranca,
El pecho a las arterias para causar hemorragia
Vuela la sangre batida de fresa
Salsa boloñesa, syrup de frambuesa
Una cascada de arte contemporaneo
Color rojo vivo, sale por el cráneo

Coro

Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poco gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)

Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poco gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)

Serñia inaccesible el que alguien te mate
Si cada bala costara lo que cuesta un yate
Tendrías que ahorrar todo tu salario
Para ser un mercenarío, habría que ser millonario
Pero no es así, se mata por montones
Las balas son igual de baratas que los condones
Hay poca educación, hay muchos cartuchos
Cuando se lee poco, se dipara mucho
Hay quienes asesinan y no dan la cara
El rico da la orden y el pobre la dispara
No se necesitan balas para probar un punto
Es lógico, no se puede hablar con un difunto
El diálogo destruye cualquier situación macabra
Antes de usar balas, diparo con palabras
Pla! Pla! Pla! pla!

Coro

Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poca gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)

Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poca gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
 
 
 
 

jueves, 2 de junio de 2011

Tenía yo un blog...

Queriendo escribir esta lamentable disculpa pública me he equivocado tres veces con la palabra clave, y me han salido "log", "bog" y "lgo". Un cuaderno nuevo necesito para escribir -el mío está desordenado y ya no me sirve-, una interjección de repulsa me sale de la garganta ante la ausencia de instantes para poder relajarme y enervarme ante ese cuaderno vacío que no tengo. ¿Cómo lograrlo, qué hacer? Es a- que en estos momentos no sé, pero en algunos días debo descubrir.

Hasta pronto.