Aviso: vamos a jugar a los trabalenguas.
He leído discontinuamente los cuentos y relatos de H. P. Lovecraft a lo largo de mi vida desde que mis amigos Pedro (y J y G) me lo presentaron. A cuento de juegos de rol y fuera de ellos. He sabido de esos relatos también en medios diferentes, como la canción de Metallica Call of Ktulu, del disco del 84 (que yo oí mucho después). Algunos me han gustado más y otros menos. La idea de los libros enloquecedores me gustaba: era una ficción que rompía los marcos de la ficción y jugaba con la posibilidad de que yo, lector, fuera de la obra, me estuviera volviendo loco al leer a Lovecraft. Un poco como Cortázar en "Continuidad de los parques".
Ayer leí Neonomicon, un cómic de Alan Moore. Para quien no lo sepa, Alan Moore es al cómic como Gabriel García Márquez a la novela: un genio irrepetible. Ha parido numerosas maravillas de las que he leído algunas; unas me han gustado más y otras menos, pero son en general su capacidad de investigación, lo afilado de sus diálogos, su perspectivismo y la tensión que imprime a sus páginas lo que hacen de él un escritor maravilloso.
Neonomicon es un cómic estupendo. Jugando con el libro ficticio que aparece en los cuentos de Lovecraft llamado Necronomicon, da una vuelta de tuerca a la altura de la de Lovecraft al problema de la ficción y la realidad, del acto de la lectura y de la comodidad de la vida espectadora frente a la turbulencia del relato. Esto crea un pequeño galimatías que se puede explicar:
Lovecraft crea su mundo de ficción. En él los narradores (de ficción) cuentan historias terribles (de ficción) en las que personajes lectores (de ficción) son arrastrados por libros (de ficción) como el Necronomicon que abren a esos personajes alucinados al conocimiento de mundos (de ficción) de percepción nueva, dominados por seres casi omnipotentes conocidos como los Antiguos o más concretamente como los Primigenios . Los lectores (reales) son arrastrados por un acto metafórico (o metonímico, más bien) a la identificación con la ficción, porque ellos mismos (reales), están leyendo libros y relatos (reales) sospechosos o dudosos que lo mismo llevan a su locura.
¿Qué hace Moore? En su cómic hay una ficción llevada al segundo grado: los personajes (de ficción) hablan sobre la influencia de Lovecraft (real) en el mundo (real); de cómo aparece en los comics, en la música, en las camisetas, en los juegos de rol (reales). Los personajes (de ficción) comentan los aspectos literarios (reales) de los textos literarios (reales) de Lovecraft (real). Aún hay más: se especula con que Lovecraft no fuera el inventor-creador de los mitos de sus relatos, sino un mero descubridor-transcriptor-profeta y que por tanto sus relatos no sean de ficción. La torsión es impresionante, y el cómic una maravilla.
Pues eso es todo, y, como se dice por acá, ahí es nada. Disfrutadlo, que merece la pena. Aunque aviso, escenas fuertes tiene, y muchas. Pero claro, donde se metan los sectarios de Cthulhu, las máscaras de Nyarlathotep y los retoños oscuros de Shub-Nigurath, no va a haber nada bueno...
No hay comentarios:
Publicar un comentario