Dejarse matar
No por mi patria o por tu patria,
ni por dinero.
Tampoco por un mal adelantarse en la carretera,
o el orgullo de un club de fútbol,
o dirimir quién paga un seguro.
Nunca, y digo nunca, por las causas más críticas,
(un empellón en los bares
un flirteo con la que había sido mi amada,
una disonancia al hilo de la madre propia.)
Pero sí por el canto de un mirlo en verano, aun más, por su carrera
bajo el chamizo de un instituto de pueblo.
Abarán, mayo de 2011
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